A continuación, un extracto de la entrevista completa que apareció en la Infotechnology de diciembre. En ella, Barañao habla sobre los recortes presupuestarios (previo a la polémica suscitada en los últimos días) y la “responsabilidad social de los científicos” frente a la sociedad.
El ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao, con los recortes en los ingresos de los investigadores de carrera al Conicet, está en boca de todos. En una entrevista con Infotechnology realizada el 15 de noviembre pasado, el científico y político comentó el debate por los recortes en el presupuesto. Además, el “componente enciclopedista” de las carreras científicas y la “responsabilidad social de los científicos”, que no se acaba con la publicación de un paper.
Tras casi diez años de gestión y luego del primer año del nuevo gobierno, ¿qué balance hace usted acerca del trabajo del Ministerio y, en líneas generales, el estado de la Ciencia y Tecnología en el país?
Creo que pudimos impulsar cambios trascendentales y permanentes: repatriar científicos, desarrollar una tecnología nacional, fortalecer el sistema y darle continuidad a un proceso de crecimiento del número de investigadores así como de la superficie dedicada a laboratorios. Hoy, es un sistema que está más activo en términos de publicaciones de lo que estaba en 2003, producto de un importante aumento del presupuesto y también de un cambio cualitativo: hay una mayor vinculación entre el sistema científico y las necesidades de la sociedad, tanto en lo que es sistema productivo y transferencia a las Pyme como en soluciones a problemas sociales, de salud, etcétera. Hay una mayor conciencia de la responsabilidad que tiene el investigador para con el contribuyente.
¿Qué falta?
Más de eso, más cambio cualitativo en los investigadores y que haya un foco en crear trabajo; queremos que los investigadores no sean evaluados solamente por los trabajos publicados, sino por los puestos de trabajo creados. Esto ya se hace en otros países; no sólo el investigador sino la institución obtiene un plus de financiamiento si logra demostrar que ha implementado el empleo generado. Esto implica un cambio cultural importante, sobre todo en las universidades, que han estado históricamente focalizadas en darle una formación al individuo que tiene la suerte de acceder a ellas, lo que a su vez le permite tener un empleo y un salario digno. La cuestión es cómo ese individuo salda la deuda ética que tiene, en el caso de la Argentina, con aquel que le pagó la carrera.
Se generó un importante debate alrededor de un posible recorte en el presupuesto del área que usted lidera. ¿Cuánto ayuda? ¿Cree que este debate es parte de algo que cambió en el último tiempo en el país?
Me parece que un dato no menor es el respaldo que tuvo este reclamo por la corrección del presupuesto, no sólo por parte de los investigadores sino de la sociedad en su conjunto. Esto es reconfortante porque indica que se ha logrado instalar que la ciencia y la tecnología realmente son útiles para todos. Me parece que esto es lo que garantiza que lo que hemos iniciado sea realmente una política de Estado, porque la sociedad no permanece impasible ante una posible amenaza a un sistema que considera valioso.
¿Qué porcentaje del PBI esperan recibir en el Presupuesto 2017? ¿Cómo se relaciona con 2015 y 2016?
El presupuesto más o menos se mantuvo, se actualizó pero no en la medida de la inflación. En porcentaje el presupuesto es levemente más bajo, y el porcentaje que tenemos para subsidios quedó más bajo porque decidimos garantizar que el Conicet pueda pagar los sueldos. ¿Qué pasó? Decidieron que hay que impulsar el consumo y el presupuesto se volcó hacia Desarrollo Social, transferencia a las provincias, infraestructura. Todo esto bajó un poquito para potenciar eso.
La cantidad de egresados de Ciencia y Tecnología llega a derramar aún más sobre la economía. ¿Hay manera de acelerar ese recorrido?
Creo que hay varias acciones que hacer a distintos niveles. Una es promover vocación por la ciencia, algo en lo que nos hemos enfocado a través de distintas acciones: la feria Tecnópolis, el canal TEC Tv, el Centro Cultural de la Ciencia, Program.ar, el programa Dale Aceptar, todo orientado a presentar las tareas en ciencia y tecnología de la forma más atractiva, mostrar que el empleo del futuro está ahí. El otro tema en el cual no tenemos tanta injerencia es el de la currícula universitaria. Creo que tiene que cambiar a través de los tiempos. En los Estados Unidos, la mayoría de los egresados trabajan en tareas que no existían cuando comenzaron a estudiar, eso implica que el turn over es realmente muy rápido. Acá nosotros no tomamos nota de eso y todavía seguimos formando gente para empleos que ya no existen en muchos casos, con tiempos de formación muy largos. Es cierto que, a diferencia de otros países, una parte muy importante de los estudiantes en la Argentina trabaja mientras estudia, cosa que no existe en los Estados Unidos. O sea que las carreras se alargan por motivos obvios, por la falta de disponibilidad de tiempo, pero así y todo hay un componente bastante enciclopedista de las carreras que hace que, por un lado, aquellos que tienen éxito y terminan tengan ventajas competitivas, incluso en mercados internacionales. Se conoce el nivel de los licenciados argentinos, el problema es que la mayoría queda en el camino y eso no es admisible. Creo que es imperioso repensar la currícula universitaria. Lamentablemente, y lo digo como el profesor universitario que sigo siendo, en gran medida el contenido de los programas obedece a la presión corporativa de los departamentos docentes. Todo docente quiere tener alumnos y por lo tanto se esmera para que su materia esté en la currícula; eso va en desmedro de una formación adecuada. Además, tenemos que pensar en la formación continua, pensar que la obsolescencia de los contenidos hace que el profesional que egresa tiene que tener la posibilidad de volver al aula para complementar su formación y no pensar en un paquete que se le entrega al egresado. También es necesario entrenar mejor en cuanto a la búsqueda de información, porque la información ya está disponible, podés tener cualquier cosa con un teléfono inteligente. Hay un cómic que puede ser gracioso pero lamentablemente es cierto: dice que hay dos cosas que son difíciles de cambiar: los cementerios y las universidades. A los monstruos no se los puede acusar de nada, en cambio los profesores universitarios, que muchas veces ejercen una resistencia activa al cambio, sí son responsables de sus acciones.
En algún momento fue criticado por hablar bien de que los científicos fueran a formarse al exterior…
Lo que dije es que es necesario que circulen los científicos, que se vayan y vuelvan. Que lo hayan editado y hayan cortado donde dije “vayan” no es responsabilidad mía, sino que fue hecho con una intención maliciosa. Estoy convencido de que sí es necesario tener una formación dual, los investigadores tienen que tener una doble cara, de mirar hacia el mundo para saber dónde está la acción, tener las últimas tecnologías y mirar hacia adentro porque, en tanto y en cuanto son financiados por el contribuyente, tienen una responsabilidad distinta en un país como la Argentina de la que tienen en un país como Alemania. Así como ahora hablamos de la Responsabilidad Social Empresaria, creo que la responsabilidad social del investigador no termina con la publicación de un trabajo científico. No puede ser esa su única manera de satisfacer esa responsabilidad social. Tiene que mirar a su alrededor y saber, de última, cómo aplicar ese conocimiento; hay mil maneras en las que puede colaborar, no les pedimos que sean empresarios, pueden ser docentes, divulgadores, pueden trabajar tratando de desarrollar un adminículo para alguna otra cosa. Por ejemplo: un físico, Hernán Pastoriza, especialista en microfluídica, a raíz del pedido de una conocida que trabajaba en un hospital infantil, desarrolla un aparato para medir la viscosidad de la sangre en los recién nacidos, algo muy importante. Lo que digo es que el investigador tiene que estar atento y si encuentra algo que puede tener una aplicación o piensa que sabe algo que puede ser útil, debe lograr que el Estado, a través de nosotros o de la universidad o de quien sea, que ese producto tenga un impacto en la sociedad porque si no no podemos decir, honestamente, que lo que se invierte en ciencia es inversión y no gasto. Para que haya inversión tiene que haber un rédito, si no no es inversión; si lo único que hacemos es financiar trabajos para científicos que contribuyen al conocimiento universal, estamos regalando algo que los países aceptan gustosamente pero que, en la Argentina actual, no es éticamente aceptable.
¿Por qué le parece que al científico argentino le cuesta entender esa necesidad?
Hay un motivo cultural, porque existe toda una tradición de la ciencia argentina que viene de la época de (Bernardo) Houssay y de (Luis) Leloir, que promueve a la ciencia por la ciencia misma, por el reconocimiento de los pares, que es lo que buscamos la mayoría de los investigadores. Lamentablemente, en esa misma época, (Eduardo) Braun Menéndez, que proponía un tipo de ciencia más similar al que venimos a proponer ahora, una vinculación con el medio, murió tempranamente y primó la visión academicista. Eso ha perdurado todavía porque las generaciones de evaluadores, que es gente mayor, imponen eso en los evaluados. Ningún evaluador usa criterios según los cuales él mismo quedaría mal parado. Si lo único que hizo ese evaluador es publicar trabajos en el extranjero, va a imponer un concepto según el cual publicar en la revista húngara de entomología es más importante que un método casero para matar el mosquito que transmite el zika.