Final de época, ya no hay espacio para la duda. Concluye un tiempo marcado por los extremos en materia de políticas públicas. De la mano de un “populismo trivial” -en palabras del politólogo José Nun-, Cristina Fernández entregará el gobierno con niveles de pobreza, inflación y reservas de igual o equivalente tamaño al que recibió Néstor Kirchner en 2003.
Y no son los críticos opositores quienes dan estas cifras, sino aquellos que, como Nun, fueron ministros en ambos gobiernos. No es la derecha -sujeto difícil de ubicar en la Argentina- la que denuncia el abusivo manejo de las políticas de derechos humanos, sino Norma Morandini, figura intachable, quien apunta que no tiene que dar explicaciones a la familia Carlotto por sus posiciones en la materia, y señala que hay desvíos innobles que deben ser corregidos.
El cambio de gobierno, que en alguna medida concluye en la noche de este domingo en el debate presidencial -el primero de nuestra historia-, viene precedido de un auténtico sálvese quien pueda, en el cual las facciones enroladas bajo las banderas que amontonó Néstor Kirchner buscan dar un giro de timón a la tendencia electoral imperante, acumulando acciones falaces tales como mentir en las universidades o traccionar actores comprometidos a los medios para crear espanto.
Estaríamos ante un escenario bizarro y penoso, si no fuera por su furia anti democrática ciertamente condenable. La respuesta ha sido, hasta el momento, sumamente inteligente: el humor, que deja en ridículo a los protagonistas de la campaña de desprestigio. Se sabe que del ridículo no se vuelve.
Si existió alguna posibilidad de dar lugar a un acuerdo político entre Scioli y el sector de Sergio Massa, éste fue detonado por Axel Kicillof en una cuidada escenificación en la que destrató al líder del Frente Renovador llamándolo “forro”, por la crítica de este sobre que un preso gana en Argentina más que un jubilado. La respuesta del FR, en boca de Aldo Pignanelli, fue contundente: “Kicillof es un personaje siniestro, esquizofrénico, mediocre y burro. No entiende nada, no sólo de economía sino de política y de aspectos humanos. No puedo entender cómo una persona de esta calaña es ministro. Va a dejar la peor gestión en la historia económica argentina”.
El debate cerrará un círculo político al respecto del cual las respuestas legales que deberán dar los gobernantes salientes serán extensas en el tiempo y pueden abrir una agenda distinta en la administración pública en nuestro país.