El ‘traje de músculo’ del japonés Kobayashi nació para ayudar a rehabilitar a personas con lesiones; hoy se usa en empresas de distribución y almacenes.
Apenas pesa seis kilos, y no impide caminar ni usar los brazos. Pero cuando su inventor, el japonés Hiroshi Kobayashi, le da al botón de activar, el exoesqueleto que ha diseñado, y que él denomina traje de músculo, ejerce una presión en las piernas y en la espalda que ayuda a levantar pesos de 20 o 30 kilogramos casi sin esfuerzo, y, lo que es más importante, protegiendo la zona lumbar. Otra cosa es que el peso tira de los brazos y las manos, y eso hay que aguantarlo. Por eso las pruebas son con esas masas. La máquina podría con más, pero el usuario no lo aguantaría.
Kobayashi hace la demostración en la Embajada de Japón de Madrid, que es la que se ha encargado de traer su invento a la Global Robot Expo que acabó este domingo en la capital. “La idea nació del interés en ayudar a las personas con lesiones”, cuenta el investigador. “Empecé desarrollando un brazo robótico. También pensé en unas piernas, pero había muchos problemas de caídas. Pero al hacer las pruebas me di cuenta de que el problema para coger peso no eran solo los brazos, sino las caderas. La zona de detrás de la espalda sufría mucho”, relata. Así nació este exoesqueleto.
Aunque su inventor lo llama traje de músculo, el aparato es un armazón metálico que se cuelga a la espalda como una mochila y que tiene un refuerzo que protege los riñones y unas extensiones que sirven para anclarlo y hacer palanca con las piernas. “Decimos que es de músculo porque las estructuras que regulan el movimiento son tubos flexibles de material sintético”, explica. En la demostración, el propio Kobayashi se encarga de oprimir los dos interruptores, el de bajar (agacharse hacia delante) y el de subir (incorporarse). “La idea es que el aparato, que funciona con una batería y un compresor de aire” que infla y desinfla los músculos artificiales “acompañe el movimiento”, dice. “Y que dé fuerza”.
En la vida real, el propio usuario puede activar los movimientos de dos maneras: con unos sensores en el pecho que opera con la mano, o, si estas van a estar ocupadas sujetando una carga, con una boquilla que se opera soplando.
El prototipo está en “las últimas pruebas antes de su uso generalizado”, dice Kobayashi. Inicialmente, él pensó que lo usarían residencias y centro de personas con alguna lesión o discapacidad, pero, de momento, ha vendido unas mil unidades a empresas de distribución y almacenes. “Cuando te acostumbras a usarlo, es muy cómodo. Además, solo funciona cuando lo activas”, expone.
Sin embargo, él no pierde la esperanza de que, solo o integrado en un equipo más completo, en el que él sigue trabajando, el exoesqueleto sirva para ayudar a personas con disfunciones motoras. “Está pensado para ellos. Alguien con una cierta movilidad y un poco de práctica puede ponérselo solo en 10 segundos”, dice Kobayashi.
La inspiración social del proyecto llega a la elección de la fábrica que deberá atender los pedidos si el producto tiene éxito. “Está en la prefectura de Fukushima, donde ocurrió el tsunami de 2013. Es una manera de ayudar a su recuperación”.