Los hechos de los últimos días revelan cuán complejo es el tiempo por venir y la naturaleza variopinta de la política argentina.
El anuncio de la designación de dos ministros en comisión para integrar el más alto tribunal de la República trajo consigo sorpresa y estupor en los medios, la dirigencia y los sectores sociales interesados en la vida pública del país. Se trató de una decisión meditada, y no de un parche en la emergencia. El autor intelectual de la medida, el abogado Rodrigo Simón, admitió este fin de semana que hace dos años se había evaluado esta instancia: “No soy yo el ideólogo, sino el jurista americano Thomas Jefferson, de quien luego lo tomó el autor de la Constitución, Juan Bautista Alberdi“, señaló. “Además, la reforma del ’94 lo ratificó. No es que se lo olvidaron los constituyentes, sino que le cambiaron el número de artículo. Yo no creo en el espíritu de la norma, creo en la letra. Si hubieran querido cambiarla, lo hubieran hecho”. agregó Simón.
En una primera instancia, constitucionalistas de la talla de Daniel Sabsay se apuraron a señalar que la decisión era claramente inconstitucional. Pero sólo se trata de un capítulo poco conocido de la Carta Magna, aunque registra antecedentes en la historia reciente, ya que en 1984, el recurso fue interpuesto por Raúl Ricardo Alfonsín, en oportunidad de la necesidad de designar jueces del fuero federal.
La situación ya ha pasado a otra etapa, al aceptar el presidente Mauricio Macri elevar los pliegos al Senado con una suerte de preacuerdo surgido de la propia diatriba pública, que en su rechazo al método, unió las voces al calificar de excelentes profesionales a los nominados. Obvio es que, iniciado el procedimiento de rigor, se puede advertir que habrá un tratamiento exprés de ambas nominaciones.
El otro test ha sido el de la liberación del cepo, que colocó a muchos economistas y políticos en la línea de anunciar catástrofes. Nada de ello se advierte, y no sólo por la cifra en que se jugó la apertura, sino fundamentalmente por la conducta del público y operadores en general, que tomaron el cambio y sinceramiento del valor de la divisa norteamericana en un tono general de naturalidad que sorprende.
Un paso de vodevil extraordinario ha sido el anuncio del empresario Cristóbal López de no renovar el contrato al programa 678, dando por terminada la campaña militante para exigir a la administración de Hernán Lombardi que mantuviera el programa en el aire de la Televisión Pública. Final para una historia lamentable del peor periodismo posible: el militante.
Los anuncios económicos se han sucedido con un efecto catarata por estas jornadas: un nuevo crédito concedido por el Banco Mundial, el retorno de American Airlines, y los acuerdos con la Bolsa de Rosario por el ROFEX, así como el bono a automotrices por la deuda con sus casas matrices, despejan dudas que se habían venido alimentando sin sutilezas sobre el escenario posible del corto plazo.