Recorrido por el Londres más islamista

Entramos en un Londres que nunca hubiésemos imaginado. Descubrimos cómo grupos islamistas controlan todo un barrio imponiendo, con dinero del contribuyente, la ley Sharia en templos, escuelas y tribunales. Así se radicalizan los británicos que se unen al terrorismo islámico.

Londres-islamitaSyhed tiene 34 años y es de Bangladés. Hoy está contento. Acaba de recoger su certificado de divorcio. Syhed no sale de ningún juzgado, sino de un chalet adosado en el este de Londres, situado a un tiro de piedra del reluciente Parque Olímpico. Se trata del Consejo de la Sharia Islámica de Leyton. Es el más antiguo e importante del Reino Unido. No hay cifras oficiales, pero se estima que en todo el país existen alrededor de 85 de estos ‘tribunales’. Están en casas particulares y mezquitas y operan bajo el sistema legal derivado del Corán.
Según el último censo, en la capital británica viven alrededor de un millón de musulmanes. La gran mayoría están completamente integrados en la sociedad. Pero en el Este de la ciudad, se concentra una comunidad que tiene sus propias leyes, sus propias escuelas, sus propios líderes, sus propios templos. Todos ellos, vinculados o controlados por grupos radicales como el Islamic Forum of Europe (IFE). Creada por Jamaat-e-Islami Chowdhury Mueen-Uddin, condenado a muerte en noviembre de 2013 por el Tribunal de Crímenes de Guerra de Bangladés, la organización extremista solo tiene un objetivo: imponer un ‘Califato’ en Europa.
Cuando uno pasea por los barrios de Newham y Tower Hamlets se transporta a otro mundo. Incluso los nombres de las calles están escritos en bengalí. Algunos jóvenes pueden llegar a vivir sin hablar inglés y sin relacionarse con otras personas que no sean musulmanas. Es el caldo de cultivo perfecto para los radicales. Los escolares crecen bajo la sombra de la ideología extremista, en gran parte, financiada por el contribuyente británico.

¿Cómo convive el Londres radical con la capital financiera de Europa?

En el Consejo de la Sharia de Leyton, se escuchan alrededor de 50 casos al mes, la mayoría de ellos disputas matrimoniales. Nueve de cada 10 son presentados por mujeres. Bajo la ley islámica, la única manera de que una mujer pueda conseguir el divorcio es a través de estos tribunales.
“Mi ex consiguió los papeles en 2013. Yo no me había preocupado de venir a recogerlos, pero ahora voy a empezar una nueva relación y la familia de mi novia me exige una prueba de que soy libre”, explica Syhed a El Confidencial. “Este papel no vale nada en este país, pero mi intención es volver a casarme y regresar a Bangladés algún día. Y allí todo es por la ley islámica”, añade.
En virtud de la Ley de Arbitraje de 1996, estos tribunales son reconocidos legalmente en el Reino Unido para proporcionar -solo en determinados casos- una forma de Resolución Alternativa de Disputas. Pero la justicia no es igual para todos. Syhed asegura que no ha tenido que pagar nada por el documento. Las mujeres, sin embargo, tienen que desembolsar como mínimo 400 libras (516 euros) y llevar a dos testigos varones para conseguir los papeles.
Syhed niega esta realidad. “Estos tribunales lo único que hacen es ayudarnos a resolver nuestras cosas. No he escuchado nunca algo así”, dice. Con todo, reconoce que algunos de sus amigos no están dispuestos a dar el divorcio a sus esposas.
Y en esos casos, ¿qué ocurre? El Confidencial se puso en contacto con el consejo de Leyton, pero no recibió contestación alguna. Si la petición hubiera sido aceptada, habría que haber pagado un mínimo de 200 libras (258 euros) antes de cualquier entrevista.
Layla tiene 43 años y es de Somalia. No quiere ser fotografiada. Hoy ha empezado con los trámites de separación. El proceso puede alargarse durante tres años, y en su caso más tiempo, porque su esposo ha desaparecido y no hay manera de contactarle. “Me han tratado muy bien. En mi cultura también tratan muy bien a las mujeres”, contesta algo ofendida cuando le pregunto por la supuesta discriminación. “No se puede obligar a nadie a estar con otra persona si ya no la quiere”, matiza. Su hermana toca impaciente el claxon del coche. Le incomoda que Layla hable con periodistas. “Aquí no hacemos nada malo”, dice antes de meterse en el vehículo.
Tres son los requisitos para acceder al Consejo de la Sharia: llevar la cabeza cubierta, no fumar en su interior y no estar bajo los efectos del alcohol

2. Mezquita de Whitechapel

A medida que uno se acerca a la parada de metro de Whitechapel, va viendo más mujeres con velo como el de Layla. El ‘niqab’ (que solo deja al descubierto los ojos) se impone como uniforme obligatorio a las niñas a partir de los 11 años en muchos los colegios de la zona, como el Madani Islamic School de Myrdle Street, situado justo detrás de la Mezquita East London.
La inmensidad del templo impone. Ocupa absolutamente toda la manzana. Y actualmente están construyendo otra extensión para ampliar la zona de rezo. Durante años, la pequeña sinagoga de Great Fieldgate Street sobrevivía entre medias del edificio, pero en julio del año pasado la mezquita consiguió comprarla por 1,5 millones de libras (dos millones de euros). Aunque no es tanto la extensión lo que preocupa a los expertos, sino los extremistas a los que se invita, como el imán Abdullah Hasan, quien describe a los judíos como “adoradores del diablo” y elogia a Osama Bin Laden.
Con este tipo de datos, uno visita el templo con bastante recelo. Espera encontrarse un sitio oscuro, sospechoso y de difícil acceso para los no musulmanes. Pero nada más lejos de la realidad. Las puertas están abiertas para los visitantes y el trato no puede ser más amable. Existe incluso la posibilidad de hacer ‘tours’. Son gratuitos, se paga solo la voluntad, y al finalizar la visita, uno recibe un libro sobre el significado del Corán y tres guías donde se explica la posición del islam con las mujeres, el mundo occidental y la ciencia.
“¿Quién de ustedes sabe quién era el profeta Mahoma?”, pregunta animadamente el guía. El lugar de rezo es tan solo una mínima parte del edificio. El resto es un centro social para la comunidad dividido en una parte para mujeres y otra para hombres. “Aquí todo el mundo es bienvenido”, comenta mientras cruzamos un pasillo con un gran ventanal por el que se pueden ver unas colmenas. “Producimos nuestra propia miel, el último tarro de la temporada fue subastado y se llegaron a pagar 2.000 libras [2.500 euros]”, apunta orgulloso.
Desde 2006, la mezquita ha recibido, al menos, tres millones de libras (3,8 millones de euros) procedentes del contribuyente británico, la mayoría destinadas a programas de lucha contra el extremismo. Aunque la verdadera fuente de recaudación proviene de las donaciones de los fieles.
En el piso de abajo, por ejemplo, se puede ver un mosaico que simboliza el edificio. Dentro de cada pieza, está escrito el nombre de la familia que dio dinero para la construcción. Los locales de los bajos del centro también pagan alquiler. Hay una cafetería, una tienda para mujeres con distintos modelos de velos y una oficina de la ONG Muslim Aid.
Al terminar el ‘tour’, pregunto al guía por Abdullah Hasan, pero no le consta su visita. “No somos radicales, no causamos problemas, no tenemos nada que ocultar. Aquí entra todo el que quiere, como has podido ver. Participamos y ayudamos a la comunidad”, contesta.

3. Gueto de Tower Hamlets

La realidad que dibuja Samuel Westrop, sin embargo, es completamente opuesta. El director de Stand for Peace, ‘think-tank’ especializado en erradicar el extremismo, asegura que la mezquita está controlada por el grupo radical Islamic Forum of Europe (IFE).
“Al igual que muchas otras instituciones Jamaat-e-Islami, la mezquita es sumamente amable con los visitantes. Su cepa del islam radical es más potente a través de la influencia política y el engaño público, que mediante la violencia o la intolerancia abierta. Están aleccionados para utilizar métodos liberales y democráticos en su búsqueda, en última instancia, de un ideal no liberal y antidemocrático”, detalla. “Pero si analizas lo que hay dentro, verás que está controlada por un grupo con intolerancia extrema hacia los no musulmanes, mujeres, homosexuales y judíos. No estoy diciendo que todos los que vayan allí sean radicales, pero está probado que está dirigida por radicales”, matiza.
Durante los últimos años, distintas ONG y medios de comunicación han denunciado el poder de IFE en las instituciones locales del Este de Londres. Aparte de colegios y templos, hasta hace muy poco, el grupo radical también dominaba el ayuntamiento del distrito, hasta que el alcalde, Lutfur Rahman, fue cesado el año pasado acusado de “corrupción y prácticas ilegales”.
En 2010, Rahman, nacido en Bangladés y criado en la capital británica, fue elegido por primera vez con votantes fantasma registrados en casas abandonadas. Tras su victoria, el grupo extremista se congratuló por haber colocado a uno de sus “hermanos en el puesto de poder”. A pesar de que solo el 34% de la comunidad de Tower Hamlets es musulmana, durante su mandato, la totalidad del gabinete estuvo formado por musulmanes de Bangladés.
El departamento de Finanzas era controlado por Alibor Choudhury, con un largo historial de antecedentes policiales, quien desviaba las subvenciones públicas de organizaciones seculares para destinarlas al IFE y otros grupos musulmanes. En 2011, por ejemplo, se destinaron 105.887 libras (136.000 euros) -como parte del programa de “prevención del extremismo violento”– a Osmani Trust, una ONG que, supuestamente, trabaja para “ayudar a los jóvenes en la educación”. Durante una de las charlas, su director, Muhammad Rabbani, apuntó: “Nuestro objetivo es crear el verdadero creyente, para luego movilizarle en la ‘dawah’ [predicación], ‘hisbah’ [cumplimiento de la ley islámica] y la yihad”.

4. London East Academy

Más importante aún, la Mezquita de East London gestiona su propia escuela, la London East Academy. Se trata de un centro privado para educación secundaria, solo para varones. En marzo, el ‘Evening Standard’ informó que Zubair Nur, uno de sus estudiantes, supuestamente se había unido al ISIS.
Según Stand for Peace, el colegio también está controlado por el IFE. En octubre de 2014, el regulador educativo Ofsted ya alertó de que los alumnos tenían “influencias extremistas”. Entre los miembros de la directiva de la escuela se encuentran Gulam Robbani, que dirigió la campaña a la alcaldía de Rahman, y Abdul Qayyum, imán de la mezquita y signatario de la Declaración de Estambul, un documento que aboga por los ataques contra las comunidades judías y las tropas británicas.
Al terminar la jornada escolar, espero en la puerta. Los jóvenes salen con sus mochilas y ataviados con el ‘thawb’ (túnica). Las pocas madres que se acercan a recoger a sus hijos evitan hablar en cuanto se menciona la palabra radical.

Bethnal Green Academy

La situación se repite en Bethnal Green Academy. Al colegio tan solo le separan unas calles de Brick Lane, uno de los barrios de moda. Al dejar atrás la avenida principal con destino al metro de Old Street, uno vuelve a meterse en otro Londres paralelo. Las estudiantes también llevan velo de un negro intenso.
Esta escuela acaparó todos los titulares en febrero de 2015 cuando tres de sus estudiantes, de 15 y 16 años, decidieron escaparse de sus casas para viajar hasta Siria y allí poder casarse con un yihadista del ISIS. Seguían los mismos pasos realizados meses antes por otra compañera. En marzo del mismo año, las autoridades retiraron el pasaporte a otras cuatro chicas del mismo centro que mostraban idénticas intenciones.
¿Qué lleva a ocho jóvenes del mismo colegio a querer unirse al Estado Islámico? La propaganda ‘online’ fue la explicación que se dio en su momento. Sin embargo, más tarde salió a la luz en el ‘Daily Mail’ un vídeo donde se podía ver al padre de una de las menores atendiendo a una marcha encabezada por el clérigo radical Anjem Choundary. También estaba Michael Adebowale, el mismo que asesinó a plena luz del día al soldado Lee Rugby con un chuchillo al grito de “Alá es grande”.
El director de Bethnal Green Academy, Mark Keary, asegura que la policía ha confirmado que no existen evidencias de que la radicalización de las menores se llevara a cabo en el centro. “Los estudiantes no pueden acceder ni a Facebook ni Twitter en los equipos del colegio”, matiza.
Sin embargo, distintos profesores parecen albergar puntos de vista extremistas. Tasif Zaman, responsable de orientación, ha expresado a través de las redes su apoyo a Babar Ahmad, un islamista británico condenado por cargos de terrorismo por un tribunal de Estados Unidos en 2014. También ha pedido la liberación de Shaker Aamer, a quien el líder de Al Qaeda Abu Zubaydah describió una vez como un reclutador “muy activo” para el grupo terrorista.
Por su parte, Nabila Akthar, coordinador de eventos, es también responsable de Red Leaf. Se trata de un grupo islámico que da cobijo a activistas extremistas como Muddassar Ahmed, de la secta Tabligh, o Anas Al-Tikriti, de los Hermanos Musulmanes.
“Los escolares de Tower Hamlets crecen bajo la sombra de la ideología extremista, en gran parte financiada por el contribuyente británico. Mientras tanto, los medios de comunicación y los políticos están ocupados debatiendo las causas de la radicalización”, explica Westrop.
“¿Cómo es posible que diferentes ‘think tanks’ especializados hayan llegado a las mismas conclusiones y el Gobierno, con más medios, no vea esta realidad?”, pregunto. El experto asegura que los diferentes ejecutivos han trabajado con grupos radicales, ya que suponían “que los extremistas no violentos eran un aliado útil en la lucha contra el terrorismo”. “Es ahora cuando finalmente están empezando a entender que los extremistas no violentos, de hecho, juegan un papel clave en la radicalización de los jóvenes musulmanes y son, a menudo, parte de las redes terroristas más grandes”, matiza.

5. Mezquita del yihadista John

La mezquita está situada al noroeste de Londres, al lado de las mansiones de Notting Hill y el turístico mercadillo de Portobello. Fue inaugurada por el príncipe Carlos hace 15 años. El templo solo ocupa un tercio del edificio. El resto es un centro para las distintas actividades que se organizan para los vecinos, tanto musulmanes como no musulmanes. Hay clases de zumba, yoga, karate, inglés…
Familias enteras con los niños corriendo por los pasillos charlan animadamente con una mujer. Se trata de Saleha Islam, la directora. El apellido demuestra que su destino estaba escrito. Es la primera mujer en toda Europa al frente de una institución islámica. Ninguno de los reportajes que han salido estos días ha reparado en este ‘pequeño’ detalle tan revelador.
¿Se radicalizó en la mezquita más abierta del Viejo Continente uno de los asesinos más sangrientos? Islam lo niega con rotundidad. Ni siquiera recuerda verle por allí. “Estudié educación social y he trabajado durante muchos años con la policía contra la explotación infantil. Ahora sigo colaborando con las autoridades. ¿Cree que iba a poner en riesgo mi reputación dirigiendo una mezquita de radicales?”, explica.
“La gente se piensa que esto es como las iglesias. Los cristianos van los domingos a misa. Puede haber un centenar. El sacerdote conoce a todo el mundo. Pero aquí es distinto. Nosotros rezamos cinco veces al día. Hay muchísima gente de paso. Los viernes, por ejemplo, tengo 3.000 personas. Y durante el Ramadán, puedo llegar a tener hasta 10.000. Hay muchos que están de viaje y hacen una parada y luego se van. Yo no puedo controlar lo que hacen todas estas personas cuando vuelven a sus casas”, asegura.
“Si van a una cafetería o al colegio, no pasa nada. Pero si vienen a la mezquita, es cuando surgen los problemas. Nosotros somos muy claros respecto a cuál es nuestro papel y muy transparentes en nuestro mensaje. Condenamos todas las atrocidades que hace esta gente”, añade.
Nadie en Al-Manaar -que nunca antes había sido vinculado con extremistas- dice haber conocido al Yihadista John. Expertos consultados por El Confidencial aseguran que el terrorista no se radicalizó en el centro, sino en las calles, las calles de ese Londres donde se vive una realidad paralela. Las calles donde prevalece la cultura extremista impuesta por redes islamistas ‘no violentas’ que se han autoproclamado representantes de la comunidad musulmana sin serlo. Radicales que siguen recibiendo fondos públicos mientras las autoridades se preguntan cómo erradicar el problema.