Los secuestros le generaron al autodenominado grupo Estado Islámico US$25 millones en 2014, según estiman los servicios de inteligencia estadounidenses. Además, son una poderosa propaganda publicitaria.
Es un negocio que depende de espías, informadores, secuestradores, carceleros y negociadores que llegan a acuerdos para liberar a algunos rehenes.
El periodista sirio Omar Al-Maqdud conoció a algunas de las personas inmersas en esta máquina de hacer millones.
Hace dos años, el periodista estadounidense Steven Sotloff vino a visitarme a mi casa de EE.UU. y me dijo que estaba planeando viajar a Siria.
Traté de disuadirlo, pero no me escuchó.
Tres días más tarde, me mandó un correo electrónico desde un suburbio cerca de Alepo para pedirme ayuda con unos contactos.
Poco después, fue secuestrado.
“Había tres carros. Los vi a lo lejos, a unos 500 metros”, explica Yusuf Abubaker, el productor local que viajaba con él.
“Cuando (los ocupantes) nos vieron, salieron de los vehículos y nos bloquearon el camino… Quise sacar mi arma y lo intenté pero había entre 10 y 15 personas delante de nosotros con armas. Tenían Kalashnikovs”.
En ese momento, separaron a Sotloff y a Abubaker.
“Traté de gritarle pero me decían que me callara”, recuerda el hombre que fue liberado después de 15 días por sus vínculos con una poderosa brigada en el antigubernamental Ejército Libre Sirio (ELS).
Un año después, en septiembre de 2014, EI publicó el video de la decapitación de Sotloff.
Preparación de secuestros
Las imágenes se vieron después de que la decapitación de otro periodista estadounidense, James Foley, conmocionase al mundo.
En total, 181 periodistas, periodistas ciudadanos y blogueros han sido asesinados en Siria desde 2011, según Reporteros sin Fronteras.
Al menos 29, entre ellos nueve extranjeros, siguen desaparecidos o están secuestrados por EI y otros grupos extremistas armados.
En la ciudad de Antakya, en la frontera de Turquía, conozco a un sirio, un exagente de EI que pidió ser llamado Abu Huraira.
Me dijo que solía monitorear a los miembros de los medios de comunicación que cubrían el conflicto y organizaba todo para que fueran secuestrados.
Simulaba ser un refugiado sirio y conseguía productores que le presentaran a periodistas. Tras varios encuentros, les sugería un lugar para grabar cerca de la frontera: “Hay niños a los que pueden filmar y les voy a presentar a gente que les puede ayudar en su trabajo”, prometía el falso refugiado.
Así, Abu Huraira ofrecía a los secuestradores detalles de los planes de los periodistas: “Organizaba todo con ellos. Solo tenía que entregar a esa persona… alguien más se encargaría de él y yo ya no tenía que ver más con eso. O también podían secuestrarme a mí y liberarme un poco después”.
“Para esta gente no hay excusas”
Al principio del conflicto, Abu Huraira era miembro del ELS. Después pasó tiempo con un grupo local afiliado a al Qaeda antes de pasar a trabajar con EI.
Decidió reunirse conmigo porque había dejado EI para siempre.
El punto de inflexión se produjo cuando le pidieron que pusiera una trampa a un amigo.
“No podía perder a mi amigo o ser responsable de ello. Se lo dije: ‘Tienes que irte, dejar el país porque estás en su punto de mira. Te quieren y para esta gente no hay excusas'”, contó el hombre.
Posteriormente contacté con el amigo de Abu Huraira que confirmó que esta versión es cierta.
Abu Huraira me enseñó fotos de rehenes, mensajes y grabaciones de conversaciones que tuvo a través de internet con los líderes de EI en la provincia de Raqqa, que muestran lo bien planificados que están los secuestros.
Según contó, hay muchos que, como él, están dispuestos a ofrecer información a los secuestradores por razones ideológicas o por dinero.
El aparato de inteligencia
Yo había estado en Antakya un año antes y Abu Huraira me dijo que me había visto en aquella ocasión.
Casi me vende por un par de miles de dólares; sabía dónde me alojaba, con quién viajaba y los detalles del viaje que mis compañeros habían planeado al otro lado de la frontera.
Aseguró haberle pasado toda esa información a sus colegas de EI que habían planeado secuestrarnos. Afortunadamente, cancelamos el viaje a última hora.
EI tiene un departamento entero dedicado a los secuestros llamado el “aparato de inteligencia”, según Abu Huraira. Ese grupo tiene como objetivo a los periodistas extranjeros desde que ponen un pie en la frontera de Siria.
Un informe de inteligencia estadounidense estima que en 2014, EI hizo unos US$25 millones en pagos de rescates.
Pero a veces, los secuestros no son por dinero sino que son una forma de castigo.
Secuestros castigo
En enero del año pasado, hombres enmascarados llegaron a la oficina del periodista Milad Al Shihaby en Aleppo, aparentemente por informar de las atrocidades de EI.
“Robaron todos los equipos electrónicos: cámaras, computadoras portátiles… me pusieron en el maletero de un auto y me llevaron a su base en un hospital infantil”, me contó.
Lo dejaron solo en una celda por 12 días en un antiguo hospital de Alepo. Cerca de 200 sirios más estaban encarcelados allí.
“Me tuvieron con los ojos tapados por 10 días. Rezaba con los ojos tapados, comía con los ojos tapados. Después de esos 10 días, durante tres días me tuvieron con los ojos cubiertos y esposado.”
Después le trasladaron a una sala mayor donde le dejaron ver y le quitaron las esposas. Algunos de sus carceleros eran iraquíes y les podía oir torturando a otros presos.
A algunos de sus compañeros de celda los mataron por no convertirse al Islam.
Pero cuando los combatientes de ELS retomaron posiciones de EI en los alrededores del centro de denteción, los militantes huyeron.
Al Shihaby y otros prisioneros escaparon. Había estado preso 16 días.
Sólo 48 horas después de haber regresado a la prisión abandonada, oímos que EI había vuelto al área.
Los liberados
Al Shihaby no es la única persona que consiguió salir; algunos periodistas extranjeros han sido liberados.
En junio de 2013, los periodistas franceses Edouard Elias y Didier Francois fueron secuestrados en un auto en Siria. Su conductor me habló con la que condición de que no usara su nombre real sino Al’aa.
“En un momento nuestros ojos se encontraron”, me dijo en enero de este año al describir el secuestro. “La manera en la que (Francois) me miró tuvo un impacto muy fuerte en mí. Hoy en día todavía me afecta. Era como si sus ojos dijeran: ‘¿Nos vas a abandonar?'”
Según Al’aa, los secuestradores le pidieron salir del auto y no mirar atrás.
Los periodistas franceses fueron liberados después de diez meses.
Después oí que Al’aa fue también el chofer que condujo a dos periodistas japoneses cuando fueron secuestrados en dos incidentes diferentes.
Cuando traté de contactar con Al’aa de nuevo para preguntarle qué ocurrió, su teléfono ya no estaba en servicio. Parecía haber desaparecido.
Negociadores
Pero, ¿por qué se liberan a algunos rehenes?
Francia dijo no haber pagado rescate por Elías y Francois, pero existen casos en los que se han realizado pagos.
En mi búsqueda de intermediarios que llevan a cabo las negociaciones, oí hablar de un hombre de negocios que divide su tiempo entre París y Estambul, donde administra una panadería.
Cuando finalmente me reuní con él, resultó ser alguien que había conocido desde el inicio de la revolución: Moutez Shaklab.
Aseguraba haber actuado como intermediario entre los secuestradores y las familias de las víctimas, utilizando una red de contactos a lo largo de Siria para rastrear a gente.
“Llamas a los secuestradores, les preguntas si tienen a esta persona”.
Si te dicen que sí, les pides pruebas.
Por ejemplo, me dicen que pregunte por el nombre de su hermano mayor que falleció, la fecha y lugar de su muerte. “Si recibimos las respuestas correctas, eso confirma que el hombre sigue vivo”, explica.
Shaklab dijo que ayudó a negociar la liberación del escritor belga Pierre Piccinin da Prata y la del periodista italiano Domenico Quirico.
“Fue testigo del pago de US$4 millones que realizó el representante de las familias”, dijo.
En una camioneta, transportaron el dinero a un edificio donde los secuestradores lo contaron y lo pusieron en maletas.
En este caso, los secuestradores eran exrebeldes del ELS , quienes desde entonces se han unido a facciones islamistas. Pero los dos intentos de Shaklab para negociar con EI no tuvieron tanto éxito.
Mientras buscaba a una víctima de secuestro conoció a un miembro saudita de EI. El encuentro duró unos 30 minutos. El hombre era agresivo y amenazante y acusó a Shaklab de ser un blasfemo. El nivel de hostilidad conmocionó a Shaklab que se fue asustado.
En casos como este, EI lleva a cabo secuestros no por dinero, sino por propaganda, para demostrar su poder.
Pero lo que me impactó mucho más no fueron solo los videos de periodistas asesinados, sino ver cómo sirios normales se han vuelto corruptos y los ha absorbido este mundo sombrío o cómo algunos amigos se han convertido en espías.