Alegría y cautela. Así describe el sargento Shane Ortega lo que sintió cuando hace unos días el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ash Carter, anunció los planes del Pentágono para acabar con la prohibición que impide que las personas transexuales puedan servir en el ejército.
Ortega, considerado el primer soldado abiertamente transexual de la armada estadounidense, lleva años abogando por el fin de una política discriminatoria que hace que los militares deban abandonar su carrera por vivir de acuerdo su verdadera identidad de género
En la última década Ortega ha estado estacionado dos veces en Irak y una en Afganistán. Las dos primeras como mujer y la tercera como hombre, el género con el que se identifica.
En 2011 el ejército de EE.UU. revocó la política conocida como “Don’t Ask, Don’t Tell” (No preguntes, no digas), que impedía servir a las personas que fueran abiertamente homosexuales.
Los transexuales quedaron fuera de esos cambios y en la actualidad pueden ser dados de baja al considerarse que padecen un trastorno psicológico.
Shane Ortega -quien en la actualidad trabaja como jefe de equipo de helicópteros en la 25º División de Infantería del ejército estadounidense en Hawái- asegura que ha sido afortunado, ya que pese a haber iniciado su transición para convertirse en hombre en 2011, sus superiores no cuestionaron su habilidad para servir.
“Como un soldado más”
“Me alegra pero al mismo tiempo lo vivo con cautela, ya que el que hayan anunciado la revisión de nuestro estatus no significa que las cosas ya hayan cambiando”, explica Ortega sobre la decisión del Pentágono de crear un grupo de trabajo cuya misión es establecer en los próximos seis meses la ruta para la integración de los transexuales en el ejército de EE.UU.
“Por el momento las cosas siguen igual y nuestros superiores todavía pueden discriminar a los soldados transexuales”, señala en conversación con BBC Mundo el joven de 28 años nacido en Maryland, cuyos padres también sirvieron en el ejército.
“En 2011 decidí que estaba listo para hacer la transición, ya que contaba con los medios para poder costearme el tratamiento. Necesitaba ser yo mismo y a esas alturas, con 22 o 23 años, ya sabía quien era”, explica Ortega, quien inició un tratamiento con testosterona con el conocimiento del personal médico militar.
“Tuve suerte porque siempre he sido muy trabajador. Siempre he creído en que tienes que trabajar mucho como para que tu jefe no te pueda preguntar qué mas puedes hacer. Ese ha sido mi caso”.
En los registros oficiales del ejército estadounidense Ortega todavía aparece como mujer y en ocasiones se ve obligado a llevar un uniforme femenino, que le resulta muy incómodo dada su fuerte complexión, fruto de su afición al culturismo.
Asegura que, salvo algunas excepciones, ha recibido un buen trato de sus compañeros hombres, con los que compartió tienda de campaña cuando estuvo sirviendo en Irak y Afganistán, “como un soldado más”.
“Somos profesionales haciendo nuestro trabajo. Teníamos que compartir las duchas y no había ningún problema”, explica.
Trabajo por hacer
Ortega cree que “la visibilidad que tienen los transexuales en la actualidad es increíble”, aunque “todavía queda mucho trabajo por hacer”.
Considera que, dada la atención que los medios están prestando a su caso, tiene la responsabilidad de abogar para acabar con la discriminación, algo que lleva haciendo desde hace años.
Recientemente estuvo en Washington DC, donde se reunió con miembros del Senado estadounidense y con personal del Pentágono y de la Casa Blanca.
Igual que Ortega, desde la Asociación de Veteranos Transexuales Estadounidenses (TAVA, por sus siglas en inglés) valoran positivamente el que, en un futuro próximo, los transexuales puedan servir abiertamente en el ejército de EE.UU.
“Ahora los transexuales podrán centrarse en servir y no en sobrevivir. Podrán hacer su trabajo lo mejor que puedan en vez de tener que preocuparse por salvar sus carreras y ocultar quiénes son realmente”, asegura en conversación con BBC Mundo Denny Meyer, portavoz de TAVA.
“Algunas estadísticas señalan que en la actualidad hay más de 15.000 transexuales en el ejército. No permitirles que muestren quienes son realmente es algo terrible”, apunta Meyer, quien celebra que se vaya a poner al estigma que supone ser dado de baja del ejército por ser transexual, “algo que marca de por vida”.