Alberto “Beto” Ortega es el presidente de la Cooperativa Cura y habló sobre la tarea que realizan los recicladores en la 99.9: “está todo en una total destrucción porque no hay dinero para mantener”, señaló. Además, contó su historia personal diferenciandose de quienes llevaron adelante protestas que paralizaron la recolección de residuos.
El trabajo de quienes integran la Cooperativa Cura no es tan conocido por los marplatenses. La gente que hace su tarea en la Planta de Separación en Origen es constante y dependen del día a día para comer. En medio aparecen reclamos como el que se llevó adelante días atrás que paralizan la recolección de residuos y termina incluso perjudicando a quienes viven de esa separación.
El presidente de la Cooperativa, Alberto “Beto” Ortega habló en la 99.9 sobre las condiciones en las que realizan el trabajo y también contó su dura historia personal. “Las condiciones de la planta son paupérrimas, horribles, escandalosas. Está todo en una total destrucción porque no hay dinero para mantener, supuestamente, se cae todo a pedazos. Necesitamos un galpón de acopio que lo venimos reclamando desde que estaba Regidor”, dijo. Luego abundó: “las máquinas que tenemos ahí adentro fueron hechas para las bolsas verdes, el resto de la semana son geríatricos, gomerías, aserradero y le estamos tirando a la cinta 200 o 300 kilos pero no son para esa basura las máquinas. No hay otra cosa, nosotros no somos la prioridad, estamos en el último escalón”.
Más allá de que las condiciones distan bastante de ser las mejores para trabajar, se despegó de las protestas que dejaron sin recolección a la ciudad con los daños que esto conlleva: “estamos ajenos a esos reclamos. Si bien forman parte del padrón nuestro, no tenemos lugar para traerlos. La capacidad de la planta es nula, pero nosotros no tenemos nada que ver con el problema del otro día. Hubo un apriete, eso es real, nos vinieron a decir que no trabajemos para apoyar a esa gente, pero si no trabajamos nosotros no comemos y ellos no tienen ese problema porque trabajan en la quema”, diferenció sobre la tarea en el predio de disposición final de residuos donde a veces llegan los alimentos que desechan los supermercados.
A pesar de que están trabajando en el área de mayor interés para la separación de residuos, destacó que no es el mejor sistema para Mar del Plata: “antes de que saliera ese tema, me senté a hablar con Regidor y le dije que no iba a funcionar además de prestarse para el pillaje. Gente que nunca salió a cirujear se va a llevar todo lo que es para la gente que está en la Cooperativa”. Luego remarcó que “la separación en origen no sirve para Mar del Plata y además, lo hace muy poca gente. No llegan todas las bolsas a la planta de separación en origen, sólo la mitad el resto va al predio de disposición final donde están los que cartonean. Tenemos muy poca llegada a las bolsas”, aclaró.
Cansado de que nadie les pueda dar una respuesta y que su realidad no cambie, destacó la intención constante de trabajar en lo diario para sobrevivir tanto de él como de sus compañeros: “el argentino es vago. La mayoría de la mano de obra que tenemos es extranjera, ya sea de bolivianos, paraguayos, chilenos, uruguayos y eso es porque son vagos. El argentino si no gana cierta cantidad de guita, no quiere laburar. En las quintas son todos extranjeros porque pagues lo que pagues, agachan la cabeza y trabajan”, comparó.
UNA HISTORIA PARTICULAR
Alberto tuvo un trabajo en el puerto que perdió y desde entonces, no encontró otra salida que no fuera su trabajo actual. “Fui cartonero, estuve muchos años en la quema. Viví y conviví con la miseria, hice todo lo que puede hacer un ciruja, comí revolviendo de la basura, nadie me lo puede venir a contar”; aclaró.
La única manera de sobrevivir y mantener a su familia fue allí y decidió hacerlo: “trabajé en el puerto 30 años y un gringo compró la planta, pero no le gustó lo que le dije y me echó. Sin faltarle el respeto, le dije lo que pensaba. Ni juicio le hice, me fui y me quedé en la calle. Estuve con una gran depresión, me estaba muriendo de hambre hasta que un conocido me dijo que fuera a la quema”.
Sabe que no es la mejor manera de ganarse la vida, pero también que con sus 63 años no tendrá muchas oportunidades más: “de ahí no me fui nunca más, pero no por comodidad. Ahí tenés todo si vas para progresar y queres hacerlo; no te falta nada pero no es digno. No quisiera vivir así toda la vida pero tengo una edad en la que tengo que resignarme”.
Tanto Ortega como sus compañeros de cooperativa trabajan día a día para llevarse el pan y lo hacen aún cuando el contexto laboral no es el mejor: “cuando pusieron la planta ahí, me fui. Hace 8 años que estamos pero no queremos volver a la quema, hacemos lo que podemos”, finalizó.