Dos años en la cárcel por lucir una remera contra la tortura

Y una bufanda con el emblema de la revolución de 2011. El Gobierno de Al Sisi castiga la posesión y distribución de iconos de la oposición.

Mahumud-HuseinUna camiseta con el lema “Una nación sin tortura” y una bufanda con el recuerdo de la revolución que largó a Hosni Mubarak. Son las pruebas del delito que desde hace dos años mantiene en prisión preventiva a Mahmud Husein, un joven de 20 años que se ha convertido en el nuevo símbolo de la disparatada justicia egipcia y su infame aparato policial.
“Mahmud no es un activista. Era solo un adolescente de 18 años cuando fue detenido por llevar una camiseta que en realidad era mía”, relata a EL MUNDO Tarek, el hermano que trata de mantener el foco en el calvario de Mahmud en mitad de una nueva oleada de detenciones y una extensa lista de desapariciones forzosas en vísperas del quinto aniversario de las revueltas que alumbró la plaza cairota de Tahrir.
A principios de enero un tribunal de la capital egipcia prolongó por enésima vez durante 45 días su estancia entre rejas. Cuando expire la prorroga, Mahmud habrá agotado los dos años de prisión preventiva que fija como máximo la legislación local y que las autoridades han ignorado en otros casos como el largo martirio del fotoperiodista Shawkan. “Han aplazado la vista hasta el próximo 4 de febrero. Mi hermano está perdiendo sus años de juventud“, lamenta Tarek.
El joven, estudiante de secundaria cuando unos agentes se cruzaron en su camino y le pararon en un puesto de control, está acusado de posesión de explosivos y participación en una protesta ilegal en virtud de una draconiana ley promulgada tras el golpe de Estado de 2013 que ha ahogado las manifestaciones y enviado a la cárcel a los principales rostros del levantamiento de 2011. “Primero lo encarcelaron en la comisaría de Al Marg [un distrito a las afueras de El Cairo] y luego en varias cárceles de Egipto“, evoca Tarek.
Mahmud no ha escapado a las torturas de la temida policía egipcia. “Lo detuvieron el 25 de enero de 2014 cuando volvía a casa y fue interrogado al día siguiente”, cuenta su hermano. “Tras el arresto, los agentes -agrega- le golpearon durante una hora y fabricaron las acusaciones. Después, ya en la comisaría, fue sometido junto a un amigo a descargas eléctricas en zonas sensibles de su cuerpo. Mahmud pensaba que, cuando llegara el fiscal, le apoyaría pero le acusó de ser terrorista. Le enviaron a la cárcel donde le apalearon desnudo”.
Tras horas de vejaciones, el estudiante aceptó confesar lo que el oficial de la Seguridad Nacional buscaba. Un vídeo aportado como prueba de sus delitos recoge el testimonio de Mahmud, que asegura estar en posesión de explosivos, pertenecer a grupo terrorista y recibir dinero para salir a la calle y protestar. “Las huellas de las torturas a las que fue sometido eran visible un mes después de su arresto”, denuncia Tarek que suele visitarle desde entonces.
Un martirio que no han quebrado su voluntad. “Es un persona divertida a la que le gusta bromear. Sus mensajes enviados desde prisión son la mejor prueba. En una carta a una amiga le dijo que saldría pronto y llenaría el mundo de colores porque ha aprendido a dibujar entre rejas”, apunta Tarek. En su periplo por las infames cárceles egipcias, ha sufrido en carne propia las precarias condiciones en las que malviven miles de almas. “Ahora está en una celda con 30 personas en Tora [al sur de El Cairo]. Al menos puede dormir. En la anterior, tenían que hacer turnos”.

Presos de conciencia

Amnistía Internacional (AI) ha suplicado en repetidas ocasiones su liberación inmediata y sin condiciones. “Todos los cargos contra él deben ser retirados. Es un preso de conciencia detenido únicamente por ejercitar su derecho a la libertad de expresión y reunión”, indica la organización. Su “vía crucis” refleja -a juicio de AI- “la determinación del régimen egipcio de cortar de raíz la futura generación de activistas, manifestantes y líderes opositores”.
Lejos de atender las demandas, el Gobierno del ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi sigue empeñado en retorcer cualquier señal de disidencia. La pasada semana el Ejecutivo aprobó a propuesta del presidente un proyecto de ley que castiga la posesión y distribución de carteles, fotografías o pegatinas que “apoyen a organizaciones terroristas”.
El delito -que será añadido al código penal- establece penas de cárcel y multas por “publicar, producir, promover, importar, exportar, transportar y poseer, con la intención de comerciar, distribuir, alquilar o exhibir cualquier material impreso, insignias, dibujos, carteles, dibujos realizados a mano, fotografías o símbolos gráficos que constituyan símbolos de organizaciones terroristas”. Aunque no se ha fijado aún el listado de grupos, la norma es una nueva herramienta de represión contra movimientos catalogados como “terroristas” por El Cairo ante el escepticismo internacional.
En cualquier caso, no es la primera vez que un eslogan o símbolo envía a un egipcio a la trena. En noviembre de 2013, antes de que Mahmud inaugurara su tormento, un joven de 15 años fue arrestado después de que uno de sus profesores descubriera en su pupitre una regla, un cuaderno y un diario decorados con los cuatros dedos que los islamistas han elevado a emblema desde que el 14 de agosto de 2013 el feroz desalojo de la acampada de Rabea (el cuarto, en árabe) se saldara con cientos de fallecidos.