Carrère refuta al Papa: cierto que estamos en guerra pero se trata de la religión

El escritor francés sostiene que evitar que triunfe el odio es, también, responsabilidad de los ciudadanos.

Emmanuel-Carrerer

Palermo. “Tengo miedo, como todos los demás, comparto la preocupación general y, sin duda, advierto que entre nosotros, en Francia, ha aumentado el sentimiento de sospecha hacia los musulmanes. Sin embargo, no me pidan que tenga una opinión formada sobre todo esto. No quiero jugar el papel del intelectual que tiene una idea acerca de todo”. Emmanuel Carrère está en Palermo, donde se le entregó el premio literario “Tomasi di Lampedusa”, por El Reino, reconstrucción histórica en forma de novela sobre los orígenes del cristianismo.

-En “El Reino”, usted compara el imperio romano del siglo I con la actual sociedad occidental. Pacificada en su interior, con guerras que no traspasan las fronteras del imperio y que, entonces, no causan peligro a los ciudadanos. ¿No le parece que en pocos años la situación ha cambiado? Hoy la guerra está en nuestras calles. ¿O no?

-Es cierto. Cuando aparece el cristianismo el imperio romano estaba en lo más alto de su potencia pacificadora. Yo pretendía decir, al poner en relación el siglo I con el momento actual, que allí había una religión civil romana, la religión oficial, el paganismo en el cual ya no creía nadie, y esto dejaba espacio a las religiones orientales entre las cuales se encontraba el judaísmo, y otra forma militante de judaísmo que era el cristianismo. Sin embargo, es cierto que la diferencia entre los períodos históricos está en el hecho de que hoy las guerras no se combaten más en las fronteras del imperio, hoy la guerra se ha vuelto una constante en el mundo occidental.

-¿Se trata de una guerra de religión o, como dice el Papa, las religiones no tienen nada que ver?

-Tengo gran respeto y estima por el papa Francisco, pero cuando dice que lo que sucede hoy no tiene nada que ver con la religión maneja una versión un poco idealizada según la cual la religión es una cosa espiritual, noble. Pero la religión no es sólo esto, y decir que el yihadismo no tiene nada que ver con la religión me parece falso, por desgracia. Es una forma perversa y enferma de la religión, pero nos encontramos siempre en el terreno de la religión.

-Francia se encuentra particularmente en la mira de los perpetradores. ¿Se debe a que se la ha convertido en el símbolo de las libertades y los derechos en los que se apoya la sociedad occidental?

-No me consuela constatar que Francia está siendo atacada porque es un símbolo de la libertad de pensamiento y de costumbres y que, por tanto, es justamente todo aquello a lo que se opone el yihadismo. La victoria más grande para los yihadistas sería lograr que países como Francia se atemoricen al punto de cerrarse sobre sí mismos, olvidando los propios valores y optando por un comportamiento represivo.

-¿Es lo que está pasando?

-No sé si es lo que está pasando. Entre seguridad y libertad hay un equilibrio muy sutil y la búsqueda de dicho equilibrio corresponde no sólo a los gobernantes sino más bien a todos los ciudadanos.

-En Francia se multiplican los actos de intolerancia hacia los musulmanes.

-El hecho es que se sospecha de los musulmanes, de todo aquello que sea musulmán y que puede, por tanto, aparecer como peligroso. No entrar en la espiral del odio es un esfuerzo que no podemos confiar sólo a los gobernantes. Lo debemos asumir también nosotros los ciudadanos.

-Hace unos meses usted escribió sobre Calais, no los campamentos que alojan a los inmigrantes que esperan ingresar a Inglaterra sino la ciudad que está alrededor. ¿Qué cambia para Calais después del referéndum que ha sancionado el Brexit?

-No sé que cambia para los inmigrantes. Sé que los habitantes de Calais apoyaban el Brexit en el sentido de que no comprendían por qué, a causa de un tratado europeo, les correspondía a ellos, franceses, ser custodias de las fronteras inglesas.

-Caído el muro y el socialismo real, en Occidente las ideas fuertes que movilizaban las personas han desaparecido. Usted habló de esto en “Limonov”, la novela que cuenta la historia del poeta que de disidente soviético termina convirtiéndose en un líder del partido nazi-comunista. ¿Es el hombre un símbolo del fin de la historia?

-Sí, este personaje marginal vive en una deriva ideológica. Y en todo caso, dada su hostilidad hacia el Occidente, que considera agonizante, no me sorprende que Limonov alimente simpatías hacia el islamismo radical.