El dato surge de las distintas ONG’ que estudian el tema. En el país se producen siete casos de acoso escolar por día.
Iba cada vez con menos ganas pero al principio nos parecía normal. Cosa de chicos. Después, cuando el nene empezó a tener ataques de llanto, de mucha angustia, y a hacerse pis en la cama, fuimos el papá y yo a charlar con la maestra y con la directora y ellas nos dijeron que había un grupo de chicos que a veces lo molestaban, que lo cargaban por el peso y que lo tenían de punto. Ellas se comprometieron a hablar con los papás de los otros nenes y a solucionar el problema, a tratarlo en grupo. Eso fue a mediados del 2014 y la verdad es que no sólo no se solucionó el tema sino que empeoró. El nene entraba a la escuela llorando. Al final, después de ir y venir, la mejor opción fue cambiarlo de escuela porque para él era una pesadilla .
El relato pertenece a Verónica, la mamá de un nene de 12 años que sacó a su hijo de un colegio privado de la Ciudad ante las repetidas humillaciones que el chico debía soportar tanto en las horas de clase como en el recreo. Su caso no es aislado sino la punta de un iceberg que sale a flote cada vez con más crueldad y frecuencia en las aulas de nuestra región y el país. Hace cuatro meses, de hecho, dos hermanos de una escuela secundaria de Tolosa dejaron de ir a clases porque eran objeto de bullying, según también denunció su madre, quien presentó el caso ante las autoridades educativas y policiales. De acuerdo a lo que planteó la mujer, los compañeros de sus hijos los acosaban con humillaciones y hasta los agredían físicamente en plena aula.
Violencia silenciosa, bullying o acoso escolar. Tenga el nombre que tenga, quienes analizan la problemática coinciden en el diagnóstico: el número de casos viene en aumento y se calcula que cada vez son más los chicos que, como el hijo de Verónica o los hermanos que iban al secundario de Tolosa, no quieren dar el presente en la escuela por miedo a ser hostigados por sus propios compañeros.
“El bullying no es un tema de una víctima y un agresor sino que tiene una dinámica de grupo”, apuntan desde el Equipo Antibullying Argentina (ABA), una ONG que trabaja en el tema y cuyos responsables, quienes admiten una escalada de casos, entienden que “la clave es trabajar con todo el grupo, no sólo con quienes están directamente afectados o involucrados. Porque el resto juega un rol muy importante a la hora de apoyar o no apoyar ese acto de violencia: si no hay espectador, no hay espectáculo”.
Si bien el problema no es local y sucede en casi todas las escuelas del mundo, en nuestro país las últimas estadísticas -no oficiales, vale aclarar- causan alarma: no sólo porque es el país de la región con mayor cantidad de casos, sino porque, además, las ONG’s que los abordan estiman que actualmente uno de cada cuatro chicos tiene miedo de ir a clase.
“Si consideramos que en las escuelas cada mes tiene un máximo de 20 días de clases -apuntan por su parte en la ONG “Bullying Sin Fronteras”-, es posible estimar que en la Argentina se producen siete casos al día de bullying”
Maltrato, discriminación, insultos, marginación: el acoso se registra de diferentes formas y encuentra nuevos canales de la mano de las tecnologías emergentes y las redes sociales. Entre los comportamientos más renombrados dentro del fenómeno del cyberbullying, se puede incluir la difusión de rumores, la publicación de información falsa o mensajes desagradables, comentarios o fotos embarazosas, o bien excluir a alguien de las redes online u otras comunicaciones.
“Si consideramos que se están produciendo suicidios adolescentes por acoso escolar, como sociedad tendríamos que ser capaces de admitir el alcance que tiene esta problemática y tomarla en serio, realizar talleres para padres, docentes y demás miembros involucrados con el chico o chica para buscar diálogos y mecanismos que ayuden a detectar precozmente el acoso en un aula”, aconseja la escritora Cecilia Curbelo, autora de La otra vida de Belén -un libro para chicos que refleja la problemática- y quien admite haber sufrido bullying cuando era adolescente.
Si bien hace ya casi cuatro décadas que se viene analizando la problemática (cuando el psicólogo sueco Dan Olweus comenzó a investigarlo), los especialistas coinciden en que Argentina llegó tarde a atender el tema. Se lo comenzó a considerar luego del caso de Carmen de Patagones (la masacre escolar en la que un alumno de 15 años mató a tres de sus compañeros e hirió con una pistola a otros cinco) y se lo estudió con rigurosidad siete años después, en 2011, en lo que fue el único estudio profundo y federal sobre el bullying en Argentina.
Para los expertos, si se realizara un trabajo estadístico ahora los resultados demostrarían que la situación en las aulas es mucho peor, sobre todo porque en las escuelas han cambiado algunos indicadores y porque, como se dijo, se sumaron nuevos canales.
“Que el Bullying siempre haya existido no significa que sea algo normal y deseable en la vida y el desarrollo de nuestros chicos -aporta Paula Sansalone, psicóloga del Equipo ABA-. Que la violencia esté presente en diversos ámbitos sociales no implica que no existan escuelas con climas saludables, en las que los chicos se sientan seguros, felices de pertenecer y aprendan de manera saludable y con alegría”.
Es tan complejo abordar la problemática del acoso escolar que los investigadores de distintas partes del mundo tienen diferentes criterios a la hora de recopilar datos. Otra dificultad radica en que no todos los casos se dan a conocer a las autoridades. Es más, existe una coincidencia en que actualmente se denuncia uno de cada diez casos que ocurren en una escuela.
El abordaje del fenómeno, según los responsables de ABA, se volvió no sólo más complejo a partir de la proliferación de las redes sociales y las nuevas tecnologías sino que se hizo todavía más masivo. “Caracterizado por un desequilibrio de poder -sostienen sus expertos-, el daño que causa el cyberbullying puede ser profundo. Esto es, en parte debido a que Internet permite esta intrusión en el espacio privado de un niño que queda sin lugar para escapar, y debido a que el alcance online de mensajes o imágenes hirientes es mucho mayor que en la intimidación offline”.
En este sentido, un estudio de la ONG Action for Children reveló hace poco que el tema es extendido en varios países del mundo, como por ejemplo Gran Bretaña, donde uno de cada siete niños acosa a otros por Internet, principalmente para sentirse parte de un grupo o para evitar ser blanco de intimidaciones.
Es por ello que la preocupación de los padres ante la posibilidad de que sus hijos puedan sufrir cyberbullying llegó a índices altísimos, con un 72% en Argentina; un situación muy similar a lo que ocurre en otros países como Brasil con un 78% o México con el 74%.