Las Mariposas, mujeres que luchan en la Villa contra la violencia de género

Son vecinas que se reúnen en Villa París, Glew, para concientizar a las víctimas sobre sus derechos. A una de las fundadoras le mataron una hija. Crearon una cooperativa y lanzaron un plan de créditos.

Las-MariposasDos de la tarde de un miércoles. Los pronosticadores de lluvia volvieron a fallar y eso es una suerte. Con agua las calles de Villa París, en el Glew profundo que intima con Longchamps, hubiesen sido barro estancado. Como cada semana, como siempre desde 2010, las mujeres del barrio se juntan. Hablan pero más que nada hacen. Recuerdan las primeras reuniones a la intemperie. Alguna prestaba el patio o sacaba las sillas a la vereda. Ahora tienen una casa decorada con frases en cartulinas a la que los hombres no entran si están en asamblea.
“Somos un grupo de mujeres liderado por mujeres –explica (y justifica) Myriam Machaca, fundadora y alma máter de “Las Mariposas”– y creemos que lo correcto es que nosotras pongamos la cara. En las demás organizaciones o gremios las mujeres hacen todo el trabajo de base y después los que salen a hablar son los hombres. Tenemos compañeros pero buscamos equiparar esa situación. También es cierto que acá a veces se hablan temas íntimos y la confianza entre nosotras es mayor”.

La excepción a la regla: el periodista y el fotógrafo de Tiempo Argentino.

–Quisiera que hablemos sobre el caso de violencia obstétrica que tuvimos –propone Myriam y sabe que es lo próximo que va a ocurrir.

–Hicimos una denuncia ante la Defensoría de la Nación –se apura a responder una abogada de Avellaneda.

–También hubo una volanteada en la puerta de la salita denunciando al ginecólogo –agrega otra–. Intentamos concientizar a las mujeres que tienen derechos y que se pueden defender de los médicos.

–El ginecólogo –retoma la abogada– le hizo un reproche de su vida sexual. Empezó diciéndole que las mujeres de este barrio tenían muchos hijos y terminó con que era más fácil que la tabla del dos.

–Ese doctor lo viene haciendo desde siempre –se exalta una mujer que debe ser misionera o paraguaya–. Te pregunta cuántos abortos tenés, en qué posiciones haces el amor, y una no tiene por qué contarle esas cosas.

La abogada enseña el artículo y el inciso correspondientes a la violencia obstétrica de la Ley de Género. El debate sigue un rato más. En una de las cartulinas alguien escribió con letra de maestra que la mujer bonita es la que lucha.
Villa París es un asentamiento que surgió hace ocho años en un contexto de toma de tierras fiscales. En una realidad de carencias, un grupo de mujeres intentó una salida sublime. “Empezamos –cuenta Myriam– como una organización cultural, pero muy pronto nos dimos cuenta de que el teatro y la murga no alcanzaban, que existía una problemática que lo excedía.”
Lo que sobraba era la violencia ejercida sobre la mujer, que además, era pobre, analfabeta o inmigrante. Se volvió urgente un proceso de concientización para abandonar el papel de víctima y asumir las herramientas para la autoestima y la independencia económica. “Éramos cuatro o cinco, que organizábamos bingos, ferias americanas o íbamos a la plaza los domingos a vender tejidos o pan. Así descubrimos los derechos que no se cumplían y al mismo tiempo nuestra capacidad para empezar a cumplirlos.”
Ese grupo embrionario no se conformó e imaginó proyectos más ambiciosos. No pasó mucho hasta que lograron formar el merendero, la cooperativa, un taller de apoyo escolar, y hasta se encargaron de gestionar microcréditos para la gente del barrio. “Conseguíamos desde la leche para una madre que no tenía para darle a sus hijos hasta heladeras o máquinas de coser para la comunidad boliviana”.
El 25 de noviembre de 2010, fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, Myriam y sus compañeras decidieron bautizar a la organización. Fue en homenaje a las hermanas Patricia, Adela y Minerva Mirabal, asesinadas en 1960 por orden del dictador dominicano Rafael Trujillo por formar parte de la resistencia al régimen. Ellas, en la clandestinidad, se hacían llamar “Las Mariposas”.
Desde entonces, el grupo (ya cuenta con más de 40 compañeras y las hay estudiantes, profesionales, amas de casa, niñas, abuelas, adolescentes) se sostiene sin ningún apoyo o subsidio (el municipio de Almirante Brown se niega a reconocerlas por estar en un asentamiento), algo que les permitió empoderar a la mujer desde otro lugar. Uno que queda en los márgenes y donde el Estado y su ley no llegan.

Penas encimadas

Marta Alegre y Florinda “Loli” Consme son dos de las fundadoras de “Las Mariposas de Villa París”. A las dos las movilizó el compromiso de luchar contra la violencia machista en el barrio. Como si las circunstancias hubieran operado un escarmiento, cada una, a su turno, sufrió el mismo drama sin intermediarios.
La sobrina de Marta se llamaba Analía Oliveira, tenía 24 años y la vieron con vida por última vez el 9 de agosto del 2014, hace ya casi un año, cuando salió de su casa en Tristán Suárez.
Se sabe que a la joven la descuartizaron porque sólo se encontraron sus piernas, que recién pudieron ser identificadas varios días después de su desaparición. Marta y los padres de Analía todavía esperan que la justicia les dé una respuesta.
Loli, en cambio, la consiguió el último viernes, cuando un tribunal de Morón condenó a prisión perpetua al asesino de su hija.
“A nosotras –concluye Myriam– nos representa el poema ‘Penas encimadas’ de Carmen Soler. Somos mujeres excluidas de casi todo, pero juntas podemos revertirlo, hacernos más visibles, y convertir esas penas en fuerzas encimadas”.
Es más de las cuatro. Sólo queda lugar para la cita: Trabaja toda la vida /apenas para comer/Tiene las penas del pobre/y más las de ser mujer.

“Hay reclamos que son del pueblo”

Las Mariposas de Villa París hicieron propio el reclamo de justicia por Melisa Tuffner, la joven de 22 años que murió luego de ser apuñalada, en circunstancias aún poco claras, el domingo 19 de julio cuando iba al centro cultural “El Gringo” de Glew, donde hacía acrobacia.
Al domingo siguiente, la familia de la víctima convocó a una marcha para “brindar un mensaje de paz”, por lo que pidieron a los participantes de la movilización que lo hagan “sin ningún tipo de bandera política” y en silencio.
El tema se discutió en la asamblea de la organización, y la mayoría opinó que aunque respetaban la actitud adoptada por la familia de Melisa, no la compartían.
“Los padres nos pidieron que el reclamo sea en silencio y nosotras lo respetamos. Pero creemos que es necesario incentivar a las personas a moverse con las organizaciones sociales detrás. Nosotras, como colectivo, podemos realizar acciones sin molestar a nadie. Hay reclamos que ya no son solo de la familia, son del pueblo”, dice Myriam.

Analía

Analía Itatí Oliveira nació en Tucumán, pero de chica se mudó con su familia a Misiones. En 2012, se instaló en Buenos Aires para acompañar a su novio, un cadete militar al que ya había acompañado a Río Gallegos. Antes había estudiado Turismo y trabajaba en un kiosco porque no encontraba oportunidades en lo suyo. Se peleó con su pareja una semana antes de desaparecer. El crimen sigue impune.

Gabriela

Gabriela Consme tenía 24 años y era madre de dos nenas. Se crió en Glew pero vivía en Morón cuando fue brutalmente asesinada por su pareja. El cuerpo apareció días después descuartizado y repartido en bolsas. El crimen ocurrió el 25 de noviembre, fecha en que se conmemora el Día Internacional de la No Violencia hacia las Mujeres. La joven era hija de una de las integrantes de Las Mariposas de Villa París.

“La cortó en pedacitos como un pollo”

El viernes, después del mediodía, el Juzgado Criminal N°3 de Morón condenó, por unanimidad, a Walter Santiago Marker a la pena de prisión perpetua por el brutal homicidio de Gabriela Consme. La víctima era madre de dos hijas y estuvo desaparecida durante cuatro días hasta que la policía allanó la casa de su pareja. Allí encontraron ropa de ella, pero lo que terminó de convencer a los detectives fue el hallazgo del celular de la chica. Desde ese número, habían salido mensajes, supuestamente de Gabriela, avisando que no la buscaran porque había viajado a Paraguay.
A Marker no le quedó más que confesar el crimen y hasta entregó la ubicación exacta del cuerpo. El hallazgo fue más macabro de lo esperado. Los restos de Gabriela estaban repartidos en cuatro bolsas.
Gabriela residía en Morón pero se había criado en Glew, y había alertado que su pareja quería matarla. Por el hecho, “Las Mariposas” se manifiestan todos los 25 de cada mes para visibilizar la problemática de la violencia de género, para recordarla y pedir justicia.
El viernes también estuvieron en la sala del Tribunal acompañando a “Loli”, madre de Gabriela y una de las fundadoras de la organización.
“Lo que más me duele es que la cortó en pedacitos como si fuera un pollo porque eso es lo que él hacía en Granja del Sol, donde trabajaba. Nunca se le movió una pestaña durante el juicio y encima dijo que era inocente. No sé cómo llamar a ese hombre porque no me alcanza con decirle que es un animal. Mi hija no se merecía lo que sufrió”, se lamentó la mujer.