Ha sido un largo y sangriento verano. Agosto se ha convertido en el mes con más homicidios en 20 años. Cifras dignas de una guerra entre narcos, pero en la tercera ciudad de EEUU.
Ha sido un largo y sangriento verano. Desde el Día de los Caídos, el último lunes de mayo, cuando un joven de 25 años llamado Mark Lindsey fue acribillado dentro de su coche junto a su casa, hasta el Día del Trabajo, el primer lunes de septiembre, cuando dos hombres dispararon varias veces por la espalda a un pandillero de 17 años, Chicago ha vivido un estío de violencia. Hasta el punto de que agosto se ha convertido en el mes más sangriento en 20 años, con 472 víctimas de tiroteos y un total de 90 muertos. Cifras dignas de una guerra entre narcos, pero en la tercera ciudad de Estados Unidos.
“Estamos hartos de sangre”, gritaba el reverendo Michael Pfleger durante una protesta callejera en el South Side -recogida en un artículo del ‘New York Times’- en la que se exigía la intervención del Gobierno federal. “Estamos hartos de lágrimas. Necesitamos paz, necesitamos ayuda. ¡Estado de emergencia!”, añadía. Con ello, Pfleger pedía al gobernador de Illinois, Bruce Rauner, que declarase el “estado de emergencia” para que la ciudad pueda recibir fondos federales. Rauner ha admitido que la situación es “terrible” pero descarta solicitar el despliegue de la Guardia Nacional, “como piden algunos (ciudadanos). Ningún líder razonable piensa que sea una buena idea o que eso aportaría realmente una solución. De hecho, podría exacerbar otros problemas”.
Las treinta personas que fueron tiroteadas durante el fin de semana anterior al Día del Trabajo -según el recuento del ‘Chicago Tribune’- elevaron la cifra de homicidios en lo que va de año hasta más de 500. Más que en las ciudades de Los Ángeles y Nueva York juntas. El número de muertos de 2016 supone un incremento del 50% respecto al año anterior. Y en cuanto a los tiroteos sin víctimas mortales, el porcentaje de aumento es similar: desde enero, se han registrado más de 2.300 tiroteos, la mayor parte en el Sout y el West Side de la ciudad y la mayoría protagonizados por afroamericanos. Pero casi la mitad de los homicidios del año sucedieron durante los tres meses de verano, con un total de 227 víctimas mortales, según el Departamento de Policía de Chicago.
Cuando comenzó el verano “los jefes de policía de todo el país auguraban un aumento de los crímenes violentos” porque las áreas urbanas experimentan habitualmente un aumento de la violencia durante esos meses, explica John Cohen, exasesor en lucha antiterrorista del Gobierno estadounidense, a la cadena ‘ABC News’. Y este verano en particular, las grandes ciudades de EEUU preveían un repunte de los asesinatos dado el incremento registrado el pasado verano y a principios de año, añade Cohen. Los cuerpos de seguridad utilizan bases de datos para determinar dónde pueden surgir los crímenes violentos, desde identificar vecindarios en los que se han registrado tiroteos en el pasado hasta rastrear “las relaciones entre bandas criminales y organizaciones de narcotraficantes”.
Sin embargo, nadie en Chicago esparaba un aumento tan vertiginoso en el recuento diario de muertos y heridos. Entre las víctimas de este verano están una niña de 6 años que fue herida cerca de su casa, un niño de 10 a quien su hermano gemelo sostenía la mano mientras esperaban la llegada de una ambulancia o Nykea Aldridge, una joven madre -prima de la estrella de la NBA Dwyane Wade- que murió junto al carrito de bebé que empujaba calle abajo.
El máximo responsable de la Policía de Chicago, Eddie Johnson, atribuye el incremento de la violencia en la ciudad a criminales armados reincidentes. La mayoría de las personas involucradas en los crímenes son miembros de una banda, están asociados a un grupo criminal o han estado fichados por las fuerzas de seguridad. “Casi el 40% de los arrestados por homicidio en 2015 habían sido detenidos anteriormente por crímenes con armas”, señala.
Por si fuera poco, el aumento de la violencia armada se produce en un momento complejo para la ciudad. El Departamento de Justicia está investigando el comportamiento de la Policía de Chicago en medio de una crisis por la conducta de algunos agentes y ante la desconfianza de los ciudadanos hacia las fuerzas de seguridad, especialmente entre la comunidad afroamericana, que constituye un tercio de la población de Chicago. Sonado fue el caso de siete agentes que presentaron informes falsos sobre la muerte del adolescente negro Laquan McDonald a manos de la policía; agentes para los que el Jefe de Policía llegó a recomendar el despido el 18 de agosto. A ello se sumó la difusión en junio de 300 vídeos que forman parte de investigaciones de la Dirección de Revisión Independiente de la Policía ante denuncias contra policías acusados de extralimitarse en sus funciones y emplear su arma reglamentaria en casos en los que no era necesario, provocando en ocasiones la muerte de una o varias personas.
Al comparar la tasa de homicidios de Chicago con otras grandes ciudades de EEUU -como Nueva York o Los Ángeles- la ciudad del viento encabeza la ‘lista negra’. No es, sin embargo, la capital nacional de los homicidios: Nueva Orleans, San Luis (Misuri), Baltimore o Detroit tienen mayores índices de crímenes violentos cuando se analizan las estadísticas per capita. Nada de esto explica el baño de sangre que sufre Chicago, que muchos relacionan con el viejo problema del fácil acceso a las armas en EEUU. Las leyes sobre tenencia de armas son estrictas en Chicago -de hecho, muchos defensores del derecho a portarlas utilizan Chicago como ejemplo de que una legislación más estricta no significa menos crímenes-. Pero el problema de la ciudad con las armas es más complejo: hasta el 60% de las armas utilizadas en homicidios fueron adquiridas fuera del estado.
“Tenemos frontera con Indiana y Wisconsin, quienes tienen leyes sobre armamento muy permisivas. Sabemos que ciudadanos de Chicago cruzan a otros estados, llenan bolsas de deporte con armas ilegales compradas en ferias de armamento. Después vuelven aquí y se las venden a las bandas”, denunciaba recientemente el jefe de Policía Eddie Johnson.