Cada vez más jóvenes cuestionan la monogamia y se animan a probar otras formas de estar en una relación. Con la convicción de que es posible amar a más de una persona a la vez, enfrentan los miedos, los celos y el qué dirán. ¿Cuáles son los pros y los contras de tener más de un amor?
Para el poliamor, una relación profunda e íntima entre tres o más personas es posible. ¿Será más fácil?, ¿más complicado?, ¿cómo sostener un vínculo más allá de la pareja tradicional? Hablemos de triejas, cuatriejas, de círculos infinitos.
El término poliamor es un neologismo que significa tener una relación amorosa, sexual y duradera de manera simultánea con varias personas y con pleno consentimiento de todos los amores involucrados. Se enfatiza la ética, la honestidad y la transparencia. Quienes lo practican marcan distancia otros vínculos colectivos como la poligamia, el matrimonio abierto o los swingers. Para los poliamorosos el elemento central es el amor. Aquí se exalta la fidelidad, entendida como acatamiento de compromisos establecidos y la honestidad como opuesta al encubrimiento.
Leandro (29) es comunicador. De chico notaba una constante en sus problemas de pareja: a alguno de los dos, o a las dos, siempre les gustaban otras personas. “Viste que cuando sos chico pensás en términos de gusta de. Yo veía que seguían gustando de su pareja pero, además, de otras personas. Y eso causaba celos, peleas”, dice. “Pensaba: acá el problema a resolver –para mí era lógico no gustar de una única persona- es dejar de pretender que la gente esté con una sola pareja y listo”. A los diez años, Leandro y sus dos mejores amigos se pusieron de novios con la misma chica.
Lo que podríamos englobar en el poliamor en verdad no es algo nuevo. Las formas de relación diversa tienen larga data. Pero hoy, nombradas y legitimadas -aunque todavía emergentes-, dan cuenta de transformaciones socio culturales que habilitan otros vínculos y respiran en nuevas ideas de familia.
En Argentina, varios grupos nuclean material sobre el tema. Uno de ellos es ALA (Amor Libre Argentina) que, desde el principio, aclara que no es un espacio de sexo libre sino de verdaderas experiencias afectivas a nivel colectivo. Su portada tiene una frase que reza: “No hay una sola forma de relacionarse”. En este sentido, el poliamor aparece como la disidencia que barre el ideal de pareja convencional y muestra la dimensión política de la sexualidad.
Leandro participa de Experiencias Amor Libre, un espacio donde comparten dudas o angustias e intercambian opiniones acerca de esta forma de entender el amor. Hasta hace poco eran casi cuatrocientas personas. Hoy, dice, el número ascendió a casi siete mil. ALA tiene un sitio web, un banco de datos con artículos y notas; y una página de Facebook donde se postean frases como “Interferir o controlar las relaciones de tu pareja: eso no es amor libre”, “Aceptar abrir la relación por miedo a perder al otro: eso no es amor libre”, “Pedirle permiso a tu pareja para salir: eso no es amor libre”. Y así.
TÉ PARA TRES
Además de la honestidad y la transparencia, existe una característica propia del poliamor llamada compersión. Significa que, al tiempo que se superan los celos y la posesividad, el miembro de la pareja no solo no cela al compañero cuando está con otro amor, sino que lo celebra y es feliz por ello.
“Estar en compersión es el anti celo”, dice Leandro. “Es sentirte feliz de que tu pareja disfrute de otras relaciones, como si se fuese de viaje o se recibiese”. Leandro no tolera los celos, aunque ante la pregunta sobre si nunca los tuvo reconoce que durante su última relación –la primera abiertamente poliamorosa- sintió algo de inseguridad cuando su novia encaró un amor paralelo con una chica.
El término poliamor es un neologismo que significa tener una relación amorosa, sexual y duradera de manera simultánea con varias personas y con pleno consentimiento de todos los amores involucrados. Se enfatiza la ética, la honestidad y la transparencia
Hay que decir que las habilidades y actitudes necesarias para manejar relaciones poliamorosas agregan retos adicionales. “Si me preguntás si es más fácil, te digo que no”, asume, tajante. A él lo tacharon de mentiroso, vivo o rara avis al plantearle a una chica su condición de poliamoroso. Sus amigos le han dicho kamikaze por explicar a sus novias, de entrada, que todos eran libres de comenzar otras potenciales relaciones. “Para mis amigos soy el que se relaciona raro, el boludo que dice la verdad, el loco que admite a su novia cosas que nadie en su sano juicio admitiría”, dice. Inclusive, Leandro remarca que el hecho de que uno no sienta celos suele interpretarse como desamor.
Juan Pablo D´Orto (32) trabaja en sistemas y es miembro de ALA. Empezó con el poliamor hace seis años. “En este momento tengo tres parejas”, dice. Está con Cecilia hace once años, con Sebastián hace cinco, y con Juliana hace tres. Convive con Cecilia y Sebastián, pero a Juliana la ve todas las semanas. Opina que existen diferentes grupos de poliamorosos: los que se acercan para construir vínculos libres por decisión ideológica, los que se acercan desde espacios LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero) en donde, aclara, hay más aceptación por ser personas más abiertas a la diversidad, y los que se acercan desde el deseo de abrir una pareja “tradicional” y empiezan a cambiar contratos anteriores por otros que les resulten más cómodos y representativos. “Es interesante ver cómo esos grupos se nutren de las diferencias culturales y sociales que los formaron”, analiza.
Juan Pablo cuenta la experiencia en su Facebook. Hay imágenes de la casa que comparte con Cecilia y Sebastián. “Acá con los cinco suegros”, dice el pie de una foto. Como cualquier domingo familiar, ahí están sus padres, por fin, siendo parte de la propuesta vincular de los hijos, un proyecto de trieja exitoso, abierto a nuevos amores. Pero no todo fue color de rosas. Juan Pablo cuenta que muchas veces los desaconsejaron o intentaron dividirlos, aunque siempre con las mejores intenciones. “Algunos nos respetaron desde el principio, otros no. Finalmente comprendieron que o nos aceptan o se quedan fuera del círculo de confianza”, aclara.
MALESTAR EN LA CULTURA
Belén Toriacio (30) es psicóloga y Coordinadora del Área de Psicología y Salud Mental de la Secretaría de Salud de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans.
“La monogamia es una construcción cultural y se ha vuelto norma porque es funcional a determinado sistema. Para formar parte de determinada cultura, se intercambia una parte de felicidad –haciendo rodeos para cumplir ciertos deseos, o directamente resignándolos- por pertenencia”, dice. Y explica que el acatamiento de las normas produce una cuota de malestar inherente, ya que no siempre querríamos acatarlas, pero esto es necesario para vivir en sociedad. “En el caso de los poliamorosos, puede ocurrir ser rechazados por su entorno al mostrar su dinámica vincular”, concluye.
Juan Pablo recuerda que, en los primeros momentos de la trieja, hubo situaciones de tensión con el afuera. “No salen a lincharte, o al menos no delante tuyo. Pero tuvimos las orejas a rojo fuego durante los primeros años”, explica. “La gente que te quiere, te acepta porque te ve bien. Y los que te quieren bajar y lastimar siempre van a encontrar excusas para hacerlo, pero si estamos fuertes nada nos va a herir”, asegura.
Toriacio destaca la apertura actual a la diversidad en lo familiar, sexual y vincular en referencia a la ley de matrimonio igualitario, de triple filiación y de identidad de género, y cree que, así como la monogamia no es para todos, el poliamor tampocos. “Son distintas formas de vincularse, no hay una mejor que otra”, evalúa. “Lo importante es revisar cómo nos vinculamos, desde qué lugares, qué supuestos subyacen a eso, y hacerlo honestamente”.
AMOR MULTICOLOR
Para Leandro, la monogamia es algo institucionalizado que no está funcionando. “Hoy se acepta poner en discusión el ideal de amor para toda la vida y el matrimonio tradicional, pero todavía existe el imaginario de que si uno se enamora sólo puede ser de una persona”, explica. Por otro lado, opina que en las relaciones monogámicas, muchas veces, hay una posesividad que va de la mano de la violencia y la agresividad. Para él, el poliamor es lo contrario: “el otro tiene su trabajo, sus amigos, su vida además de uno. Y si damos un paso más allá: también tiene sus deseos, fantasías y amores”. Entonces, dice él, hay que aceptar que la vida romántica de una persona no siempre se colma con uno, y que a uno también le puede gustar alguien, o incluso puede enamorarse de ese alguien, sin dejar por eso de amar a su pareja.
Según Juan Pablo, vivir el poliamor puede ser vertiginoso porque hay que manejar la propia disonancia: están la ideología, las teorías, pero en la práctica todo es bastante más intenso. Surgen dificultades y se requiere mucho diálogo. “Aprendés a manejarte en un contexto en el que tus propios sentimientos no corresponden con lo que pensás”, admite en relación a emociones adversas como los celos. “La cabeza te cambia a velocidades vertiginosas. Las neuronas son rápidas como la electricidad, pero el corazón bombea la sangre y es más lento”, dice.
Él milita en ALA porque quiere ofrecer su experiencia y ayudar a quienes recién empiezan. “Quiero compartir lo que tanto me costó descifrar. Es una venganza personal contra los momentos que pasé por no contar con ningún grupo, libro o ni siquiera un amigo a quien contarle los bardos que estaba pasando”, cuenta. Y es que su experiencia tuvo momentos muy distintos; desde el entusiasmo y la plena convicción de encarar la trieja, hasta escenas de novela mexicana.
“Todas las canciones, series, películas e historias familiares muestran como trágico el momento en que aparece otra persona”, describe. Justamente eso no es trágico para él, todo lo contrario: “se me salta la térmica cuando veo que nos alertamos cuando alguien más quiere cuidar a quienes nosotros cuidamos, preocuparse por ellos, hacerlos crecer. ¿Cómo no vamos a tener déficit de afecto en la sociedad si tratamos a cada proveedor como un enemigo?”, plantea, como preguntando algo obvio.
TODO LEGAL
Desde la explicación de sus mentores, lejos de suponer tolerar mentiras y engaños, el poliamor obliga a revisar y re significar las ideas habituales que se tienen de fidelidad, respeto y libertad, y así redefinir también obligaciones conyugales y roles para reemplazarlos por nuevos códigos de vinculación. “Lo que antes era ser diverso ahora tiene nombre”, dice Leandro en relación al reconocimiento que se viene haciendo mediante marcos teóricos para explicar conceptos como amor libre, trieja, relación abierta, mono norma, etc.
Por su lado, Juan Pablo dice que es importante que se reconozcan en el amor libre personas que ya lo practicaban sin saber de nombres. “Me niego a creer que somos los primeros en pensar que se puede amar a más de una persona al mismo tiempo con pleno conocimiento de todos los involucrados”. Para él, quienes practican el amor libre en cualquiera de sus formas no son pocos ni locos, y puede que sea una de las mejores pedagogías para entenderse libremente.
En ese sentido, quizá el poliamor pueda ser una oportunidad no solo para abrirse a la imprevisibilidad y complejidad de un deseo que empieza a tener asidero legal y legitimación cultural, sino también para comprender que las disyuntivas y contradicciones a que se expone la afectividad humana pueden expresarse, desde allí, en un gesto de valentía que las permita ser en su más profunda complexión y con total honestidad.