Anja Lovén se fue a Nigeria a rescatar a niños abandonados por superstición. Al más pequeño, de 2 años, lo ha hallado junto a un puesto de carne de perro. Famélico y con lombrices, se moría. Le llama Hope.
¿Cuántos niños arden abandonados en el infierno terrenal? Todos se encarnan en uno: este niñito moribundo y sin nombre de una aldea africana al que da de beber un ángel rubio y tatuado. Anja Ringgren Lovén lo encontró hace tres semanas sobreviviendo en la calle solo. Ahí está la humanidad pendiente de un hilo. Con dos años de edad, desnudo, sin habla, sin apenas fuerzas para tenerse en pie. Condenado a morir a la intemperie, dice Anja, por ser unniño brujo.
“He visto mucho aquí en Nigeria en los últimos tres años”, escribe en su Facebook el 31 de enero la creadora y directora de la ONG danesaDINNødhjælp, Fundación para la Ayuda, la Educación y el Desarrollo de los Niños Africanos (Acaedf en sus siglas en inglés). “Estas imágenes muestran por qué lucho”. Con su mensaje lanza a los cuatro vientos del mundo las fotos que han desatado en estos días una ola internacional de conmoción y solidaridad y han puesto el foco sobre el efecto letal de la superstición.
La instantánea del ángel rubio y tatuado que salva al raquítico niño brujo aún no existe en la mañana del sábado 30 de enero. Un día más en su breve vida, un ser muy pequeño languidece en una aldea del estado de Akwa Ibom, al sur de Nigeria, a hora y media de la capital, Uyo. Levanta apenas medio metro del suelo. ¿Tendrá dos años? Está desnudo y descalzo, se le marcan las costillas de pura hambre, tiene las piernas arqueadas, dedos de los pies torcidos, pelo mustio, llagas en el rostro. Pasa el día y la noche en estas calles de tierra. Solo. Los adultos y los niños, gente muy pobre, van y vienen sin prestarle atención. Existe pero no existe. Vive de comer sobras que recoge o que alguien le da. Se pone cerca del puesto de un carnicero de carne de perro. Se muere. Se agarra a la vida.
Esta misma mañana de sábado, Anja, danesa de 37 años, se ha levantado en el orfanato en las afueras de Uyo que dirige junto a su marido, el nigeriano David Emmanuel Umem. La pareja tiene un hijo biológico de año y medio, sonriente y sano, David junior, y otros 35 niños y niñas que rescataron de las calles a las que les arrojaron sus familias y vecinos marcados por el estigma de ser niños brujos, en la doble acepción de estar “embrujados” o “endemoniados” y de transmitir, sin ellos darse cuenta, maleficios a sus mayores.
Luchar contra esta superstición espantosa producto de la ignorancia y la miseria llevó a esta mujer que se declara atea a fundar su ONG en la ciudad danesa de Aarhus, a dejar su trabajo en una tienda de ropa, a vender sus posesiones y a instalarse desde hace tres años en esta zona de Nigeria, a orillas del Atlántico y rica en petróleo, de donde es su marido.
Tras la llamada de un informante, la pareja sale a la carretera en misión de rescate acompañada por un equipo de la productora danesa Sand TV -el periodista Jeppe Sig y la camarógrafa Anne Isbak-, que graba un documental para la cadena de su país DR2 sobre el trabajo de su compatriota. Su poderoso look la ha ayudado a darse a conocer en su país y, ahora, en todo el mundo: esta blanca, rubia y tatuada llama la atención cuando posa sonriente entre los niños y trabajadores negros de su orfanato. Aunque su tatuaje más significativo es el más pequeño. En los nudillos de la mano izquierda lleva grabadas las letras de la palabra hope. Que en inglés significa esperanza, pero que también es el acrónimo de su lema: Helping One Person Everyday. “Ayuda a una persona cada día”.
Rescate ‘in extremis’
Le han dicho que en un pueblo a dos horas, camino de Oron, hay una niña de 8 años abandonada por bruja. La reciben con hostilidad. Los hombres que ejercen como jefes del poblado prohíben que busque y se lleve a la niña. Allí no se ve ley ni autoridad a la que pedir que intervenga.
Anja Lovén no puede responder a la llamada de Crónica desde Nigeria, pero el periodista Jeppe Sig, su compañero de búsqueda ese día, recuerda por teléfono desde Dinamarca qué ocurre a continuación.
“Nos fuimos, decepcionados. En el camino de vuelta al orfanato, nos dijeron dónde había otro niño abandonado. Nos paramos en un pueblo pequeño, que estaría como a hora y media de la capital. Había un puesto de carne de perro, con perros en jaulas, y le pedimos permiso al dueño, que parecía el jefe de la tribu, para grabar. Entonces me fijé en el niño, que estaba a unos 30 metros”. El carnicero de perro les cuenta que el niño es de allí y que sus padres lo abandonaron y se fueron, relata Jeppe (Anja ha precisado que el crío sobrevivía solo desde hace ocho meses).
“El jefe no habló de brujería. No lo admiten ante extranjeros. Pero Anja y David estaban bastante seguros de que lo habían abandonado marcado como niño brujo. No sabemos su historia. No sé cómo se llama el pueblo. Lo único que sabemos es que estaba solo. Eso es lo más horrible, la gente conocía al niño y pasaba al lado y lo veían sentado, muriéndose. Puede que porque son pobres y piensan: es el niño de otro, no tengo para darle de comer. O porque tienen miedo y son muy supersticiosos. Imagínate, día y noche viviendo en la calle. No tenía fuerzas para moverse”, describe el periodista danés.
¿Qué hace el niño cuando ve la sobrenatural aparición de Anja y los demás blancos? Intenta captar la atención. “Al principio nos miró. Empezó a llorar un poco, pero no tenía fuerzas. No hablaba, apenas producía sonidos. Para conseguir comida, cambió de táctica. Se puso a moverse como si estuviera bailando. La gente del pueblo aplaudía. Como un circo. Usó sus últimas fuerzas para bailar para nosotros. Y se cayó”, detalla Jeppe Sig.
Anja acerca una botella de agua a la boca del diminuto niño y le ofrece galletas, como se ve en la foto que les hace el voluntario Martin Nilsson. Luego lo coge en brazos y lo envuelve en una manta. La mirada del niño parece la de alguien que ha sufrido un siglo de guerra.
“A pesar de que Anja ha experimentado muchos horrores en Nigeria, me dijo: ‘Este rescate es uno de los más duros que he vivido'”, recuerda el periodista. “Pero en situaciones como ésta, se mantiene fría. No puede mostrar sus sentimientos. Se pondría en peligro”.
Llega el tenso momento de “pedir permiso” al jefe para llevar al niño a un hospital. Le dan una propina, “para whisky o lo que sea”, a fin de que no frustre la misión.
Transfusiones de sangre
Recuperado para la sociedad bajo las alas providenciales de Anja, la voluntaria pone nombre al niño anónimo: Hope. El tatuaje de sus nudillos. Ingresado en un hospital público en Uyo, al pequeño Hope empiezan a hacerle transfusiones diarias de sangre para que recupere glóbulos rojos. Tiene el intestino infestado de lombrices. Le duele.
El 31 de enero, al dar noticia del rescate, Anja dice en Facebook: “Todos esperamos que sobreviva”. Y hace un llamamiento para pagar la hospitalización. La historia de Hope se hace viral en las redes sociales y sólo dos días después Anja revela que las contribuciones en ese tiempo ya han superado el millón de euros (sin contar lo que ha llegado desde entonces. Ojo:un estafador ha creado un perfil falso de Facebook usando esta foto). Una fortuna en Nigeria que le permitirá construir su nuevo orfanato y una clínica para más niños brujos.
Se recupera rápido. El 2 de febrero escribe Anja tras una visita al hospital: “¡Verlo sentarse y jugar con mi propio hijo es la mayor experiencia de mi vida! Esto es lo que hace la vida tan bonita y valiosa”. Está convencida de que Hope empezará a hablar en cuanto lo reúna con los demás niños de su centro: “Se han enfrentado a la peor tortura y abuso infantil que os podáis imaginar. Algunos incluso a abusos más severos que los que ha sufrido el pequeño Hope. ¡Sus historias son terroríficas! Pero hoy todos nuestros niños viven una buena vida, yendo al colegio a diario, una vida llena de amor, llena de esperanza”.
Anja denuncia que hay miles de casos. En 2010, el entonces gobernador del estado de Akwa Ibom, Godswill Akpabio, dijo a la CNN que las denuncias son “exageradas” y el problema, “mínimo”. Recordaba que desde 2008 acusar a un niño por “brujo” es un delito castigado con hasta 15 años de cárcel, y que eso “puso la situación bajo control” (en los dos primeros años no se condenó a nadie).
Sin embargo, la nigeriana Gloria Peter Ekereuwem, que lleva 30 años en España, preside en Sevilla la ONG Mujeres Entre Mundos y es de Akwa Ibom, corrobora las denuncias de la danesa y dice a Crónica que “hay cada día más niños y niñas arrojados a la calle acusados de brujos, desde los dos años”. En lengua ibibio les llaman ifot.
Gloria acusa a las autoridades de pasividad ante esta lacra, “un brote de hace quince o diez años” que alimentan algunos sacerdotes de iglesias evangélicas y curanderos. Ante niños que lloran mucho, son traviesos o sufren una enfermedad, “les dicen a los padres que sus hijos son brujos, y les sacan dinero. Les piden 10.000 nairas, 50 euros, para “sacarle el demonio” y “curarlo” con rezos y bebidas, luego les piden más dinero, y más, y más. Muchos padres no pueden pagarlo. Y abandonan a los niños”, inocentes sacrificados como chivos expiatorios de los males de sus mayores.
“La solución es la educación. Hay que ir a hablar con los pastores, con las tribus, con la comunidad, para explicar los derechos del niño; si no, seguirán echándolos a la calle”, alerta la nigeriana, que busca financiación (30.000 euros) para lanzar una campaña de sensibilización en Akwa Ibom, el estado donde, junto al vecino Cross River, dice que ha surgido y extendido por su país un mal continental. Reprocha también a Nollywood, la industria audiovisual nigeriana, por fomentar el tópico criminal de los niños brujos en lugar de combatirlo. Espeta a sacerdotes charlatanes, jefes de tribu y productores: “Estáis matando a vuestra juventud, a quien puede ser el médico que te puede curar”.
“Las niñas sufren violaciones, les contagian el sida. A los niños los explotan. Les tiran piedras, tornillos. Les echan ácido. Les cortan con machetes. Los otros niños se ríen de ellos. Ha habido asesinatos. Yo he visto muchos casos. Te parte en dos. Lo que te cuento es poco. Hay que verlo”.
Gloria y Anja coinciden en que esta atrocidad requiere una intervención internacional contra la superstición, y que se enfrentan a una gran resistencia. Al tabú. “Mucha gente ha intentado detenernos, gente ignorante que quería castigarnos por decir la verdad”, ha escrito este jueves Anja, confesando que ha estado a punto de abandonar muchas veces. Pero ahora se alza triunfante, sintiéndose acompañada en su misión por una legión de internautas que le envía ánimo y dinero. Algo ha cambiado. Todo por el niño brujo que apenas se tenía en pie, solo y desnudo, cuando su ángel tatuado se agachó para darle de beber y lo abrazó envuelto en un manto. Hope. Un puñetazo en la conciencia llamado Esperanza.