No es una batalla política más: es la batalla política que la ciudadanía de a pie venía esperando desde hace años, esa bocanada de dignidad que le concediera al votante la respuesta esperada en democracia. Traducido al cotidiano marplatense: gobierna quien fue elegido para gobernar, y no un amo de la comarca que trata a todos como sirvientes.
Esta semana, el multialdrey intentó desviar la atención sobre el desalojo que Lotería hizo de las máquinas de juego ubicadas en el Hotel Provincial, acusando a la empresa Bolt de ser quien llevaba adelante la explotación comercial del juego de manera clandestina. Es más: Iglesias afirmó ante terceros su felicidad por dicho desalojo, ya que ahora le quedaría más espacio para alquilar salón para fiestas. El argumento no podría ser más groseramente mentiroso.La reacción de Aldrey a la situación fue convocar a una reunión en el Provincial para desarrollar una tormenta de ideas (o algo así) que permita una contraofensiva político-mediática que, cuanto menos, dé tablas al avance de la restauración de su poder en la ciudad.
Uno que salió a argüir por el coruñés depredador fue el ex concejal, ex integrante del consorcio portuario y ex delegado de Pesca de la provincia Daniel Sosa, quien criticó al intendente Arroyo por actuar en contra de un empresario “que trajo inversiones internacionales a la ciudad”. Salvo que Sosa sepa de dónde proviene el lavado de capital que el socio de Iglesias puso en el shopping de la vieja terminal, capital internacional no se aprecia en sus negocios. Sosa puso la cara, y otros, como Luis Stufano -titular de la ONG Dignidad-, los hermanos Trujillo, el presidente de la terminal de cruceros, el abogado Eduardo Camaño -quien sigue amarrado al cargo percibiendo emolumentos públicos por un área que nunca funcionó- escucharon la diatriba enardecida que desplegó Aldrey, anunciando catástrofes variopintas, a la espera de que “ese Arroyo venga de rodillas, como vino Russak”.
Los serviles adulaban al amo, que, sacado, imaginaba que la camioneta volcada por el ex titular del Emvial Miguel Guzmán sería algo así como un “Volkswagengate”, y la contratación de Darío Volonté, el ejemplo máximo del doble discurso oficial. Y resulta que no ha sucedido ni lo uno ni lo otro, porque tal como señalaba el anillo del desaparecido mandamás de la AFA, “todo pasa”. Y pasa no por indiferencia: pasa porque de esto la población ya sabe. Sabe ya que La Capital es un instrumento de poder que acollaró a intendentes, que los despojó de su dignidad personal y los usó para meterse la plata de la sociedad en su bolsillos. Los vecinos saben lo que los imbéciles que babean en torno a Aldrey ignoran.
Esto es una pelea por la dignidad. Si además barren las calles, recogen la basura, tapan los baches y pagan las cuentas a tiempo, mejor. La elección de Carlos Fernando Arroyo no fue para llevar a un estadista genial a la intendencia, sino para reponer la dignidad del cargo al frente de los asuntos públicos de la ciudad. De eso se trata.