Pérsico: el piquetero K que ahora es interlocutor privilegiado del macrismo


Pactó la emergencia social a cambio de un fin de año sin sobresaltos; le dieron el control de más recursos y hasta de una obra social

Sin rodeos, Emilio Pérsico apela a una táctica remanida para explicar cómo las organizaciones sociales consiguieron arrancarle al gobierno de Mauricio Macri distintas reivindicaciones, buena parte de ellas cristalizadas en la ley de emergencia social. “Se trata de golpear primero y, después, negociar”, resume el líder de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y el Movimiento Evita.

Pérsico dice: “En el poder hay un gobierno de derecha, y que con sus políticas neoliberales genera mayor pobreza”. Pero admite que, pese a estar en las antípodas de su pensamiento, el macrismo le otorgó un reconocimiento institucional que no había conseguido con el kirchnerismo.

Hábil negociador, desde el primer día de la nueva gestión tuvo las puertas del diálogo abiertas. No fue un impedimento su adhesión al kirchnerismo -hasta mediados de 2016, cuando el Evita se alejó del Frente para la Victoria-, una lealtad que Cristina Kirchner premió convirtiéndolo en funcionario, designado al mando de la Secretaría de Agricultura Familiar, en 2012. En poco tiempo, Pérsico fue también valorado por el gobierno de Macri como su interlocutor predilecto entre los referentes de los movimientos sociales. Anteayer, sin embargo, fue denunciado por la Oficina Anticorrupción por omitir la presentación de su declaración jurada de bienes.

Su nexo natural fue Carolina Stanley, no sólo por su función en el Ministerio de Desarrollo Social, cartera que administra el mayor volumen de planes sociales, sino también por una relación de años que los une. Existen razones objetivas. Su organización, la CTEP, es una de las más grandes en el universo de trabajadores de la “economía popular” (cooperativistas, cartoneros, vendedores ambulantes). Así, comenzó un juego de equilibrio. Si bien conserva su perfil opositor, se consolidó como la organización de mejor diálogo, situación que la colocó en una posición privilegiada a la hora de negociar.

La CTEP dio varios pasos el año pasado para constituirse en una suerte de sindicato que agrupe a los trabajadores de la “economía popular”, un universo que sus referentes estiman en dos millones de personas. El salto más significativo comenzará a trazarse en los próximos meses, cuando comience a administrar la “obra social piquetera”, un viejo anhelo del piquetero.

“No hubo un claro convencimiento de ayudar a los trabajadores de la «economía popular», las respuestas aparecieron luego de ejercer presión”, repite Pérsico, a modo de balance, tras el acuerdo por la emergencia social. Junto con los líderes de Barrios de Pie y la CCC, estuvo a la cabeza de las negociaciones por el proyecto, con un papel protagónico en las acaloradas discusiones con Stanley; y Nicolás Massot, jefe del bloque de diputados de Pro, en los días posteriores a la movilización al Congreso del 18 de noviembre con la CGT.

Pese a que no tomó la palabra ese día, sobre el escenario, era el único referente de las organizaciones sociales que compartía la primera fila con la plana mayor de la CGT. Tal vez una muestra de dónde desea colocarse a partir de ahora. “Siempre discutimos política con este gobierno, no planes. Queremos, y conseguimos con la emergencia que esté mejor el sector, no mi organización”, asegura. Su lenguaje no es ajeno al viraje que comenzó el año pasado: de “dirigente social” a “sindicalista de los «excluidos»”.

Las tres organizaciones que firmaron el acuerdo por la emergencia social tendrán a partir de este año asiento en el novedoso Consejo de la Economía Popular, organismo que compartirá con funcionarios de Desarrollo Social y Trabajo y que se encargará de administrar los $ 30.000 millones destinados a financiar la emergencia. Pero Pérsico no se ve ocupando un lugar allí, en el “desgaste del día a día”.

Carácter

Su verdadero carácter, aseguran funcionarios del Gobierno, aparece en las mesas de discusión. Puertas para afuera, es un líder silencioso, que rehúye de las intervenciones y de los grandes discursos. No le gusta hablar en público, entre otras cosas porque no se siente capacitado, por no haber completado el ciclo de enseñanza básica.

“Hay mucha más frescura en los pibes, es hora de que otro agarre el bastón. Tuve dos oportunidades, en los 70 y en el kirchnerismo, ya está”, repite. Y destaca, entre la tropa de su organización, a Juan Grabois, líder del movimiento de cartoneros y funcionario del Vaticano. Con la primera oportunidad se refiere a su militancia juvenil en Montoneros, cuando su apellido todavía era más conocido por la tradicional heladería platense que por los piquetes; un emprendimiento que fundó su abuelo y continuó su padre, aunque -aclara- ya no tiene vínculo comercial con la heladería que luego se ramificó y llegó hasta Buenos Aires.

Se dice pesimista del capitalismo y del proyecto del Gobierno, pero apuesta por institucionalizar el conflicto. “Es el único camino para una democracia estable. Los movimientos populares tenemos una base para condicionar a los gobiernos liberales”, concluye.