Entrevista con Peter Wadhams, glaciólogo y experto en el Ártico | Una ola de frío sacude Europa. La nieve se extiende desde Varsovia hasta Estambul, con temperaturas de -20º C. El invierno tardío ha entrado finalmente con toda su virulencia en el viejo continente, pero lo que realmente le preocupa al glaciólogo Peter Wadhams es lo que está pasando más arriba.
El Ártico alcanzó el mínimo histórico de hielo en otoño durante dos meses consecutivos. Las temperaturas superaron los 10 grados por encima de lo habitual y el hielo siguió contrayéndose en vez de crecer. En noviembre, la superficie helada llegó a cubrir 9,8 millones de kilómetros cuadrados, casi dos millones por debajo de la media en esas fechas (cuatro veces el tamaño de España).
Desde su refugio de invierno en la Universidad de Cambridge, Wadhams hace sus cábalas y predice que el verano del 2017 pasará posiblemente a la historia como «la primera vez en 100.000 años en que el Ártico llegará a estar libre de hielo». Sus críticos le echan que en cara que lo mismo predijo para el 2015, después de aquel septiembre extremo del 2012 en el que la superficie helada encogió hasta los 3,4 millones de kilómetros cuadrados.
«Si no ocurre este año, sucederá al siguiente o antes de que acabe la década», se defiende el ex director del Scott Polar Research Institute, con la experiencia acumulada de más de 50 expediciones sobre el terreno. «Todo está ocurriendo de una manera más rápida y drástica de lo que preveíamos. La masa de hielo no sólo se está contrayendo, sino que es cada vez más fina y está colapsando. Hemos entrado ya en lo que mi colega Mark Serreze llama la «espiral de la muerte» del Ártico. Como mucho, quedarán bolsillos dispersos de hielo que apenas llegarán al millón de kilómetros cuadrados».
«La imagen emblemática de la Tierra con los dos polos, captada desde el Apolo 8, pasará pronto a la historia», advierte Wadhams. «Acabaremos teniendo un Ártico Azul varios meses al año. Será la mayor alteración del planeta causada hasta la fecha por el hombre. Y lo malo es que lo que ocurre en el Ártico no se queda en el Ártico, sino que va a poner en marcha una serie de fenómenos en cadena y va a acelerar el cambio climático».
Wadhams está habituado a que le llamen «alarmista», «apocalíptico» y cosas mucho peores. Los trolls del clima se han cebado con él y asegura tener una «costra dura» contra la acometida de los escépticos. «Se están quedando sin argumentos, por más que vayan a tener a Donald Trump en la Casa Blanca. Seguirán aferrándose a cada ola de frío para cuestionar el calentamiento global. Pero la evidencia está ahí, y a los científicos nos toca no solo constatarla, sino interpretarla. Lo que está ocurriendo es demasiado grave como para quedarnos callados».
Otro argumento que ondean habitualmente los escépticos es el aumento del hielo en la Antártida. «Es cierto que durante cuatro décadas se ha producido un avance de la superficie del hielo en el polo sur», reconoce Wadhams. «Pero esa tendencia se ha roto este año. En noviembre se registró un nuevo mínimo y están ocurriendo fenómenos, como el reciente desprendimiento del iceberg de 5.000 kilómetros cuadrados, que sirven para indicar que algo extraño está pasando también allí».
En cualquier caso, advierte Wadhams, la enorme masa terrestre, la distancia de los países industrializados y la peculiaridad de los vientos hacen de la Antártida un fenómeno de estudio más esquivo. «El auténtico ‘canario en la mina’ del cambio climático es el Ártico», advierte el glaciólogo británico. «Allí ocurre todo antes y de un modo más extremo. Y lo que ha está sucediendo este último año va a tener sin duda efectos en todo el planeta».
«El hielo desempeña un papel vital en la regulación y la estabilización del clima en el planeta», advierte. «La criosfera es, por así decirlo, el sistema natural de ‘aire acondicionado’ que impide un calentamiento excesivo. La desaparición del hielo puede provocar una cadena de ‘retroalimentación del clima’ que haga inútiles todos los esfuerzos por limitar las emisiones de CO2».
DESAPARICIÓN DEL ‘ALBEDO’. El hielo del Ártico refleja hasta el 90% de la radiación solar incidente, mientras que el océano abierto no llega apenas al 10%. Sin el alto albedo de la nieve y el hielo, la superficie terrestre absorbería más calor. Según advierte Peter Wadhams, el efecto de la radiación que dejaría de reflejar la masa de hielo del Ártico podría suponer un incremento del 50% del calentamiento provocado por las emisiones de dióxido de carbono: «El Ártico dejaría de ser un mero sujeto pasivo del cambio climático para convertirse en un generoso contribuyente».
SUBIDA DEL NIVEL DEL MAR. La desaparición de la masa compacta de hielo en el Ártico se traduciría en una subida de los niveles del mar de entre 80 y 90 centímetros a finales de siglo, según estimaciones del Panel Intergubernamental de la ONU (IPCC). Groenlandia se suma también a la ecuación, con la pérdida de unos 300 kilómetros cúbicos de hielo al año. «Creo que un aumento entre uno y dos metros del nivel del mar es lo más probable e incluso lo mejor que podemos esperar», advierte Wadhams. «En el Támesis podemos reforzar las compuertas, pero lamentablemente no podrán hacerlo en Bangladesh».
LIBERACIÓN DEL METANO. La liberación del metano atrapado hasta ahora bajo la capa de suelo congelada (permafrost) en las regiones subárticas es, según Wadhams, la mayor «bomba de relojería» del cambio climático. «Los investigadores rusos han calculado que se podrían liberar de entrada 50 gigatones, que es apenas el 8% de lo que se estima que puede haber bajo la tundra», asegura Wadhams. «Pues bien, esa cantidad bastaría para provocar una calentamiento de hasta 0,6 grados en el planeta. El efecto invernadero del metano es 23 veces más potente que el CO2. Aunque también es cierto que se disipa mucho antes en la atmósfera, su contribución al cambio climático puede ser fulminante».
Y ahora le damos la vuelta la hielo y le preguntamos a Wadhams por los efectos «positivos» de un Ártico abierto a la navegación y a la exploración como nunca antes. «Se abrirían nuevas rutas, está claro, pero haría falta grandes inversiones en infraestructura, y en cualquier caso los beneficios serían mínimos comparados con el alto coste. Los números del cambio climático van a hacer abrir los ojos a Donald Trump y a los escépticos. Abrir el Ártico a las prospecciones petrolíferas sería muy costoso y tremendamente peligroso. Además, no tiene sentido seguir buscando petróleo en lugares tan impenetrables cuando deberíamos estar pensando en dejar bajo tierra dos terceras partes de las reservas».
Wadhams dio en su día la bienvenida al Acuerdo de París, aunque está convencido de que el mundo necesita «una llamada a las armas» para no superar la línea roja de los dos grados antes de tiempo. «Si queremos evitar un cambio climático catastrófico, no basta con reducir las emisiones o acelerar el tránsito hacia las renovables. Tenemos que ir pensando en retirar a gran escala el CO2 de la atmósfera. Hay varios experimentos en marcha, pero son muy costosos y a pequeña escala. Lo que hace falta es un Proyecto Manhattan ante el cambio climático».