Descienden sobre los pueblos y ciudades, arrasan con los cultivos y destruyen las casas. A veces atacan a los humanos. Pero quizá lo más peligroso de todo es que los intrusos llevan consigo material altamente radiactivo.
Cientos de jabalíes tóxicos han estado rondando el norte de Japón, donde hace seis años la fusión del reactor nuclear de Fukushima obligó a miles de residentes a abandonar sus hogares, mascotas y ganado. A algunos animales, como el ganado vacuno, los dejaron pudrirse en sus rediles.
A medida que Japón se prepara para levantar las órdenes de evacuación a finales de este mes en cuatro poblados —los cuales se encuentran dentro de la zona de exclusión que se extiende por más de 19 kilómetros alrededor de la planta de Fukushima—, las autoridades están teniendo dificultades para desalojar a los jabalíes radiactivos.
La carne de jabalí es considerada una exquisitez en el norte de Japón, pero los animales que se han sacrificado desde que ocurrió el desastre están demasiado contaminados para el consumo humano. Según pruebas que realizó el gobierno de Japón, en algunos jabalíes el nivel del elemento radiactivo cesio-137 ha sido 300 veces mayor al de los estándares de seguridad.
Las autoridades también han expresado preocupación de que estos animales ataquen a los habitantes que regresan a sus hogares, ya que algunos se han instalado cómodamente en casas abandonadas y han perdido el miedo a los humanos.
Las fotografías y los videos de las ciudades y pueblos asolados por la crisis hacen recordar a Chernóbil, donde la vida silvestre sigue prosperando a pesar de los altos niveles de radiación que provocó, en 1986, el peor accidente nuclear en el mundo. Debido a la ausencia de humanos, Chernóbil, en Ucrania, se ha convertido en un refugio para todo tipo de animales, como alces, venados, osos pardos, linces e incluso lobos.
A partir de la crisis nuclear de Fukushima en 2011, se han visto grabaciones de jaurías de perros descuidados que corren por las calles. Las colonias de ratas se han apoderado de supermercados abandonados. La tierra de cultivo, que ahora es una pradera, se ha transformado en el hábitat perfecto para zorros y jabalíes. En la prefectura de Fukushima, estos últimos han ocasionado daños que ascienden a cerca de 854.000 dólares, según el diario japonés Yomiuri.
Las autoridades locales contrataron grupos de cazadores para reducir la población de jabalíes pero no se sabe con certeza si estos esfuerzos rendirán frutos y si son suficientes para convencer a los antiguos habitantes de regresar a sus casas.