El mayor fabricante de maquinaria del mundo acumula cuatro años de caída de ventas.
Los bulldozers amarillo mostaza y negro de Caterpillar no se detienen ante nada. O eso es lo que creía Doug Oberhelman cuando hace seis años se puso al frente del mayor fabricante de maquinaria pesada del mundo, cuando parecía que empezaban a florecer los brotes verdes tras la crisis financiera. Todo se tornó oscuro y ahora el ejecutivo se retira, tras encadenar su cuarto año de caídas en las ventas.
Caterpillar es una de las compañías que sirven de termómetro de la marcha de la economía global, como el canario que se enjaula en la mina para medir la calidad del aire. El rendimiento de su negocio refleja dónde están las tensiones que empujan o lastran la máquina de crecimiento. Cuando en julio de 2010 asumió el mando, el mundo pedía excavadoras y volquetes gigantes más rápido de las que se fabricaban.
Oberhelman apostó entonces por que países emergentes como China, India y Brasil seguirían tirando de la expansión construyendo carreteras, puentes, aeropuertos y grandes edificios. Así se puso como objetivo llevar las ventas de la compañía de Peoria (Illinois) hasta los 100.000 millones de dólares en el ejercicio 2015. Eso habría representado un incremento del 50% en un margen de solo tres años.
Se equivocó de lleno en la apuesta. No solo las ventas en el pasado ejercicio quedaron considerablemente por debajo de aquel objetivo tan ambicioso, es que además cayeron casi un 30% por debajo del récord que marcó en 2012. La facturación global de Caterpillar rondó así los 47.000 millones de dólares en 2015. En los primeros nueve meses del ejercicio la cifra de negocio fue de 28.960 millones, un 20% menos que en 2015.
La transición económica china, la recesión brasileña, la apreciación del dólar y el desplome de precios en las materias primas cambiaron el mercado por completo. Caterpillar pasó así en dos años de no dar abasto con los pedidos a verse forzada a recortar inversiones y costes. La ola de ajustes para amortiguar el golpe afectará a más de 30.000 empleados durante un plazo de tres años.
No es solo el efecto de una coyuntura desfavorable. La multinacional se enfrenta a la competencia férrea de la japonesa Komatsu. El segundo fabricante de equipamiento para construcción y minería acaba de comprar Joy Global, que también vio como sus ventas se desplomaron a la mitad. Caterpillar ya adquirió Bucyrus para elevar su capacidad. Pero a diferencia de la nipona, lo hizo en la parte alta del ciclo.
Oberhelman, de hecho, se desmarcó de sus predecesores con grandes compras, como el fabricante de locomotoras Electro-Motive o el de motores MWM. Estás operaciones, junto a la adquisición de la china Siwei, catapultaron las ventas a niveles récord. Pero el lastre fue mayor cuando cambió el ciclo en los países emergentes. Ahora, el grupo sufre la caída más prolongada de los ingresos en sus 91 años de historia.
Caterpillar tiene ahora un 20% menos de empleados que en 2012 y está en proceso de cerrar una veintena de plantas para el año 2018. En ese proceso de consolidación de la capacidad se desprenderá de algunos activos que adquirió con la compra de Bucyrus. De jugar a la ofensiva en sus tres primeros años como consejero delegado, pasó a admitir que le sorprendió el tamaño y la duración de la contracción.
Aunque los analistas reconocen que no se pudo predecir este vuelco en el momento de la compra de Bucyrus, sí recuerdan que este tipo de depresiones son comunes en la industria y el apetito que tenía el ejecutivo por asumir riesgos provocó que Caterpillar pasara por alto la posibilidad real de que todo el mercado se viniera abajo. Cuando Oberhelman reaccionó, ya era demasiado tarde.
Caterpillar, pese al fuerte ajuste que tiene en marcha, sigue siendo uno de los mayores empleadores privados de Estados Unidos y una de las marcas más distintivas del tejido industrial en la mayor potencia del mundo. Su posición en el mercado, además, se ha reforzado, incluso en China. La compañía asegura que ha aprendido la lección sobre cómo gestionar la capacidad sin necesidad de disparar la inversión.
Jim Umpleby, que hasta ahora estaba al frente de la división de energía y transporte, tendrá que manejar el negocio con un mercado adverso y una competencia mayor. Como Oberhelman, debe su carrera a la compañía, donde empezó a trabajar en 1980 en su división de turbinas Solar.
Poder limitado
Pero a diferencia de su predecesor, su poder estará limitado, porque se le priva del casco de presidente. Es la primera vez en casi tres décadas que el máximo ejecutivo de Caterpillar no tendrá control sobre su consejo de administración, cargo que asumirá Dave Calhoun el próximo 31 de marzo. De esta manera se quiere complacer a inversores activistas, como David Einhorn de Greenlight Capital, que estaban presionando para que se produjera un cambio de rumbo en la compañía.
Caterpillar logró recuperar casi un 30% de su valor en Wall Street desde febrero gracias al repunte de la energía. Pero sigue perdiendo un 25% desde el máximo en 2012. Los recortes agresivos en el gasto, en paralelo, permitieron elevar el margen de beneficio pese a la caída en la ventas. Pero aunque consideran que Oberhelman corrigió algunos problemas operativos, su relevo deberá afrontar aún días oscuros.
Los analistas del sector difieren, de hecho, al anticipar cuando llegará el próximo ciclo alcista. Este tipo de sequías en las ventas de maquinaria suelen durar hasta ocho años, por lo que se ve complicado que la mejora llegue antes de que acabe la década. En lo que si que están de acuerdo es que Caterpillar cuenta con la capacidad de producción necesaria para atender la demanda cuando la industria emerja.