Sigurður Ingi Jóhannsson, ministro de Agricultura anunció en directo la dimisión y asumirá el cargo de primer ministro islandés de forma temporal.
Los ‘papeles de Panamá’ se han cobrado su primera y notoria víctima política: Sigmundur Davíð Gunnlaugsson ha dimitido este martes como primer ministro de Islandia, ante el alborozo general de miles de ciudadanos amotinados ante el Parlamento en Reikiavik, en escenas de indignación popular como las vividas en el clímax de la crisis financiera.
El primer ministro había llegado a pedir el martes por la mañana la disolución del Palarmento al presidente del país nórdico, Ólafur Ragnar Grímsson, que rechazó en primera instancia su propuesta. La presión popular y la guillotina de una moción de censura a cargo de los partidos de la oposición pusieron finalmente a Gunnlaugsson contra la espada y la pared.
Gunnlaugsson, de 41 años, había hecho Historia en 2013 como el primer ministro más joven de Islandia, tras su fulgurante ascenso al liderazgo del Partido Progesista, cuatro años después de haber sido elegido por primera vez parlamentario. Desde su llegada al poder, había defendido con dureza el sistema financiero islandés contra los “buitres extranjeros de la especulación”, en sus propias palabras.
Según los documentos de la compañía Mossack Fonseca, filtrados por varios medios británicos y por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, Gunnlaugsson y su esposa, Sigurlaug Pálsdóttir, fueron copropietarios de la compañía Wintris, basada en las Islas Vírgenes Británicas, en la que llegaron depositar el equivalente a 3,5 millones de euros en bonos de tres bancos islandeses.
Los dos vivían entonces en el Reino Unido, cuando su esposa recibió los millonarios beneficios de la venta del negocio de su padre, el mayor importador de Toyota de Islandia. El dinero, según ha trascendido, fue “desviado” a un paraíso fiscal para eludir impuestos.
Cuando Gunnlaugsson fue elegido parlamentario en 2009, no declaró sus acciones en la compañía de la Islas Vírgenes, vendidas a finales de año a su propia esposa por el precio simbólico de un dólar. Al ser elegido primer ministro cuatro años después, tampoco declaró sus intereses en el pasado en la compañía.
Su nombre, sin embargo, fue uno de los primeros en trascender en el escándalo de los ‘papeles de Panamá’, junto con el del presidente ruso Vladimir Putin. El diario ‘The Guardian’ reveló los turbios manejos financieros de Sigmundur Davíð Gunnlaugsson a última hora del domingo y la ira popular no tardó en estallar.
Desde la madrugada del lunes, pacientemente, hasta 10.000 islandeses (en un país de poco más de 300.000) se fueron congregrando a las puertas del Parlamento pidiendo la dimisión del primer ministro, ‘armados’ con pancartas y plátanos, denunciando su contribución a la reputación de Islandia como “república bananera”. Más de 30.000 ciudadanos se sumaron entre tanto a la petición ‘online’, pidiendo la cabeza de Sigmundur Davíð Gunnlaugsson. La oposición al completo -socialdemócratas, piratas, Izquierda-Verdes y Futuro Brillante- había puesto en marcha un voto de censura para esta misma semana.
Gunnlaugsson intentó salvar el tipo pidiendo la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas. La negativa inicial del presidente Ólafur Ragnar Grímsson sirvió para incendiar aún más la indignación popular. Cuando se hizo pública la dimisión, a primera hora de la tarde, las calles de Reikiavik estallaron en una celebración colectiva.
Los islandeses fueron aún más allá y pidieron simultáneamente la renuncia del actual ministro de Finanzas, Bjarni Benediktsson, líder del Partido de la Independencia, también ‘fichado’ en los ‘papeles de Panamá’ por sus intereses en la compañía Falson & Co, basada en las islas Seychelles.
En medio del caos repentino tras la renuncia de Gunnlaugsson, el minitro de Agricultura, Sigurður Ingi Jóhannsson, declaró al canal estatal RUV que él mismo ocupará provisionalmente el puesto de primer ministro. El movimiento de piezas requiere sin embargo la aprobación de los socios de coalición del Partido de la Independencia y del presidente Ólafur Ragnar Grímsson.
La crisis política en el país nórdico está nuevamente servida por este escándalo que ha revivido los peores fantasmas de debacle financiera, cuando miles de islandeses se echaron a la calle para negarse al rescate de la banca con dinero público, forzaron la caída del Gobierno y contribuyeron a la redacción de una nueva Constitución. Islandia ha sido el país que con más celo ha castigado a sus banqueros por su responsabilidad en el colapso financiero: 26 han sido sentenciados y condenados a un total de 74 años de prisión.