Científicos de Harvard abren la puerta al material genético como medio para almacenar información. Para recuperar la información, basta con secuenciar el genoma bacteriano.
Todo lo que sale del laboratorio de George Church en la Escuela Médica de Harvard es interesante: sus intentos por resucitar al mamut a través de su ADN primitivo, su apuesta por mejorar al ser humano sin convertirlo en un ‘cyborg’ o su denuedo por prestigiar la narcolepsia que sufre como el secreto de su creatividad investigadora.
Desde que la herramienta de edición genética CRISPR cayó en sus manos y las de su equipo, las posibilidades de Church se han multiplicado, como se desprende del último trabajo salido de su fábrica, liderado por el genetista Seth Shipman. Gracias a este cortapega genético, han logrado introducir una imagen y una secuencia de video digital en el ADN de una bacteria. La secuencia corresponde a una de las primeras películas de la historia, filmada por Eadweard Muybridge en 1878 y que muestra a un jinete galopando sobre un caballo.
En los últimos meses, diversos trabajos han demostrado que CRISPR-Cas permite transferir información digital a células vivas. Gracias a las proteínas Cas1 y Cas2, los científicos lograron codificar, con una resolución de 36×26 píxeles, cinco fotogramas de la yegua Annie G galopando extraídos de la obra de Muybridge Locomoción Animal y Humana. Esta información fue codificada en unos nucleótidos -los ladrillos del ADN- e insertada en el material genético de una bacteria Escherichia coli.
En resumen, han hecho un GIF microscópico y lo han acoplado a una bacteria.
Una vez insertada en el código genético bacteriano, la información puede recuperarse secuenciando el genoma y reconstruyendo el código de píxeles. Hasta el momento, han demostrado una precisión del 90% en esta tarea.
El trabajo, que aparece esta semana en las páginas de Nature, abre la puerta a un futuro tan ilusionante como inquietante: el del almacenamiento de cantidades importantes de datos digitales dentro de células vivas.