¿Por qué el ultraderechista Geert Wilders puede ganar las presidenciales?

Tras el Brexit y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, Europa mira con inquietud hacia Holanda, donde el partido del ultraderechista Geert Wilders puede convertirse por primera vez en el más votado en las elecciones que se celebran el 15 de marzo.

Las últimas encuestas otorgan al Partido por la Libertad (PVV) de Wilders en torno a un 15% de los votos, peleando cabeza a cabeza con el partido Liberal (VVD) del actual primer ministro, Mark Rutte.
Con un discurso xenófobo que demoniza y criminaliza el Islam, culpabiliza a las “elites progresistas” de todos los males del país y promueve la salida de Holanda de la Unión Europea (UE), Wilders capitaliza el malestar y el miedo de los ciudadanos en el actual contexto de incertidumbre global, de la misma forma que hicieron Trump y los partidarios del Brexit.
Pero el éxito del líder ultranacionalista y populista holandés, de 53 años, también tiene raíces más profundas, que encuentran explicación en la propia historia de Holanda y sus tabúes.
Detrás del voto al PVV se esconde un sentimiento de orgullo nacional y de rechazo a lo diferente, que Wilders explota entre los trabajadores empobrecidos temerosos de los cambios que experimentó la sociedad holandesa en las últimas tres décadas ante la llegada de inmigración musulmana, un fenómeno que se incrementó con la reciente crisis de los refugiados procedentes de Siria e Irak.
Algunos votantes como Paul Bodegraven, un vecino de Ámsterdam que sufrió en carne propia la crisis y los recortes en los servicios públicos, acuden a Wilders para expresar su insatisfacción pese no coincidir plenamente con sus posturas más radicales respecto al Islam.
“Ahora voy a votar por Geert Wilders. Lo hago por la austeridad que se ha impuesto al gobierno holandés y por la que los holandeses han sufrido, en mi opinión, bastante. En verdad mucho. Lo hago también por los fugitivos y los refugiados que vienen aquí y por las fronteras que están abiertas aquí en los Países Bajos”, explica Bodegraven, de 61 años.
Retirado en su barrio residencial de clase media de La Haya, el psicólogo Albert Wessendorp hace suyo el discurso del líder del PVV y describe una Holanda impotente ante una creciente “islamización” que amenaza los “valores nacionales”. Igual que Wilders, considera que el Islam no es una religión sino una ideología “totalitaria” contra la que hay que luchar.
Albert está convencido de que la única solución a estos problemas pasa por un “Nexit” –la versión holandesa del Brexit- para romper con la UE.
“Tenemos que liberarnos de estas regulaciones. Interfieren en casi todo en nuestras vidas, en los detalles. Si pueden crecer determinadas flores, la seguridad de la televisión, no lo sé. Pero incluso quieren decidir qué personas dejamos entrar a nuestro país. Vamos a detener eso, de hecho, liberarnos de nuevo, liberarnos de Europa y volver a ser nuestro propio jefe”, afirma Albert.
Xandra Lammers vive en el corazón de Ijburg, un barrio de Amsterdam que en los últimos años ha visto como se incrementaba la inmigración. Siente que la convivencia se hace cada vez más difícil, especialmente con la comunidad marroquí, y apoya a Wilders porque cree que es el único que defiende los valores tradicionales holandeses frente al avance de otras culturas.
“Vivir junto con estos inmigrantes, con los marroquíes, es muy difícil sin que nos agredan o nos intimiden, etc. Son muy hostiles hacia los holandeses nativos, eso es lo que uno experimenta. Te llaman puta si eres mujer y no llevas el pañuelo (velo), y eso es muy intimidante”, sostiene Lammers.
“Nos llaman racistas porque nombramos los problemas con los marroquíes, pero los marroquíes no son una raza, así que no sé por qué soy racista por esta razón, no entiendo ese reproche”, añade ésta traductora jurídica.
Para comprender el ascenso de Wilders hay que mirar hacia atrás 15 años, a la irrupción de Pim Fortuyn, el padre fundador del populismo xenófobo holandés, asesinado en el año 2002 por un ecologista holandés. Éste intelectual homosexual abrió la “caja de pandora” con un discurso políticamente incorrecto y crítico del Islam. Dos años después, en 2004, el país sufrió un nuevo shock cuando fue asesinado el provocador cineasta Theo Van Gogh, esta vez a manos de un joven de origen marroquí y musulmán.
“A diferencia de muchos otros políticos, (Wilders) tiene una historia fuerte. Él es capaz de contar una historia fuerte y una historia que tiene sentido para las personas que lo apoyan. No tiene miedo de dar una respuesta clara. Algunos de los otros políticos tienen miedo de decir “esto es por qué” o “estas son las causas de lo que está pasando”, explica el politólogo Andrej Zaslove, de la universidad de Nijmegen.
“Esa es una cosa que es capaz de hacer, pero también, al igual que su predecesor, Pim Fortuyn, es capaz de enmarcarlo de una manera que se trata de proteger los valores y la identidad holandeses. También de una forma de proteger la libertad, se trata de proteger la democracia liberal”, apunta el experto.
Wilders promete “devolver Holanda a los holandeses” y expulsar de los barrios a “la escoria marroquí”, expresión que utiliza para referirse a la comunidad de inmigrantes que se ha convertido en el principal blanco de sus ataques, pese a que representa poco más del 2% de la población de Holanda, país con cerca de un 4,5% de musulmanes originarios de diferentes nacionalidades.
A las puerta de la mezquita de IJsselstein, a pocos quilómetros de la ciudad de Utrecht, Mohamed Taraioui, marroquí de 56 años, explota de furia cuando escucha hablar de Geert Wilders.
“El hombre (Wilders) es un psicópata, no esta sano, no es un Holandés, también es un extranjero. Quiere una guerra entre marroquíes y holandeses en Holanda, pero nosotros somos más listos. No le hacemos caso, le dejamos hablar, los mezquitas nunca se cierran.
Tiene que saber y entender que tenemos muchos ‘blancos’ y gente holandesa que son musulmanes. Es mortal. No somos terroristas, somos gente normal y amable, ayudamos a los holandeses y vamos a luchar por Holanda”, dice Mohamed, quien llegó a los Países Bajos hace 38 años, y cuyos 5 hijos nacieron en este país.
Existe una gran preocupación en la comunidad marroquí por las consecuencias que ya está teniendo la semilla de odio plantada por Wilders, quien quiere prohibir el Corán, cerrar escuelas y mezquitas, y vetar totalmente el velo.
“No quiere decir cómo va a hacer las cosas, no dice cuáles son sus planes, cuáles son sus visiones, cuál es su misión. Lo que sí sabemos es que está introduciendo mucha polarización en la sociedad, que la gente tiene mucho miedo, que la gente está diciendo que el Islam es peligroso, que la gente dice que los musulmanes son peligrosos y ese tipo de cosas son muy decepcionantes. Es peligroso cuando los políticos hablan así”, afirma Said Bouharrou, vicepresidente del Consejo de mezquitas marroquíes de Holanda.
En caso de ganar las elecciones, el populista Wilders sólo podrá gobernar si logra formar una coalición de partidos que sume mayoría absoluta en un parlamento hiperfragmentado. Y las polémicas propuestas antimigratorias y antieuropeístas que le dieron tanto rédito político son precisamente su principal obstáculo. La garantía de que no llegará al poder es un “cordón sanitario”.
“Estoy asustado y preocupado. No estoy orgulloso de mi país porque Geert Wilders es extremista y discrimina a la gente. Un juez holandés dijo lo mismo, pero mucha gente está votando por él, también por miedo”, señala Lois de Mast, terapeuta familiar de 32 años, recordando que el líder del PVV fue condenado en noviembre del año pasado por haber incitado a la discriminación de los inmigrantes marroquíes de Holanda.
“Hay una gran posibilidad de que se convierta en el mayor partido, pero es tan extremista que otros partidos políticos no quieren formar un gobierno con Geert Wilders. Como hay un montón de partidos holandeses, tenemos que formar un gobierno sin el PVV, sin Geert Wilders y va a ser una tarea difícil, pero creo que es necesario para Holanda”, asegura este joven padre de familia, votante del partido Verde, y activista, que trabajar en proyectos que promueven la convivencia entre diferentes culturas.