El columnista de The New York Times da por descartado un triunfo de Clinton y propone una agresiva política de endeudamiento para impulsar con obra pública la economía norteamericana.
A la campaña todavía le quedan tres horribles meses más, pero los más probable –83% de probabilidades, según el modelo del New York Times, que compila datos de distintas encuestadoras– es que desemboque en la elección de una presidenta razonable y cuerda. Entonces, ¿qué debería hacer esta mujer para dar impulso a la economía de Estados Unidos, a la que le está yendo mejor que a la mayoría de las economías del mundo pero aun así no alcanza a estar donde debería?
Hay, por cierto, muchas maneras de mejorar nuestra política económica. Pero lo que más necesitamos es aumentar fuertemente la inversión pública en todo, desde energía o transporte hasta el tratamiento de aguas residuales.
¿Cómo deberíamos pagar estas inversiones? No deberíamos… no ahora ni en breve. Hoy por hoy, hay una imperiosa necesidad de más endeudamiento público.
Permítanme analizar este tema y luego abordar algunas de las objeciones habituales.
En primer lugar, tenemos necesidades evidentes, apremiantes, de inversión pública en numerosas áreas. En Washington, el subterráneo, que ya tiene varios años, se encuentra en tan mal estado que todas las líneas posiblemente tengan que dejar de circular para realizar tareas de mantenimiento. En Florida, la baba verde infecta las playas, en gran medida porque no modernizar un dique de 80 años de antigüedad ni comprar más tierra como zona de escurrimiento está obligando al Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos a liberar agua contaminada del Lago Okechobee. Historias similares abundan en todos los Estados Unidos.
Así que invertir más en infraestructura claramente nos haría más ricos. Mientras tanto, el gobierno federal puede endeudarse a tasas de interés increíblemente bajas: los bonos a 10 años protegidos contra la inflación rindieron apenas 0,09% hace una semana.
Sumemos ambos factores –gran necesidad de gasto público y tasas de interés muy bajas– y veremos que esta combinación sugiere no sólo que deberíamos endeudarnos para invertir, sino que esta inversión bien podría pagarse por sí sola aun en términos puramente fiscales.
¿Cómo? Gastando más ahora significaría una economía más grande más adelante, lo que significaría más ingresos fiscales. Estos ingresos adicionales probablemente serían más abultados que cualquier suba en los pagos de intereses futuros.
Y este análisis ni siquiera toma en cuenta el papel potencial de la inversión pública en la creación de empleos. Pese al bajo índice de desocupación que acapara los titulares, la economía estadounidense aún no tendría pleno empleo, y una agenda de inversiones también ofrecería una valiosa garantía contra posibles sacudiones futuros.
Dicho esto, ¿por qué no nos endeudamos e invertimos? A continuación, algunas de las objeciones habituales y por qué son erróneas.
No podemos endeudarnos porque ya tenemos demasiada deuda.
Quienes dicen esto suelen citar grandes cifras. “Nuestra deuda es de 19 billones de dólares”, entonan con su mejor voz de Dr. Maligno. Pero todo en la economía estadounidense es enorme, y lo que importa es la comparación entre el costo de pagar la deuda y nuestra capacidad de pago. Y los pagos de intereses federales son sólo del 1,3% del PBI, bajos según estándares históricos.
Los costos de endeudamiento puede que sean bajos ahora, pero podrían aumentar . Sí, quizás. Pero estamos hablando de endeudamiento a largo plazo que se fija en las tasas bajas actuales. Si 10 años no es suficiente tiempo para usted, qué le parecen bonos a 30 años, protegidos contra la inflación? Rinden apenas 0,64%.
El gobierno no hace nada bien. ¡Solyndra! ¡Solyndra! ¡Benghazi!
Una buena parte de nuestra clase política está comprometida con la premisa de que todos y cada uno de los esfuerzos del gobierno para mejorar nuestras vidas están destinados al fracaso –una premisa que se transforma en una profecía autocumplida cuando estas personas están en el poder–. Pero para sostener esa postura tenemos que darle la espalda a nuestra propia historia: la grandeza de Estados Unidos, en gran medida, fue producto de la inversión pública o privada moldeada por el apoyo público, desde el Canal Erie o los ferrocarriles transcontinentales hasta el sistema de autopistas interestatales.
En cuanto a la constante insistencia en los fracasos individuales, todas las grandes organizaciones, y las empresas privadas por cierto, llevan a cabo algunos proyectos inútiles. Sí, algunas inversiones en materia de energías renovables salieron mal, pero, en términos generales, el fomento de la administración Obama a las energías solar y eólica ha sido un gran éxito, al casi cuadruplicar la producción desde 2008. La energía verde debe verse como una inspiración, no como una fábula.
En síntesis, hay una imperiosa necesidad de una política de endeudamiento federal para solventar el gasto público. ¿Pero el nuevo presidente podrá tomar medidas al respecto?