Se las conoce como e-bikes y se fabricarán en la Argentina. Tienen un motor recargable, que se enciende en los tramos difíciles en forma automática. Los primeros modelos cuestan $40.000.
No son motos, porque hay que pedalear. Ni son estrictamente bicicletas, porque llevan motor. Las llaman e-bikes, causan furor en Europa y ahora desembarcan en la Argentina (y en toda la región) los primeros modelos de bicicletas eléctricas, dotadas de un pequeño motor recargable, que se enciende en los tramos más dificultosos y exigentes. Se trata de un proyecto conjunto entre la marca japonesa Shimano y Vairo, una de las armadurías locales de bicicletas. “Estamos supervisando los detalles del lanzamiento, previsto para los próximos días”, adelantó a iEco Emilio Vairo, su dueño.
Las e-bikes son bicicletas, lo que no es una redundancia. Funcionan a pedal pero tienen la asistencia de un motor eléctrico y un sistema computarizado, que asiste al ciclista en pendientes, terrenos irregulares y caminos que requieren de mayor esfuerzo. “Es un vehículo urbano que cuenta con las mismas prestaciones de una moto de baja cilindrada”, explica Nicolás Muszkat, director de Shimano para Latinoamérica. A diferencia de las motos, las e-bikes poseen una autonomía de 60 a 120 kilómetros y un límite de velocidad de 25 kilómetros por hora. “Se puede andar más rápido, pero el motor se apaga”, aclaró Muszkat.
El motor se enciende y se apaga según las exigencias del camino. Es decir, el ciclista continúa pedaleando en todo momento, pero si va cuesta arriba, por ejemplo, el sistema arranca el motor y compensa el mayor esfuerzo. Y se apaga en los tramos y recorridos normales. “Una recarga completa demora entre 3 y 4 horas y se puede utilizar cualquier tomacorriente”, señaló el ejecutivo de Shimano.
Shimano es uno de los principales fabricantes de componentes de bicicletas del mundo. Y en el incipiente segmento de las e-bikes compite principalmente con la japonesa Yamaha y la alemana Bosch. Muszkat señala que Alemania y Holanda son los mercados más desarrollados, que representan en conjunto un millón de unidades anuales. “¿Por qué decidimos lanzarla primero en la Argentina? Porque es uno de los países con mayor producción y ventas de bicicletas de la región. El 95% del mercado es abastecido por desarrolladores locales”, sintetizó Muszkat.
Con respecto a las bicicletas eléctricas, Vairo comenta que en esta primera tanda se ensamblaron 100 unidades, bajo la supervisión de dos ingenieros de Shimano “que llegaron la semana pasada desde Japón para verificar la línea de producción”, dijo y añadió que el precio al público ronda los $40.000. Es injusta la comparación con las bicicletas tradicionales, cuyo rango de costos arrancan desde los $2.500 y pueden alcanzar los $140.000 según la calidad de los componentes, la marca y el modelo.
En la Argentina hay varias iniciativas a nivel municipal (Capital, entre otros) que impulsan el uso de bicicletas como medio alternativo al transporte. Eso, sumado a la proliferación de bicisendas, permitió generar un negocio de 1 millón de unidades vendidas al año. Se trata del segundo mercado de la región, detrás de Brasil, coinciden fuentes del sector.
Las restricciones a la importación de bicicletas terminadas le dio impulso a un universo de alrededor de 50 empresas ensambladoras locales, en su mayoría pequeños talleres con pocos empleados. En ese universo destacan Dal Santo, Karabician, Vairo, Freier y Olmo. “El mayor uso de la bicicleta como medio sustituto de transporte es una tendencia mundial. En la Argentina la gente resiste, pero de a poco se nota que va creciendo”, expresó Francisco Dal Santo, uno de los dueños de la firma homónima, que posee 200 empleados y dos plantas en la provincia de Buenos Aires.
Cerca del 70% de los componentes de las bicicletas nacionales son importados. Sin embargo, hay proyectos para incrementar la integración local, como la de Dal Santo, que fabrica en su planta de la localidad de Villa Rosa cuadros de acero y neumáticos.