La policía se niega a mostrar el vídeo de la muerte de Carolina del Norte. Muere la persona que resultó herida de bala en las protestas.
La segunda noche de vandalismo en Charlotte, último hito en la ruta de la división racial en Estados Unidos, se saldó la madrugada de ayer con un balance todavía más negativo que la primera.
La ciudad de Carolina del Norte , que se encuentra ahora en estado de alerta y bajo el despliegue militar de la Guardia Nacional, no ha hecho más que agravar esa fractura larvada en la historia. El conocido como efecto Ferguson (Misuri), donde se produjeron graves disturbios en el 2014, la hizo aflorar desbordando las costuras de la corrección política.
Además de escenas de violencia y de pillaje a establecimientos, de coches destrozados, de autopistas cortadas, de pirotecnia, de lanzamiento de botellas o botes de gas, de los al menos 44 detenidos y más de una decena de heridos, la persona herida crítica tras recibir un balazo finalmente ha muerto. Al principio hubo confusión sobre su estado, ya que se le dio por fallecido antes de que llegara el fatal desenlace.
Todo esto entra, sin embargo, en el terreno de las versiones. En las redes sociales empezó a correr que la policía había sido la responsable de esta otra víctima, cuestión desmentida por el Ayuntamiento rápidamente.
Es el estilo de narrativa que se ha establecido en esta urbe –827.000 censados, de los que el 35% son negros, en comparación con la media del país del 13,3%–, que se ilustra con la diferencia que va de un libro a una pistola.
¿Libro o pistola? – La policía se nieva a difundir los vídeos
El jefe de la policía de Charlotte, Kerr Putney (negro), sostuvo que el agente Bentley Vinson (negro) requirió a Keith Lamont Scott, de 43 años, que tirara su arma. Pero salió de su vehículo esgrimiéndola. Por el contrario, una joven –que se presenta como hija de Scott– colgó en Facebook que su padre no iba armado y que en sus manos tenía un libro. Vecinos de la zona dijeron haber observado a este hombre leyendo de forma habitual mientras esperaba a otro de sus hijos.
En el lugar del incidente recuperaron una pistola. “No apareció ningún libro”, indicó Putney.
En una rueda de prensa reconoció que “los vídeos no nos dan una absoluta y definitiva evidencia que nos confirme que esa persona está apuntando con un arma, no he visto eso en las imágenes”. Matizó que “cuando se coge la totalidad de las otras evidencias, surge la versión de la verdad”, que, por supuesto, es la suya.
Aquí surge el conflicto. A Putney se le acusa de ocultar pruebas, por cuanto se niega a difundir los vídeos, grabados desde las cámaras de dos uniformados –Vinson iba de paisano– y del coche patrulla. La familia Scott ha planteado la petición de que se les permita el visionado. Putney se comprometió a complacer esa solicitud en privado.
“Si piensa que debemos exhibir el peor día de la víctima por consumo, ya le digo que esa no es la transparencia de la que hablo”, respondió frente a las quejas.
La congresista Sheila Jackson Lee fue una de las que reclamaron “una difusión al instante” de esas imágenes. “En un tiempo en el que vemos que otros estados actúan con más claridad, en Carolina del Norte damos este tremendo paso atrás”, señaló Mike Meno, portavoz de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU).
Último precedente
Tulsa sacó a la luz el vídeo del penúltimo caso –la muerte de un negro con las manos alzadas tras averiarse su coche, un caso por el que la policía Betty Shelby, autora de los disparos, ha sido procesada por homicidio involuntario– y las protestas en esta ciudad de Oklahoma han sido pacíficas. Putney se aferra a una ley promulgada por el gobernador Pat McCrory (republicano) que entra en vigor en octubre, en la que se permite “esconder” las grabaciones para no contaminar a los testigos. Muchos consideran que el secretismo en la muerte de Scott no hace más que alentar la reacción violenta.
Persiste el miedo, por eso la militarización de las calles. “Han sido las dos peores jornadas de Charlotte”, reconoció ayer la alcaldesa Jennifer Roberts.
Desde la Casa Blanca hasta Donald Trump, por lo general poco sensible a este asunto, expresaron su desaliento. Difieren, eso sí, en el sentido de las posibles soluciones. Josh Earnest, portavoz del presidente Barack Obama, subrayó
“la creciente y legítima preocupación por los excesos en el sistema de justicia”. En esa idea, en la necesidad de introducir reformas, confluye la nominada demócrata Hillary Clinton.
“Esto nos da mala imagen en el mundo”, replicó Trump, el rival conservador. Su propuesta consiste en imponer en todo el país la táctica del stop and frisk, aplicada oficialmente en Nueva York durante años y calificada por los jueces de práctica racista. Se trata de parar a la gente al azar. Esto derivó en actuaciones por el “perfil”. La inmensa mayoría de los identificados, en torno al 90%, eran negros o hispanos.