Faltos de personal, con traumas y sin ayudas: la policía de Bélgica se rebela

Los ataques de ‘lobos solitarios’ no solo han supuesto cambios en seguridad. También han tenido consecuencias a nivel personal: “Llevamos mucho tiempo pidiendo algún tipo de ayuda”.
policia-belgaJunio de 2016. Jaroussi Abala, perteneciente a una red yihadista, mata a puñaladas a dos policías en Magnanville, Francia. Ambos agentes, marido y mujer, son encontrados sin vida a las puertas de su casa mientras que su hijo, de tres años, fue hallado sano y salvo en el interior. El 7 de agosto, Khaled Babbouri atacaba a machetazos a dos agentes de la policía de Charleroi al grito de “Alá es grande.” Ninguno de los agentes fue herido de gravedad, pero uno de ellos tuvo que someterse a una operación para restaurarle parte de la cara. Babbouri fue reducido por otro agente, que acabó a tiros con la vida del agresor para ayudar a sus compañeras. Casi dos meses más tarde, Hicham Diop atacaba con un cuchillo a otros dos agentes de policía en el barrio de Schaerbeek, en la ciudad de Bruselas.
“En la Policía no se respira miedo pero si una especie de angustia, orientada sobre todo a sus familias”, explica Vincent Gilles, director del sindicato de la Policía dentro de la SLFP belga. “El colega que acaba de irse me ha dicho ‘no quiero trabajar cerca de casa porque no quiero que se sepa que soy policía’ y el trabaja a 120 kilómetros de casa. Cada día recorre esa distancia porque quiere ser anónimo, no quiere que nadie le reconozca cuando trabaja, sobre todo porque le angustia la seguridad de su familia”.
Estos ataques de “lobos solitarios” no solo han supuesto cambios a nivel de seguridad dentro del cuerpo de la Policía, sino que también han tenido consecuencias a nivel personal. “Llevamos mucho tiempo pidiendo algún tipo de ayuda, tanto psicológica como laboral, para los policías que son víctimas también de este tipo de ataques”, explica el director del sindicato. “En (los atentados de) Zaventem el compañero que perdió su pierna y que estuvo entre la vida y la muerte durante varias semanas y el colega que le atendió y le ayudó, están traumatizados de por vida. Él debe y quiere trabajar, pero no en Zaventem. Le hablas del aeropuerto y empieza a sudar y angustiarse”. No hay, sin embargo, ninguna asistencia, ningún tipo de ayuda. Simplemente se le cambia de ‘sillón’. “La única respuesta que obtenemos ante todas nuestras demandas es que ’es complicado’”, apunta el director del sindicato.
Ninguna de las víctimas de estos “lobos solitarios” sufrió heridas de gravedad que pusieran en riesgo sus vidas. Pero ante las secuelas, cicatrices y traumas, aunque tienen que ver con el riesgo de este trabajo, se necesita de una ayuda institucional para que la carga no sea tan pesada. “Se llama carga social compartida”, señala a El Confidencial Vincent Gilles. “También se presenta en el caso contrario. Nosotros decimos que un policía que saca su arma y que dispara es tan víctima como quien recibe el tiro. Él da muerte a una persona y debe cargarla sobre sus hombros. Lo hizo porque así lo requería la circunstancia y cumpliendo con su trabajo. Pero no hay ninguna asistencia ni ayuda para aliviar este tipo de traumas”.
Europa se está enfrentando a un tipo de terrorismo cambiante y aleatorio, desde ataques con camión, como el de Niza, a los intentos fallidos de matar a machetazos a algún agente de la Policía. “El terrorismo cambia de forma muy rápidamente, aunque lo estamos combatiendo muy efectivamente en Europa. Pero para llegar a evitar unos treinta atentados, como hemos hecho hasta ahora, hace falta una estructura y unos materiales, una ayuda. Aunque hay formas de terrorismo que son casi imposible de evitar y eso es lo que más nos preocupa”, explica preocupado Vincent Gilles en una entrevista con El Confidencial.
La Policía federal belga lleva años demandando una serie de medidas con las que hacer frente al terrorismo. Pero con la crisis llegaron los recortes, que afectaron sobre todo al sector público, y dentro de este, al de la seguridad. “Nosotros ya sabíamos que había un movimiento terrorista que estaba aumentando y los políticos se dedicaron al ‘no sé nada, no veo nada’. Hasta los atentados de Paris, cuando todo el mundo se dio cuenta de que podríamos estar en peligro, nosotros necesitábamos un 10% más de plantilla”, añade Vicent Gilles.
El sindicato no dejaba de reclamar durante todo este tiempo que había una falta clara de personal y que, además, entre otras cosas, debían renovar el material con el que trabajan. Pero las medidas iban llegando con cuentagotas. “Entre marzo y abril de este año el ministro belga propuso unas dieciocho nuevas medidas, aunque no son más que palabrería política”, esgrime el director del sindicato. Sin ir más lejos, este pasado lunes 17 de octubre, decenas de policías se manifestaban en Charleroi para exigir la incorporación de 150 nuevos agentes. “Las medidas vienen tarde y no por voluntad propia sino porque es el terrorismo el que les ha obligado a ponerse las pilas. Y es una de las razones que más nos enfurece. Solo toman decisiones cuando tienen un cuchillo sobre el cuello. Aunque les digas tienes un cuchillo, tienes un cuchillo… pero ellos no escuchan”, comenta con algo de enfado Vincent Gilles a El Confidencial.
Tras los ataques de Charleroi, el propio sindicato emitió un comunicado denunciando la amenaza que supone el terrorismo para los agentes de la Policía, que también están expuestos a estos ataques. “La diferencia entre una banda criminal y una célula terrorista es que la banda se mueve por el dinero. Por lo que hay gente que habla, que es imprudente y que facilita que la Policía los pueda pillar antes de que hagan nada. Pero los terroristas religiosos no se mueven por dinero sino por la fe. No hablan a nadie de sus motivaciones por lo que es casi imposible entrar en la red. Pero no hablamos solamente de redes terroristas, sino también de locos que se levantan una mañana y que cogen un cuchillo y atacan a un policía. No telefonean a nadie para avisar de lo que van a hacer, simplemente lo hacen”, explica el director del sindicato.
En dicho comunicado pedían aumentar, así mismo, el nivel de alerta también en la Policía del 2 al 3 pues, previamente, había sido rebajado cuando el nivel general era de 4 en Bruselas y de nivel 3 en el resto del país. “Esto no lo comprendimos”, afirma consternado Vincent Gilles. Además, aprovechaban para reivindicar “en términos de medidas de seguridad” más armamento y protección tanto de las patrullas como de los agentes. “Hemos conseguido armar a los agentes de calle, tras siete años intentando hacerlo. Porque una persona que es policía y va vestida como un policía, pero no va armado, corre el mismo riesgo que alguien que si lo está, algo que no nos parecía lógico.”
Las continuas demandas del director del sindicato al ministerio del Interior, en materia de seguridad, tardarían mucho en ver sus frutos. “Durante la primera parte de esta legislatura no solo se siguió con las políticas de la anterior sino que además se incrementaron. Pasaron de reducir las mil plazas por año, que ya eran pocas, a solo ochocientas”, argumenta. El cabreo generalizado en la Policía por la falta de voluntad política tocaría techo con las declaraciones del ministro del Interior belga tras los atentados en Bruselas. Tres días después de la tragedia, Jan Jambon señalaba como culpable al funcionario de la policía federal belga en Estambul, cuando se expulsó a Ibrahim El Bakraoui a los Países Bajos, después de haber sido detenido con anterioridad en la frontera con Siria en junio de 2015 por su conexión con los yihadistas.
“No puedo más que concluir que hay una persona que ha sido al menos negligente, nada proactiva ni comprometida”, afirmaba el ministro del Interior belga. “Ha tardado en reaccionar”, estimaba Jan Jambon, tras anunciar una investigación disciplinaria contra el oficial. Más tarde, Vincent Gilles respondía a las acusaciones del ministro: “Es un linchamiento público hablar de alguien que no está presente y no se puede defender. Si tuviera cara a cara al ministro, le insultaría. Me pondría a la altura de lo que él ha hecho: ser irrespetuoso. Es el mayor de los cobardes”, afirmaba el sindicalista al periódico ‘Le Soir’.
Desde entonces, algunas cosas han cambiado en dicha relación pues, tras el cruce de declaraciones, ambos se han reunido varias veces para intentar llegar a acuerdos sobre la mejora de la seguridad dentro del cuerpo. De hecho, en relación a las nuevas medidas, los ataques de Charleroi supusieron un antes y un después para la Policía. “Mucho ha cambiado desde entonces, aunque no sea perceptible para los demás”, explica Vincent Gilles haciendo referencia a la remodelación de las normas de seguridad del cuerpo de la Policía. “En cuanto a la seguridad en las infraestructuras de las que disponemos, Charleroi también supuso un cambio. Antes teníamos algunos edificios con ventanas a prueba de cañón por una parte, y en la otra, un simple cristal normal y nada de seguridad en todo el inmueble. Eso no era normal. Ahora todo eso ha cambiado”.
Tras lo ocurrido en Charleroi, Bégica cuenta con más agentes armados en las calles, nueva seguridad en los edificios, preparación ante este tipo de ataques y una ampliación de plantilla que elimina la antigua reducción, volviendo a las mil plazas por año. “Una medida que llega tarde, muy tarde, y que sigue siendo escasa. Pero al menos se han dado cuenta que hacía falta cambiar cosas. Eso sí, estas medidas tardarán en aplicarse porque hay que formar a los nuevos. Así que hasta mediados de 2017 no veremos muchas cambios, desgraciadamente, pues dependen de la aprobación y puesta en marcha de los próximos presupuestos” se queja Vincent Gilles, haciendo referencia a las dificultades que ha tenido el Gobierno de Charles Michel para llegar a un acuerdo presupuestario con el resto del Parlamento belga.