El punto de quiebre en Alemania fue el accidente de la central japonesa de Fukushima en 2011. Meses después, el gobierno y los principales partidos opositores sellaron en el Parlamento un acuerdo para abandonar la energía nuclear. Se ponía en marcha la Energiewende (transición energética).
Al día de hoy, Alemania tiene la mayor potencia eólica instalada en Europa y es N°3 en energía solar. Juntas, la energía eólica, la fotovoltaica y la biomasa generaron suficiente energía para abastecer la demanda de unos 36 millones de hogares. El plan se propone aumentar el porcentaje de las fuentes renovables hasta el 40% en el año 2025 y hasta el 60% en 2035. En Argentina, políticos, agrupaciones ambientalistas y cámaras del sector afirman que las condiciones naturales son casi únicas, pero estamos aún en el principio de un camino sin demasiadas certezas.
La ley 27.191 de energías renovables, sancionada en 2015 y reglamentada en marzo del año pasado, aspira a lograr una contribución de las fuentes renovables de hasta 8% a 2017 y 20% a 2025. Por ahora, solo el 2% del total de la generación de electricidad que consumimos en el país se basa en estos recursos. “La Patagonia argentina en generación eólica es como una Arabia Saudita del petróleo… pero antes de que se hiciera el primer pozo petrolero. Tiene un potencial extraordinario, probablemente único en el mundo, que está desaprovechado”, explica Martín Prieto, director ejecutivo de Greenpeace en nuestro país, en diálogo con ámbito.com.
La del viento es solo una de las energías “limpias”, junto a la solar (la fotovoltaica aprovecha la luz del sol y la térmica aprovecha el calor), biomasa (se extrae de materia orgánica), geotérmica (del interior de la Tierra), mareomotriz (de las mareas). A ellas hay que sumarles el bioetanol (combustible orgánico apto en el que se fermentan productos vegetales) y el biodiesel (a partir de aceites vegetales). También la hidráulica o hidroeléctrica (se obtiene de los ríos y corrientes de agua dulce), aunque está cuestionada desde el sector ambiental.
En cantidad y calidad, el viento y el sol aparecen como los dos grandes jugadores en nuestro país. El titular de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader), Marcelo Álvarez, afirma a este medio que “los vientos que tenemos al sur de Buenos Aires y en la Pampa húmeda son los que tienen que ir a buscar los europeos al Mar del Norte, con instalaciones offshore muy caras. En términos de radiación solar, desde la Patagonia para arriba tenemos niveles de los más altos del mundo. Alemania es de los líderes el mercado mundial con un país virtualmente a la sombra. Si comparamos Cuyo con el norte alemán, acá necesitamos 6 veces menos de superficie para generar la misma electricidad”.
El gobierno fijó por decreto el 2017 como “Año de las energías renovables” y llamó a licitación pública para el Programa RenovAr, destinado a desarrollar proyectos para generación de energías limpias. De concretarse los planes en Buenos Aires, Chubut, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Salta, Santa Cruz , Santa Fe y Río Negro (se firmaron contratos por u$s 1.200 millones), ayudarían a cubrir un 5% de la matriz con renovables.
De todos modos, el presidente de Cader llama a “tener cuidado”. “A veces, algunos privados toman riesgos excesivos y les cuesta construir los parques y llevar adelante los proyectos”, explica, aunque estima que “están las condiciones dadas para que la mayoría se ejecuten”. El ambientalista Prieto está de acuerdo con la iniciativa, aunque señala “el contrasentido del Gobierno, que lanzó una licitación de renovables mientras por otro lado empuja la energía nuclear y la planta de carbón en Río Turbio, que es la energía que produce mayor cantidad de gases de efecto invernadero”.
Cuestiones sin resolver
Los precios del megawatt hora es una de las trabas, y pese que la licitación permite acercarnos a los de las renovables en Chile, Uruguay y Brasil (u$s 50 o u$s 60), todavía estamos lejos de los de los mercados centrales.
“No solo los precios, la eficiencia energética es otro de los temas que Argentina debe solucionar”, apunta Daniel Krull, consejero económico de la Embajada alemana. “Con tecnologías nuevas se puede bajar el consumo en el corto plazo, y es más barato que construir centrales energéticas”, aconseja.
Para Krull, “es obvio que las energías renovables acá pueden funcionar, porque los recursos son mucho mayores que en mi país: el viento es mucho más fuerte que en Alemania y la radiación solar es mucho más alta. Es un lástima que no hayan empezado antes”.
Aunque, como en otras políticas de largo plazo, deben ser sostenidas en el tiempo. La energía nuclear ya era criticada por los germanos en los años ’70 y desde entonces se trabajaba en ello. “En ese entonces los más críticos eran el germen del actual partido de Los Verdes. Con el desastre de Chernobyl, se pensó que había sido un mal manejo de los soviéticos, pero cuando sucedió lo de Fukushima, en un país altamente desarrollado como Japón, la percepción cambió. ´Quizá los verdes tienen razón’, pensaron muchos”, relata.
Desde entonces, el país europeo llevó adelante ambiciosos programas de financiamiento e incentivos de mercado, leyes de fomento, un programa para alcanzar los “100.000 Techos Solares” y diferentes tipos de subsidio para fomentar las renovables.
Argentina, al igual que Alemania, utiliza un alto porcentaje de hidrocarburos. El petróleo y el gas de pozo alcanzan casi el 90% del total de la oferta energética de nuestro país, según los datos del Ministerio de Energía. Pero, a diferencia del país germano, casi no consumimos carbón mineral. Es una ventaja: el gas, que alcanza más de la mitad de los consumos energéticos locales, es un combustible mucho más limpio, es decir, con menor cantidades de emisiones contaminantes que el carbón (emite un tercio menos de CO2 por unidad de energía eléctrica generada).
Otro de los grandes temas pendientes es la posibilidad de que los consumidores nos transformemos a la vez en generadores de energía. Ya existen proyectos en el Congreso que posibilitarían, según los especialistas, una ley nacional para que podamos inyectar energía renovable al sistema. “Eso bajaría los costos de la matriz energética y convertiría a cada uno de nosotros en un prosumidor o productor /consumidor de energía. Lo que se termina pagando es la diferencia entre lo que producís y lo que consumís”, señala el titular de Cader.
Además, añade, “falta marco regulatorio. Y el Gobierno debe generar condiciones de inversión para que capital local y externo invierta en proyectos “limpios” de largo plazo bajando las tasas. Un proyecto de capital intensivo se financia en Bolivia o Chile a tasas de 3 o 4%, mientras que en Argentina ronda el 7 o 7,5%. Por otro lado nuestro problema, históricamente, es la inseguridad jurídica en inversiones de largo plazo”.
En Alemania, la revolución avanza pero aún no se ha consumado. Las energías renovables representaron en 2016 el 29,5% de la generación total de energía primaria, un porcentaje bajo en relación con la importancia del carbón (40%). Pero el objetivo a mediano plazo es aumentar ese porcentaje en diez puntos para 2025 y alcanzar el 60% en 2050. En nuestro país, el ministerio de Energía aspira, según informó el secretario de Hidrocarburos, José Luis Sureda, “en pasar del 2% de la participación de renovables de generación eléctrica -sin considerar la hidráulica- a 20% en 2025”.
La transición, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), traerá aparejados efectos económicos positivos y unos 24 millones de puestos de trabajo a nivel global, frente a los 9,2 millones actuales, para 2030.
Pero en el trayecto habrá que hallar soluciones a temas urgentes. Pese a que según las encuestas una amplia mayoría (92%) de germanos apoya la Energiewende, también fueron aumentando las quejas de industriales y consumidores, que tuvieron que afrontar mayores costos. El modelo de negocio supone que al inicio la energía saldrá más cara para ir bajando sus precios en el futuro, pero eso está por verse.
Así y todo, su ascenso en el mundo ha sido imparable. Las estadísticas de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), reflejan que las energías limpias representaron cerca de la mitad de la nueva capacidad de generación eléctrica instalada en 2014 y se han constituido en la segunda fuente global de electricidad, sólo superada por el carbón.
En el fondo, además de una cuestión económica, está la gran cuestión: el cambio climático. El año pasado fue el más cálido desde que existen registros y nada indica que la tendencia vaya a cambiar. En un mundo de 7.300 millones de personas abastecidas con una matriz energética que depende en un 80% de los combustibles fósiles, el desarrollo de las energías limpias es imprescindible para combatir sus efectos más destructivos.
Para Álvarez, de Cader, “que las renovables van a diversificar nuestra matriz energética no caben dudas. La diferencia radica en sí lo hacemos bien, rápido y barato, o mal, lento y caro”. Prieto, de Greenpeace, elige un tono menos diplomático: “El cambio climático es el gran tema, todos los demás son importantes pero secundarios. Si no frenamos este potro desbocado que es el uso de energías sucias, se irá todo al demonio”.