Facundo Jones Huala, el mapuche violento que le declaró la guerra a la Argentina y Chile

Nació en Bariloche. Tiene 31 años. Chile reclama su extradición para juzgarlo por terrorismo. Está libre y se oculta en campos tomados a Benetton. Lo defiende la abogada de Milagro Sala.

Foto Diario Jornada

“Yo no tengo nada que ver, cumpa, con lo que se dice de mí; yo soy una víctima del blanco”, dijo Facundo Jones Huala cuando atendió un llamado de Clarín a mediados del año pasado, mientras permanecía detenido en una cárcel destemplada de Esquel. Había caído preso por ocupar tierras de Benetton en Chubut y esperaba que se definieran dos cosas: el proceso por la toma de esos campos y un pedido de extradición del Gobierno chileno, que lo acusa de terrorismo, tenencia de arma de fuego, incendio de propiedad con habitantes adentro y violación de la ley de extranjería.
Se definió todo a favor del mapuche: el juez federal de Esquel, Guillermo Otranto, le dictó la falta de mérito por la toma de tierras y declaró nulo el pedido de Chile. Sostuvo que el arresto de Jones Huala había sido irregular y ordenó liberarlo. El gobernador de Chubut, Mario Das Neves, que considera a Jones Huala un guerrillero, pidió el juicio político del magistrado. El mapuche de vincha y poncho, en tanto, salió a la calle, enfrentó a la prensa y dijo: “Vamos a defender nuestras tierras de las mineras, petroleras e hidroeléctricas y vamos a expulsar a todos los terratenientes que nos mantuvieron en la miseria durante años. Del alambre para adentro solo habrá justicia ancestral”. Lo acompañaba su abogada, Elizabeth Gómez Alcorta, quien también asiste a la líder del movimiento Tupac Amaru, Milagro Sala, presa desde hace un año en Jujuy.
Fuentes de Cancillería aseguran que por el rechazo de la extradición, apelado y ahora bajo análisis en la Corte Suprema, hubo quejas de la diplomacia trasandina. Otro dato: desde la Secretaría de Seguridad Interior, que comanda Gerardo Millman, ya habían aconsejado que enviaran al mapuche a Chile para que fuera juzgado porque intuían que si el verano llegaba con Jones Huala entre la estepa y las montañas podía venirse algo pesado. Y fue lo que pasó.
El Weichafé Jones Huala tiene mirada de águila. Nació en Bariloche en 1986. Es hijo de un granjero inglés y una activista indígena. Fue educado sobre la idea del despojo, sobre el concepto del aborigen desterrado que debe luchar para recuperar los territorios que les fueron quitados a sus ancestros. Se considera a sí mismo un Weichafé (Guerrero) y sus enemigos, dice, son los huincas (blancos) capitalistas. Algunos lo definen como un anarquista. Pero el grueso del colectivo mapuche, que habita las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro, ha manifestado en varias oportunidades que no comulga con sus métodos de acción y reclamo.
Según publicaciones indígenas, llegó a Chille por primera vez en busca de medicina tradicional. Estaba siendo tratado por una machi (curandera) cuando le declaró una “guerra de fuego” a la Argentina y Chile. Acto seguido, fundó la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una fracción que promueve la lucha armada para forjar una nación mapuche en la Patagonia.
En 2013, comenzó su historia de fugas. Escapó de la casa donde cumplía arresto domiciliario tras ser condenado por haber incendiado una estancia en Valdivia. Se dice que después de intentar prender fuego a un carabinero, cruzó los Andes a pie y recaló en la Argentina, en una zona de ríos y montañas que mueren en la estepa deshabitada. Al poco tiempo, los RAM empezaron con sus ataques.
Escalada de fuego A través de comunicados en redes sociales, otro de sus campos de acción ideológica, la agrupación RAM se ha adjudicado casi todos los hechos por los que enfrentan denuncias en la Justicia.
“Tirales nafta hasta dos metros de distancia. Que no les llegue el fuego pero que se asusten tanto que no se atrevan a denunciarnos”. Esa fue la orden que Jones Huala dio hace dos años a uno de sus cómplices la noche en que quemaron el refugio Neumeyer, en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Los dos hombres a los que querían asustar eran empleados del lugar y los dejaron atados a los árboles. También quemaron maquinaria vial. Sostenían que toda esa tierra les correspondía.
Las incursiones violentas siguieron en las estancias de la Compañía de Tierras Sud Argentino Limitado, propiedad de Benetton. Los RAM enfrentan denuncias de todo tipo por provocar más de una decena de incendios, robar ganado y atentar con armas de fuego contra empleados -mapuches, a la sazón- de la misma empresa. También atacaron maquinaria perteneciente al amigo del presidente Macri en El Bolsón, el magnate Joe Lewis. Y se investiga el hallazgo de un cinturón con explosivos cerca de una represa de la zona.
Pero, sin discriminación alguna, acometieron también contra civiles comunes y corrientes, trabajadores sorprendidos en medio de la inmensidad inhóspita. En diciembre de 2014, en medio de la noche cerrada, tres encapuchados dotados con bombas molotov frenaron un camión que venía por la ruta 40, hicieron bajar al chofer Luis Rastellini y prendieron fuego el vehículo. Otro camión que venía detrás, logró pegar la vuelta y escapar mientras le tiraban con las bombas incendiarias. Rastellini tuvo que ser atendido por los golpes que le dieron. Tiempo después, señaló que los agresores se manifestaron como pertenecientes a “Resistencia Mapuche”.
El 3 de octubre de 2015, cinco encapuchados entraron rompiendo las ventanas a la casa de un puestero de una de las estancias de Benetton. El hombre descansaba junto a su esposa y sus tres hijos. Los amenazaron con armas de fuego y al empleado le pidieron que saliera de la casa. Lo hicieron caminar hasta un río helado y lo obligaron a meterse al agua durante horas, mientras le disparaban cerca. Robaron celulares, rompieron el equipo de VHF que utilizaba la víctima para comunicarse y destruyeron las cubiertas de su vehículo, para que no pudiera pedir ayuda.
En noviembre pasado, tres hombres armados irrumpieron de madrugada en las instalaciones de una empresa productora de frutillas. Los atendió un sereno, a quien le pidieron que se vaya “o lo matamos”. Le dijeron que iban a destruir los galpones porque esa actividad estaba contaminando la tierra y se identificaron como “Resistencia contra la contaminación”. Quemaron por completo un galpón con maquinaria agrícola. El dueño de la firma, Luis Loncón, apellido mapuche también, está convencido de que en ese grupo estaba Jones Huala.
Fuentes del ministerio de seguridad explicaron a Clarín que tienen probado que los RAM reciben financiamiento internacional a través de fundaciones y ONG’s. Afirman que durante el kirchnerismo, el ex titular de la AFI, Oscar Parrili -oriundo de San Martín de los Andes-, les habría proporcionado respaldo político y económico a este tipo de agrupaciones. Y que recibieron millones de pesos a través del Instituto de Asuntos Indígenas e incluso de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Todo eso se cortó con el cambio de Gobierno y esa sería una de las razones por las que recrudecieron los actos vandálicos este verano. También les preocupa un supuesto vínculo con ex milicianos kurdos, que ingresaron legalmente al país desde Europa y se reunieron con ellos en el Sur. “Lo tenemos chequeado: uno de esos kurdos tiene ciudadanía alemana, pasó por la facultad de ciencias exactas de la UBA, donde realizó proclamas de lucha armada. De la misma manera, se secuestró en poder de Huala, cuando fue detenido, material vinculado al grupo ETA, panfletos y manuales de acción”, explica un funcionario de Ministerio de Seguridad.
El kurdo con pasaporte alemán visitó a Jones Huala en la cárcel de Esquel en junio del año pasado, cuando sucedió un hecho inédito en la historia penitenciaria argentina. Estando preso, Huala pidió autorización para realizar un ritual mapuche en el patio carcelario. La celebración se llama We Tripantu. Es la fiesta del solsticio de invierno austral. Se trata de una noche sagrada en la que se abona la tierra con ofrendas y cantos a la espera de un buen año. Huala consiguió que 80 personas, incluso munidas de cuchillos que se levantaron al cielo, entraran al penal para llevar adelante el ritual que él mismo presidió, ante la mirada atónita de las autoridades.
La ocupación Tras recuperar la libertad, Jones Huala se refugió en otro territorio tomado por su clan a Benetton en la zona de Colonia Cushamen (ver aparte). Tierra de viento y álamos. La ocupación lleva más de 15 meses. El mismo gobernador Das Neves, que denunció al grupo por sedición, afirma que desde allí los RAM organizan sus incursiones. “¿Cómo puede ser que un tipo diga después de ser liberado, ‘Si quieren sangre va a haber sangre’?”, se pregunta Das Neves. “Hay que proteger a la gente, a los trabajadores, ya pedimos que echen al juez que liberó a este tipo, que es un guerrillero”, afirma el gobernador, que viene de semanas calientes. Después de presionar y presionar, hace diez días, consiguió que el mismo juez Otranto emitiera la orden de desalojo del corte prolongado que los RAM mantenían sobre las vías del Viejo Expreso Patagónico, la famosa Trochita. Impedían que las formaciones pudieran llegar hasta los talleres donde, con frecuencia, deben ser reparadas por su antigüedad. Perjudicaban desde este modo a miles de trabajadores mapuches que dependen del funcionamiento turístico del tren.
El desalojo terminó con palazos, piedras y balas de goma. La Iglesia y Amnistía repudiaron los hechos. En redes sociales, se difundió como una violenta represión de la policía de Chubut contra inocentes indígenas. Circularon imágenes confusas y audios difundidos por whatssap en los que militantes mapuches decían que la policía golpeaba a mujeres y niños. Un diputado kirchnerista llegó a difundir fotos falsas de una represión cometida en Chile.
Desde la Secretaría de Seguridad afirman que la policía de Chubut avanzó sin armas de fuego y que los que abrieron fuego fueron los mismo manifestantes. “Están armados”, insisten. El saldo fue de tres activistas detenidos, tres gendarmes heridos y una agente de la policía de Chubut con conmoción cerebral. Los detenidos fueron identificados como Ricardo Antihuel, Ariel Mariota Garzi y Nicolás Hala, pertenecientes al RAM Jones Huala. Conducían un automóvil que encerró a un móvil de Gendarmería que circulaba sobre la ruta 40. Mostraban su temeridad, su capacidad de reacción cuando algo se les viene encima. Y que están dispuestos a pelear todavía más. Jones Huala, desde entonces, no ha vuelto a aparecer. Pero en la Cordillera casi todos saben que más temprano que tarde intentará hacer oír su grito de lucha una vez más.