En un futuro los astronautas cultivarán sus propios tomates en condiciones extremas, una hipótesis con la que trabaja un equipo de científicos italianos para aprovechar los nutrientes de ese alimento en los viajes al espacio.
La investigación, que se está realizando en un invernadero en las afueras de Roma, junto a albahacas y otras especies, se lleva a cabo sin tierra en las que hundir sus raíces, se nutren con aguas y sales minerales y reciben luz solar y de lámparas led.
En ese huerto de cultivos hidropónicos, los tomates fueron los únicos seleccionados para un proyecto financiado por la Agencia Espacial Italiana que busca encontrar una planta ideal capaz de ser cultivada en estaciones en órbita como la Estación Espacial Internacional (EEI).
“Nuestro deber es buscar una planta que tenga un ciclo muy breve, sea pequeña y produzca una cantidad de moléculas bioactivas que sean eficaces para la vida en condiciones extremas”, aseguró Eugenio Benvenuto, responsable del laboratorio biotecnológico de la Agencia italiana para las nuevas tecnologías, la energía y el desarrollo económico sostenible (ENEA), en declaraciones a la agencia EFE.
Esta institución es la encargada de experimentar con una determinada variedad de tomate con vistas a facilitar la vida de los astronautas en misiones de larga duración, ya sea -por ejemplo- a Marte o a la Luna, en medio de condiciones como la ausencia de peso, las radiaciones cósmicas o los campos electromagnéticos.
Igual que la astronauta italiana Samantha Cristoforetti, que se hizo famosa en su país por sus vídeos en Youtube en los que aparecía comiendo cápsulas de café o tiramisú en el espacio, podría llegar un momento en que también fuera práctica habitual cultivar frutas y hortalizas comestibles fuera de la atmósfera terrestre.
De hecho, en agosto último la NASA anunció que miembros de la EEI habían probado lechugas espaciales, los primeros productos cultivados y cosechados en órbita.
“La investigación de los huertos espaciales está muy avanzada. Se han mandado ya semillas de algunas plantas al espacio para que germinasen”, afirmó Benvenuto.
Mientras que en otras partes del mundo se están estudiando especies como la rúcula y, en general, el comportamiento de ecosistemas en condiciones mínimas, con el consiguiente reciclaje de agua, nutrientes y otras sustancias que puedan dar origen a la vida, en ese centro italiano los tomates son los elegidos.
Los expertos de ENEA parten con la ventaja de conocer a fondo este fruto, pues integraron el consorcio internacional que completó la secuenciación de su genoma y están colaborando con la Universidad de Ámsterdam para desarrollar el tomate de la variedad “Micro-Tom”.
El responsable resaltó la importancia de las sustancias antioxidantes del tomate como las antocianinas, cuya cantidad están intentando mejorar.
Esas cualidades genéticas no solo pueden servir a los astronautas en sus travesías, sino también a los que prefieren quedarse en la Tierra.
“Frente a las moléculas que se generan en situaciones de estrés en todos los organismos vivos y que a largo plazo son responsables del envejecimiento, las mutaciones de ADN y la aparición de varios tipos de cáncer, hay plantas como la del tomate que son muy resistentes a esa tensión”, afirmó Benvenuto.
Por su parte la investigadora del centro Elisabetta Bennici agregó que, dentro de la búsqueda por hallar un prototipo definitivo, también se pretende utilizar las raíces de esas plantas para la producción de fármacos “que puedan ser útiles en la situación extrema de una nave espacial e incluso en otro planeta”.