La ficción democrática | Sólo se trata de eludir las responsabilidades y no hay nada mejor que la política para esconderse y el voto popular para blanquerse. ¿Qué mejor que el voto popular para lograrlo?
¿Qué es la justicia?, ¿qué busca la justicia?, ¿donde debe colocarnos la justicia?. Algunas de las preguntas que al contestarnos van a demostrar que la Presidente ha hecho más que nadie por lograr.
¿Qué es la justicia?; es la búsqueda de un espacio común de convivencia que las sociedades acuerdan para que la convivencia se rija por reglas que nadie puede violar y límites que nadie puede traspasar. Para lograrlo surge el derecho, al que los pueblos ponen en manos de un poder del estado que lo administra y lo realiza.
Pero la justicia está por encima del derecho y muchas veces ese poder administrador no logra, no sabe o no quiere alcanzar la meta de aquella.
¿Qué busca la justicia?; además de ese espacio común de convivencia, la justicia busca que quienes se salen del marco tengan las sanciones que les corresponden. Y también en este objetivo, y por los mismos motivos, el poder administrador fracasa muchas veces -en la Argentina demasiadas- en aplicar esas sanciones o, aún aplicadas, en hacerlas cumplir.
Pero la justicia sigue estando intacta por encima de las sanciones, porque se trata de un principio moral, de una costumbre general que aún en manos de malos administradores sigue quedando en cabeza de la ciudadanía que sabe a la perfección cuales son las reglas y quien las viola. Y lo sabe porque es el pueblo el que las crea.
¿Donde debe colocarnos la justicia?
En el lugar que cada uno sepa ganarse respetando o violando las normas que nacen del contrato común. Quien las viole debería ser sancionado y quien las cumpla ser respetado y ganarse el derecho a vivir en comunidad.
Pero no siempre será así, cuando el poder administrador elija a quien se las aplica y a quien, por el motivo que sea, se ayuda a violarlas sin que pague precio alguno por ello.
Por ahora solo Cristina parece encaminar sus pasos a lograr que se haga justicia
Porque Cristina, cuando ordena desplazar a Bonadío de la causa Hotesur está gritando a los cuatro vientos que es culpable.
Porque Cristina, cuando ordena enterrar la denuncia de Nisman está poniendo en evidencia que es culpable.
Porque Cristina, cuando mantiene a Oyarbide en su impúdica poltrona como premio al tratamiento express de una causa por enriquecimiento ilícito imposible de sostener con el más elemental sentido común, nos está informando que es culpable de haber amasado una fortuna cuantiosa en tiempo récord y sin explicación posible.
Porque Cristina, al operar groseramente para cerrar cuanto antes la investigación sobre el crimen del fiscal de la causa AMIA, está reconociendo que la misma tiene vinculación con lo que estaba investigando y que esa vinculación alcanza a su gobierno.
Porque Cristina, al ordenar la creación de un absurdo tribunal federal en un perdido pueblo de Santa Cruz para que allí vayan a parar las causas que investigan a Lázaro Báez, está mostrando que es culpable de haber utilizado su poder y a un testaferro para hacer negocios reñidos con su condición de gobernante.
Porque Cristina, al mandar a sus lacayos a desplazar al juez Cabral impidiendo que se resuelva la inconstitucionalidad del memorándum con Irán, está gritando a los cuatro vientos que es culpable de haber firmado un acuerdo a espaldas del pueblo, de la Constitución y del orden internacional.
Por eso nadie ha hecho tanto por la justicia en nuestro país.
Tal vez algún día llegue un poder administrador que una a ésta con el derecho y todos los culpables de haber cometido delitos paguen de acuerdo a las leyes que rigen la convivencia de los argentinos.
Tal vez algún día ya no estén los miedos de Rafecas a ser puesto en evidencia en sus manejos turbios, los negocios de Ballesteros y Freiler dejen de estar por encima de la administración de justicia, las impudicias de Oyarbide busquen escenarios más acordes con su vida perdularia que el despacho que hoy ocupa indecorosamente. Tal vez entonces se aplique la ley.
Pero mientras tanto todos sabemos que Cristina es culpable porque ella con sus actos lo ha puesto en evidencia.
Y por ello, mal que le pesa a la Presidente, en la Argentina se ha hecho justicia. Aunque para ello hayamos tenido que observar la destrucción del derecho.
Cuando la democracia es ficción
Hace meses que los argentinos no hacemos otra cosa que hablar de elecciones; y así será por lo menos en los próximos cuatro. Después, esperaremos pacientemente que llegue la fecha del cambio de autoridades y los consabidos “cien días de gracia” en los que se supone que los nuevos gobiernos -el nacional, los provinciales y los municipales- se van haciendo cargo lentamente de sus flamantes responsabilidades. Aún aquellos que reiteran mandato…
Se habrá ido un año entero en aprontes, con los gobernantes abocados todos a la campaña electoral y los ciudadanos esperando soluciones, escuchando promesas ysintiéndonos todos fuera de la conversación.
En Tucumán hay 30.000 -si, leyó bien, treinta mil- candidatos que se presentan a las próximas elecciones. En La Rioja, con poco más de 50.000 habitantes, hubo cerca de 5.000 postulantes; algo así como si en nuestra provincia hubiese más de un millón y medio de pretendientes a un cargo.
Todavía quedan resabios del bochorno santafesino, que se dio el lujo de repetirlo en las PASO y las generales, y las nuevas autoridades asumirán bajo el signo de la duda.
Al terminar el año los porteños habrán votado seis veces para resolver cuestiones Plaza de Mayo de por medio.
La política se ha convertido en una actividad impresentable que es tomada como una actividad comercial privada por parte de los políticos y que es financiada por la gente con sus impuestos. Justamente al revés de su propia esencia que se supone como un servicio a la comunidad.
Ya es tiempo de gritar el “no va más”. Hay que reformar el sistema, unificar criterios técnicos de elección, generar un escenario de confianza y simplicidad y sobre todo devolverle al ciudadano la posibilidad de elegir y no tener siempre que optar por listas impresentables, kilométricas y oscuras.
Porque pasado lo que quede del año próximo sin votaciones ni períodos de gracia, nos encontraremos que cerca del fin de 2016 tendremos que comenzar el proceso que nos lleve a las elecciones de medio término en 2017.
Y alguna vez, querido lector, tendríamos que dedicar el tiempo a trabajar para sacar al país de sus problemas, insertarlo en el mundo y lograr su desarrollo.
Algo que va mucho más allá de votar permanentemente para que algunos consigan un conchabo.