“Nos dedicamos a reconstruir cuerpos”. Habla Cândice Vasconcelos, una cirujana de Río. Cada día comprueba que los datos espeluznantes que aparecen en prensa son reales.
“Nos dedicamos a reconstruir cuerpos. Hace unos ochos meses, un domingo por la tarde, llegó a nuestro centro quirúrgico en Urgencias un baleado con un orificio de unos 10 cm. de diámetro en el tórax. En estos casos es imposible dar puntos: hay que coger el músculo de un lado, la piel del otro e intentar literalmente recomponer la pared torácica del paciente. En todos los hospitales municipales de Río de Janeiro los cirujanos saben realizar este tipo de operaciones. Es nuestro día a día”.
Cândice Vasconcelos es una cirujana de 42 años. Trabaja en el hospital municipal Lorenzo Jorge en la Barra da Tijuca, el barrio donde se encuentran las instalaciones olímpicas. A diario comprueba y arregla los estragos causados por la violencia en Río de Janeiro. Su departamento, el de Urgencias, atiende a la población de Cidade de Deus, la favela magistralmente retratada en la película homónima de Fernando Meirelles. “Es una comunidad muy violenta. La película muestra el inicio de la espiral de terror y muerte que hoy se ceba con la vida de tantos jóvenes, los que están envueltos en el narcotráfico y los inocentes que se llevan las balas perdidas”, señala.
Vasconcelos comprueba día tras día que los datos espeluznantes que aparecen en la prensa son reales. Un reciente reportaje de la revista ‘Veja’ titulado “Una muerte cada dos horas” trazaba recientemente un balance terrorífico del fin de semana que los reporteros pasaron codo a codo con la Policía: 27 muertos, 20 heridos, 19 tiroteos y siete atracos en serie en tan solo 48 horas.
Las estadísticas del pasado mes de junio muestran un incremento del 38,2% de los homicidios dolosos, que han pasado de los casos 272 de 2015 a los 376 de la actualidad. Las muertes provocadas por las operaciones policiales también han aumentado. En junio hubo 74 fallecidos, más de dos por día, frente a los 44 de 2015, lo que supone un aumento del 68,2%. El robo de móviles es la gran plaga de Río de Janeiro: 1.618 denuncias en junio de 2016 contra las 896 del año pasado, es decir, una subida del 80,6%. Sumando todos los robos entre enero y junio de este año, se obtiene una cifra alarmante: 58.999 denuncias frente a las 43.994 del mismo periodo de 2015.
“No hay ni un solo día de la semana que no recibimos pacientes con traumas, baleados, apuñalados. Son víctimas de la violencia que impera en la ciudad. Vemos de todo y tenemos mucha experiencia en tratar cualquier tipo de lesión”, cuenta Cândice, que acumula 16 años de experiencia. Por esta razón, los cirujanos de trauma de Río y de Brasil en general son profesionales muy completos. “Muchas veces recibimos a heridos por bala de fusil, que causan graves lesiones. Tenemos conocimientos que van mucho más allá de lo básico: tenemos que saber hacer todo tipo de reconstrucción, trabajar con la musculatura o hacer injertos de piel. Tratamos lesiones muy graves a diario, cosa que seguramente no sucede en otros países”, añade.
El esfuerzo por salvar vidas truncadas en los enfrentamientos entre narcos y Policía se traduce en muchas horas de sala quirúrgica. “Normalmente intentamos ser rápidos para salvar la vida del paciente, no podemos ser muy minuciosos. Pero es muy común pasar seis u ocho horas operando”, asegura Cândice. Esta doctora es capaz de reconocer el calibre del arma por el tipo de orificio que deja en el cuerpo: los proyectiles de baja velocidad de las pistolas dejan agujeros pequeños al entrar y al salir. “Las balas de fusil de alta velocidad crean un orificio pequeño al entrar, pero al salir la perforación es muy grande, incluso 10 cm. de diámetro. Este es el gran desafío del cirujano, porque causa destrozos enormes”, agrega.
En los hospitales cariocas también tienen que tratar a los apuñalados, por lo general víctimas de menores infractores que no tienen acceso a las armas pasadas y que recurren incluso a los cuchillos de cocina para llevar a cabo sus atracos. En la mayoría de los casos, se trata de lesiones menores que no suelen tener muchas repercusiones para los pacientes.
¿Tienen los cirujanos cariocas una preparación comparable con la de los médicos de guerra? Cândice sonríe. “Creo que nos enfrentaríamos a cualquier guerra con tranquilidad. Los datos muestran que en Río de Janeiro muchas personas mueren por heridas de armas de fuego, a veces muchas más que en los países que están en guerra. Esto, sin duda, se refleja en nuestra formación. Cuando estaba haciendo el MIR, vino un equipo de Israel para hacer un curso en nuestro hospital. Querían ver cómo los cirujanos cariocas trataban las lesiones más graves. Incluso hay colegas que han ido a EE UU o Israel para dar a conocer nuestra técnica”, afirma.
En realidad, en los hospitales de Río de Janeiro no se ha inventado nada nuevo. “El tema es que tenemos mucha práctica y, sobre todo, somos muy rápidos. El tiempo es fundamental para salvar la vida del paciente. No sé si los cirujanos cariocas son los más rápidos del mundo, pero lo que es cierto es que son muy hábiles”, señala Cândice.
Cirujano en Río, “profesión de riesgo”
Sin embargo, los criminales no parecen apreciar tanta competencia y conocimiento, ni siquiera cuando es aplicada para salvar sus vidas. El resultado es que en la Ciudad Olímpica ni siquiera los hospitales están a salvo de los ataques con armas de fuego. El pasado mes de junio, un grupo de narcos invadió un centro hospitalario en la zona histórica de Río de Janeiro para facilitar la fuga de un famoso narcotraficante, Fat Family, gravemente herido durante una operación policial. Fueron 25 hombres armados de fusiles, pistolas e incluso granadas. En el tiroteo un paciente murió y dos hombres (un policía y un enfermero) resultaron heridos.
“Este siempre ha sido un miedo de los médicos. Ahora la Secretaría de Seguridad Pública se está organizando para no dejar a los presos en los hospitales, pero no es tan simple. Los pacientes graves no pueden ser trasladados enseguida a un centro penitenciario”, explica Cândice. Para esta mujer, ser cirujano en Río es una profesión de riesgo. “Ya ha habido casos de colegas que no agradaron a los familiares de los narcos heridos y fueron amenazados. Es muy complicado. Incluso se ha producido alguna agresión por parte de bandidos a médicos, desde destrozarles el coche hasta asesinarlos al salir del trabajo. Gracias a Dios, eso nunca ha pasado conmigo ni con nadie de mi equipo. Sin embargo, en la mayoría de los casos los familiares de los narcos heridos son personas humildes y trabajadoras, que no tienen nada a ver con este mundo de violencia y drogas. Estos suelen ser bastante agradecidos”, relata.
El contacto constante con la violencia tiene un impacto emocional muy fuerte en estos profesionales sanitarios. “Hay veces que nuestros pacientes son chavales de 12 ó 13 años. Por el tipo de lesión, sabemos que no fue una bala perdida. La reconstrucción de tórax de la que hablaba al principio fue practicada a un chico de 12 años que trabajaba con narcotraficantes. La operación fue muy compleja. Tuve que tirar el pulmón, reconstruir la cavidad torácica con músculos, recuperar la piel de otro lugar del cuerpo… Cuando acabas, te quedas pensando en lo que has visto y en lo que has hecho durante varios días”, admite.
Cândice nunca se cuestiona si está haciendo lo correcto cuando se dedica con esmero a salvar la vida de estos bandidos. “Estamos formados para ello. Nunca pensamos en quién es la persona a la que operamos. Yo no soy jueza ni tengo por qué juzgar a nadie, incluso porque a veces la primera impresión no es correcta. Yo estoy allí para hacer lo mejor que pueda para el ser humano al que tengo en frente. Tenemos que confiar en que después la Justicia resolverá la situación legal de estos pacientes”, afirma.
A pesar de todo, esta doctora se niega a vivir con el miedo en el cuerpo. “Si pensase en todo lo que me puede pasar en la calle, no saldría de casa o tendría que cambiar de ciudad. Intentamos distanciarnos de esta realidad, hasta porque la mayoría de las personas a las que operamos realmente proceden de zonas de conflicto armado. Eso sí, cuando llegan pacientes heridos por balas perdidas, nuestro nivel de preocupación aumenta”, admite.
Cândice reconoce que le inquieta pensar en el futuro, sobre todo porque es testigo directo de la escalada de violencia del último año. Aún así, se declara optimista. “Está claro que algo tienen que hacer en el campo de la Seguridad Pública. Es un tema que debe mejorar mucho, pero yo tengo esperanzas. Río es y seguirá siendo la Ciudad Maravillosa”, apunta con convicción.