La regulación de un grupo específico de proteínas puede, en forma simultánea, preservar la fuerza muscular y reducir el peso corporal.
Así lo sugiere un estudio liderado por científicos platenses, quienes sugieren que ese blanco terapéutico podría servir, en el futuro, para tratar algunas patologías asociadas al envejecimiento y otras enfermedades.
El mecanismo que lleva al deterioro del músculo esquelético a medida que pasan los años no se conoce aún, pero la mayoría de las investigaciones coinciden en que es un fenómeno multifactorial.
Uno de los participantes “sospechosos” es un sistema de enzimas, llamadas calpaínas, que interviene en la fragmentación de una proteína que regula el proceso de contracción, la troponina T3. “Esa fragmentación aumenta considerablemente a medida que envejecemos”, señaló a la Agencia CyTA-Leloir la primera autora del estudio, Andrea Pereyra, doctora en Medicina por la UNLP y becaria postdoctoral del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata.
En estudios previos, la investigadora platense y colegas de Estados Unidos habían demostrado que, en ratones con una edad equivalente a los 70 años humanos, la administración oral de una sustancia llamada BDA-410 era capaz de inhibir a las calpaínas, interrumpiendo el proceso de deterioro de la troponina T3. Pero ahora, en un estudio que realizó en ese mismo modelo experimental, Pereyra comprobó que la droga no sólo preserva la función contráctil sino que también reduce el peso corporal, con una reducción del 16% en la grasa corporal. Con relación a la fuerza muscular, los ratones tratados experimentaron un incremento de aproximadamente un 33% respecto del grupo control.
“Esto representa una restitución casi completa de la pérdida sufrida durante el envejecimiento normal, pudiéndose equiparar entonces con valores de fuerza de animales jóvenes”, afirmó.
“Nuestros hallazgos dan aliento al desarrollo de futuras líneas de investigación que permitan esclarecer los mecanismos que vinculan el aumento de la fuerza de la contracción muscular con la pérdida de grasa corporal y el metabolismo de lípidos y proteínas en este tejido”, añadió Pereyra.
Asimismo, podría inspirar tratamientos futuros para la sarcopenia y otras enfermedades como los aneurismas de aorta, la ataxia espinocerebelosa tipo 3, y la anemia falciforme.
El análisis bioinformático de los genes estuvo a cargo del doctor Martin Abba, del Centro de Investigaciones Inmunológicas Básicas y Aplicada, que depende del CONICET y de la UNLP, junto a científicos de la Universidad Wake Forest.