El alarmante aumento de los delitos sexuales en el transporte público londinense plantea alternativas radicales como los vagones sólo para mujeres.
Los casos de acoso sexual en el metro y la red de transporte público de Londres se han triplicado en el último quinquenio hasta superar un promedio de un centenar al mes (el año pasado se produjeron 1.400 denuncias, y la policía estima que un 90% de los episodios no se reportan). Aunque en parte responden a una serie de campañas para concienciar sobre el problema, las estadísticas suscitan un debate sobre las medidas que se deberían adoptar.
El metro londinense mueve 3,5 millones de pasajeros al día, y a partir del otoño varias líneas permanecerán abiertas toda la noche durante los fines de semana, con lo que aumenta la sensación de inseguridad para las mujeres que viajan solas. El líder laborista, Jeremy Corbyn, se ha declarado partidario de que haya al menos un vagón al que los hombres tengan prohibido el acceso, pero numerosos políticos y organizaciones feministas consideran la idea derrotista y contraproducente. Prefieren mayor presencia policial, más cámaras de circuito cerrado y mejor iluminación de los andenes y estaciones como elementos disuasorios.
Se cumple ahora justamente un año de que el diario The Guardian lanzó una campaña para que las víctimas relataran sus experiencias (el vídeo que la acompaña ha sido visto por cuatro millones de personas), y una de las sorpresas es que la mayor parte de los incidentes no ocurren por la noche, cuando el alcohol es un factor que tener en cuenta, sino a las horas punta de la mañana y la tarde, con los usuarios vestidos para ir al trabajo. Una sentencia típica por toquetear a una mujer contra su voluntad aprovechando la aglomeración de los vagones (el suceso más frecuente, aunque los hay más graves) es de seis meses de cárcel con libertad bajo fianza, y la incorporación del nombre del culpable al registro nacional de delincuentes sexuales.
“Las estadísticas y los descubrimientos de la campaña destruyen el mito de que los autores de delitos sexuales en el transporte público son borrachos que actúan de noche contra chicas que van vestidas para ir a la discoteca –dice Sarah Green, directora de la Coalición contra la Violencia a las Mujeres–. Se trata de un problema de 24 horas al día, en el que los perpetradores son con frecuencia individuos de apariencia absolutamente normal, vestidos de traje y corbata, de quienes nadie pensaría alejarse por prudencia”.
El reciente anuncio de que un operador privado alemán de ferrocarriles va a introducir vagones exclusivamente para mujeres en la línea entre Leipzig y Chemnitz (bastión de la ultraderecha xenófoba) ha encendido la discusión en Londres, metrópolis cosmopolita y gran capital del multiculturalismo, donde se hablan trescientos idiomas y –aunque existen los inevitables conflictos de integración– la actitud hacia los inmigrantes es comparativamente bastante sana y abierta.
“La clave no está en la represión sino en la educación, no queremos una red de transporte público segregado sexualmente sino que los autores de los acosos dejen de tener la noción de que no pasa nada grave por meter mano a una mujer o rozarse contra ella, mirarle las piernas fijamente o clavarle la vista hasta que se siente incómoda –dice la diputada laborista Liz Kendall–. La cultura del respeto debe comenzar en la escuela. Los vagones discriminados sólo servirían para que al final las víctimas parezcan tontas por haberse metido en uno de hombres, cuando quizá no tenían otra opción porque los otros iban llenos o viajaban en compañía de personas del otro sexo”.
La seguridad en el metro es competencia de la Policía Británica de Transporte , que tiene desplegados 2.000 agentes. El aumento de esa dotación es una de las soluciones propuestas para combatir el incremento de estos delitos, junto con la creación de un Ministerio de la Mujer, y de una línea telefónica abierta 24 horas y operada por personas del sexo femenino, para que las víctimas efectúen las denuncias.
Un problema internacional
El transporte público británico estuvo segregado durante más de un siglo, entre 1874 y 1977, con vagones sólo para mujeres, una idea que ahora se ha vuelto a replantear. En la era moderna, México y Japón fueron los pioneros en la separación de los sexos a la hora de viajar como respuesta al incremento de los delitos y la sensación de inseguridad de las víctimas. En el país centroamericano los andenes de algunas estaciones de zonas conflictivas también son de uso exclusivo para mujeres.
El país que ha llevado más lejos este tipo de discriminación es India, donde el problema es endémico y hay trenes enteros sólo para hembras (los famosos ladies specials) en Bombay, Calcuta, Delhi y Madrás, aunque existe división de opiniones sobre sus resultados. Indonesia abandonó la política al cabo de tres años por considerar que era un despilfarro de dinero que no aportaba nada, lo mismo que Taiwán. En Brasil, la segregación es olímpicamente ignorada por los usuarios. En Dubái, los primeros asientos de los autobuses están reservados para mujeres.