Para lograrlo, en Palermo, el INTA y el Ministerio de Agroindustria proponen una tipificación que valore los animales con mayor peso de faena.
La ganadería argentina, uno de los sectores que más se replegó durante el gobierno anterior, ahora enfrenta el desafío de recuperar el stock de cabezas -que se achicó en diez millones de cabezas- y volver a crecer para satisfacer la demanda de un mercado interno muy fuerte y exportar más hacia un mundo que necesita más carne.
Por eso en La Rural, el INTA y la Secretaría de Ganadería del Ministerio de Agroindustria están presentando una propuesta de modificación del sistema que se emplea para tipificar las reses y la carne, en el marco de la 9° Jornada de Actualización en Genética Bovina que se realizará el viernes 22 en Palermo.
Desde el INTA explicaron que como consecuencia de un sistema que califica a los bovinos según el grado de engrasamiento o cobertura, la categoría animal -vinculada con la edad y el peso– y la conformación, el negocio de la carne se fue orientando hacia las reses más chicas.
Para Aníbal Pordomingo, coordinador del Programa Nacional de Producción Animal del INTA, el problema es que se están faenando animales muy pequeños en edad y, a la vez, de muy bajo peso, porque lo que se pretende es vender la calidad a través de una categoría muy joven.
“Estos parámetros están contextualizados en un sistema pastoril, donde la energía está condicionada por la calidad del pasto. En cambio, en los planteos que actualmente se encuentran en expansión, con mayor uso de grano y mayor intensificación, no necesariamente estas correlaciones son reales”, explicó el especialista.
En una vaquillona, por ejemplo, generalmente se faenan animales de 320 a 350 kilos, porque si los supera, pasa a la categoría de vaca, en la que el precio de mercado es menor. Sin embargo, en los sistemas de alimentación actuales, la carne de una hembra de 420 a 450 kilos, tiene la misma calidad o mejor que la de un novillito.
“En esa categoría se podrían lograr de 100 a 150 kilos más de carne, como hace el resto del mundo, por encima de lo que se produce actualmente y con el novillito a novillo, lo mismo”, precisó el especialista.
Como la tipificación actual no premia al ganadero por producir más por animal, éste destina los animales a la faena con menor peso y, así, se pierde la oportunidad de vender más kilos. “Podemos producir posiblemente 30% o 40% más de carne en el país con un sistema que no castigue a animales 100 kilos más pesados en todas las categorías”, indicó.
La alimentación cambió los paradigmas que le dan estructura al sistema de tipificación de reses y carne vigente en la Argentina. Pordomingo consideró que el que está vigente no ha sido de utilidad para valorar objetivamente por calidad, ni para educar al consumidor sobre las características de la carne emergente de los sistemas de producción actuales, ya que se basa en mirar al animal desde su conformación.
Además de lo que se pierde de generar con el mismo stock, para poder abastecer la demanda interna a futuro –en los próximos cuatro a siete años– la Argentina debería aumentar su producción sustancialmente. “Si uno quiere tener algo de mercado externo y abastecer los 50 a 55 kilos de carne por habitante por año que se consumen en el país, se necesita producir más carne por animal nacido”, aseguró.
A este cuadro se suma que la demanda internacional de carne de calidad se orienta, en general, hacia cortes de mayor tamaño, peso y grado de terminación y homogeneidad, que los producidos en los últimos años, dirigidos hacia un mercado doméstico, acostumbrado a medias reses pequeñas y heterogéneas.
“Prácticamente en el mundo el único que quedó utilizando este tipo de estrategia es la Argentina, pero eso hace que seamos bastante ineficientes en la producción global de carne”, advirtió.
En general, los sistemas pastoriles, frecuentemente exceden los dos años de edad al momento de la faena, pero los de suplementación y los de terminación a corral son modelos muy estables porque raramente superan los tres años de edad a faena y son centrales en los negocios de exportación.
Martín García Fernández, presidente del Foro Argentino de Genética Bovina, coincidió en que este sistema es muy antiguo y no diferencia calidad. “Más allá de la tipificación por categorías, que fue muy útil y sigue teniendo aplicación práctica, es necesario, de manera progresiva, ir incorporando aspectos que la industria señale como útiles a la hora de integrar una res”, aseguró.
La modificación que se está debatiendo debería lograr transparencia y formalidad en todos los segmentos para que la industria sea competitiva, tanto en mercado interno como externo. “Los productores requieren que el sector frigorífico les señale cuál es el producto más demandado y mejor pago en el mercado, desde tamaño de corte, cobertura, terneza, marmoreo”, manifestó.
En su visión, si el sistema de tipificación establece premios sobre los estándares promedio, será un incentivo excelente para incorporar genética y manejo adecuados a esa realidad.
“Una nueva tipificación –aceptada, debatida y realizable– daría sustento a nuevas mediciones a incorporar, tanto en las Diferencia Esperada entre Progenies (DEPs), como en la selección genómica, agregadas a las características de carcasa que actualmente medimos”, concluyó García Fernández.