Mi amigo el robot

Creó un centro especializado en robótica en Suiza, se jubiló y sigue trabajando en el campo, del que es referente, en China y Japón. El científico suizo Rolf Pfeifer pasó por Argentina para hablar sobre las tendencias futuras y no tanto: la relación entre personas y robots, los robots con músculos y cómo la inteligencia artificial avanzará si aprende del cuerpo humano.

Rolf-PfeiferNi una invasión ni una lejanía: los robots y los seres humanos lograrán una feliz convivencia en armonía. De hecho, ya ha comenzado. Rolf Pfeifer, uno de los nombres que marcan rumbos en la robótica y la inteligencia artificial, va todavía más lejos y arriesga una palabra fuerte para el futuro, que en realidad es hoy. “Ecosistema”, dice. Cofundador del Centro Nacional de Competencia en Robótica, de Suiza, del que se jubiló en 2014, al cumplir los 65 años, para dedicarse a activar proyectos de robótica en China y Japón, y reforzar todavía más las nuevas tendencias del campo; padre del proyecto Roboy y alma pater de la red colaborativa de información sobre robótica Robohub, Pfeifer tiene credenciales más que suficientes como para sostener esas afirmaciones. Es también un tipo particular de científico. Formado en física, matemática y ciencias de la computación, una de sus ideas más revolucionarias parece nacida en un laboratorio de filosofía fenomenológica: si la inteligencia humana aprende a partir de la relación del cuerpo con el mundo, ¿cómo podría la inteligencia artificial aprender de otra manera?
En un futuro no muy lejano, en un presente que empieza sin fanfarrias y como quien no quiere la cosa, los robots harán –hacen– las cosas que los humanos no quieren, no pueden, no saben hacer. Y los humanos, liberados de eso, podrán dedicarse a cosas más placenteras. O inventar otras quizás no agradables pero sí nuevas. El gran malentendido, agrega Pfeifer, quizá surja del prejuicio más propio del imaginario de la ciencia ficción que de la realidad cotidiana, porque ¿quién dijo que los robots sólo pueden tener apariencia de humanoide?

–¿Qué es un robot?

Tal vez más que de robots, ahora debamos hablar de dispositivos robóticos. Dejame decirlo así: el robot, en contraste con un celular o una computadora, es un sistema físico que se mueve –al menos en parte– en el mundo real, lo que es una cualidad completamente distinta. Eso impone preguntas distintas. El teléfono celular es siempre pasivo, lo podés llevar de acá para allá, en ese sentido es móvil pero no se desplaza por sí mismo. Y el auto que se mueve solo es un típico ejemplo del sistema que se mueve por sí mismo y que no llamarías robot, pero puede desplazarse solo.

–¿Hay resistencia a llamarlos “robots”?

–Creo que es tema de terminología, no me preocupo mucho por terminología. Pero con frecuencia, cuando la gente habla de robots, están pensando en lo humanoide, en la apariencia casi humana. Esa es sólo una clase de robots, creo que un tipo fascinante de robots, pero un campo pequeño dentro de todo lo que es robótica.

–¿Hacia dónde va la robótica actualmente?

–Un desarrollo fuerte es, definitivamente, la robótica suave. Es una gran tendencia. Los robots vienen a nuestro entorno vital, en el que vivimos los seres humanos. Los robots no como entidades individuales sino como parte de un nuevo ecosistema: robots comunicándose con humanos, con otros robots, con la casa inteligente o la habitación inteligente, con la nube.

–Todo un nuevo entorno vital.

–Absolutamente. Nos gusta pensarlo en términos de ecosistema, en el que el robot es solo una parte pequeña. Y otra de las grandes tendencias en robótica también es que nos alejamos de la automatización total hacia la cooperación entre robots y humanos.

–¿Hasta lograr interacción todo el tiempo?

–Exacto: hacia la interacción entre humanos y robots, pero dejando aquellas tareas sucias que nadie quiere hacer a los robots. Y a la vez reservando situaciones que requieren empatía, organizar cosas, a los humanos. Pensemos, por ejemplo, la utilidad de los robots en los hospitales: una tarea principal puede ser cargar personas pesadas. Esa es una automatización muy útil; así no hay humanos que lastimen sus espaldas. Se trata de ver qué pueden hacer bien los robots, qué pueden hacer bien los humanos y ajustar todo. Creo que ésa es la tendencia más fuerte en robótica.

–¿Cuándo llegaremos a eso? ¿Cuándo estaremos totalmente habituados?

–Nos estamos acostumbrando continuamente a ese tipo de interacción. No es que todo es “bueno, a partir de hoy, desde ahora”, sino que es un proceso gradual. Cada día avanza un poco más. Ahora, en una de esas suena como “todo va a ser terrible”, pero la buena tecnología no está en contra de los humanos sino para los humanos. Creo que es una buena idea para tomar.

–¿Cuáles son las inquietudes más habituales del público no especializado en relación con los robots?

–Las preocupaciones de las personas que trabajan con robótico tienen otra naturaleza, claro, están más interesados en detalles técnicos. Una audiencia no especializada está más interesada tal vez en cómo los robots pueden afectar nuestras vidas, sacarnos los trabajos, se preguntan si pueden ser peligrosos.

–Como en la época de los luditas.

–Sí, tienen esas preguntas. Dicen, por ejemplo, “yo leí que el 50 por ciento de los trabajos van a estar automatizados en el futuro, que mucha gente quedará desempleada”. ¡O piensan en Terminator! Piensan en los drones de guerra, en los usos militares. No estoy tan seguro de lo que pase en Sudamérica, pero en Europa y Estados Unidos los robots no tienen imagen positiva.

–No tan en el fondo, es una idea vieja, la fantasía es siempre la misma.

–Si mirás la historia de la automatización, encontrás que, por supuesto, localmente, si automatizás algunas tareas, como chequear el stock en tiendas, perdés puestos de trabajo. Pero a la vez, en otras áreas, se crean trabajos nuevos. Así que en el plano general no creo que haya pérdida de trabajos. Por el contrario, puede haber reacomodamientos. Y nos acostumbraremos. Pensá en los cajeros automáticos. Hace 30 años, los primeros cajeros automáticos horrorizaban a la gente, decían no quiero pararme ante esas máquinas. ¡Y ahora estamos muy contentos de usarlos y no tener que tratar con personas!

–Usted insiste sobre la importancia del cuerpo en relación con la inteligencia y los aprendizajes, habla de embodiment.

–Hay una tendencia a ver la inteligencia acá, en la cabeza, pero en realidad está distribuida. Hay un hecho interesante y es que el cuerpo humano está construido en un 80 por ciento de materiales blandos. Parece que la enorme versatilidad y diversidad de los comportamientos humanos, del sistema motor humano, se deben al hecho de que en realidad estamos hechos de materiales blandos. Y habitualmente los robots están hechos en un ciento por ciento de materiales rígidos: acero, motores eléctricos, otros materiales duros. Este es el motivo por el cual los robots tradicionales, los que hacen manufacturas, no tienen ni cercanamente las capacidades del sistema sensor humano. Y por eso empezamos a investigar materiales blandos, y hay todo un nuevo campo explotando en robótica, que es la robótica blanda.

–¿Por materiales blandos se entienden materiales orgánicos?

–Algunos investigadores trabajan en combinar materiales orgánicos con inorgánicos, materiales robóticos…

–¿Tradicionales?

–Bueno, la gente que quiere combinar materiales orgánicos con robots no es muy tradicional. Por ejemplo, algunos de mis colegas en Japón usan músculos biológicos de ranas en los robots. Así que están tomando materiales orgánicos y poniéndolos en un robot físico inorgánico.

–¿Eso funciona?

–Funciona. Pero son los primerísimos intentos de combinar esos materiales. Hablaba más bien de otros materiales, como los inflables, ese tipo de material blando. Los músculos humanos se deforman, así que tenemos algunos músculos artificiales que imitan esa tonicidad y elasticidad. Usamos materiales elásticos, cuerdas elásticas, también resortes mecánicos, piezas neumáticas. Podemos poner tela alrededor de ellos y si aplica aire a presión, se contrae.

–¿Para qué se usa uno y otro tipo de robótica?

–Los robots manufactureros tradicionales son robótica rígida, y funcionan extremadamente bien en los ambientes que son enteramente predecibles y en los que podés programar todo. Hay un desarrollo interesante que comenzó hace unos 10, 20 años: el robot empezó a dejar la fábrica y empezó a formar parte del entorno que habitamos los humanos. Eso significa que vamos a interactuar con esos robots. En las fábricas, no interactuábamos con ellos. Están allí y la gente no está consciente de ello, no entraba en contacto. Pero ahora que compartimos nuestro espacio vital con los robots es muy importante interactuar con ellos.