La justicia ampara a los pasteleros de Belfast que rechazaron hacer un postre con imágenes de Epi y Blas y un mensaje a favor del matrimonio homosexual.
La pastelería que alegó motivos religiosos para rechazar el encargo de un pastel decorado con un mensaje en pro del matrimonio gay no incurrió en discriminación, según ha dictaminado el Tribunal Supremo del Reino Unido anteponiendo el derecho de los querellados a su libertad de conciencia. La sentencia de la última instancia judicial del país pone fin a un largo proceso legal emprendido hace cuatro años por un activista homosexual, el cliente de la pastelería, contra los propietarios de la empresa, un matrimonio de cristianos evangélicos.
El que ha sido bautizado como “el caso del pastel gay” arrancó cuando el activista homosexual Gareth Lee encargó, en mayo de 2014, la hoy famosa tarta en el negocio familiar de Belfast regentado por Daniel y Amy McArthur. Ellos aceptaron el pedido, que dejó pagado, pero a los dos días le llamaron para comunicarle que no podían insertar en el pastel el lema Apoyo al Matrimonio Gay y las imágenes de Epi y Blas. Las acciones legales emprendidas por Lee alegando discriminación sexual se saldaron con sendas victorias, primero en los tribunales del condado y más tarde en la Corte de Apelaciones de Irlanda del Norte. Sin embargo, la sentencia definitiva del Supremo de Reino Unido, adoptada el miércoles con la unanimidad de sus cinco jueces, ha acabado revirtiéndolas.
El alto tribunal reconoce en su dictamen que “es profundamente humillante, y una afrenta a la dignidad humana, negarle a alguien un servicio por motivos de raza, género, discapacidad, orientación sexual, religión o creencias”, pero apostilla que “esto no es lo que ocurrió en este caso”. La presidenta del Supremo, lady Hale, esgrime en su razonamiento que “los pasteleros no podían negarse a atender a Gareth Lee por el hecho de ser gay o de apoyar el matrimonio homosexual, pero eso es muy diferente de obligarles a hacer un pastel que porta un mensaje con el que están profundamente en desacuerdo”. Con ello, la juez da por bueno el argumento del matrimonio McArthur de que sus objeciones residían en el eslogan de la tarta, no en el cliente ni en su orientación sexual.
“Me siento como un ciudadano se segunda clase”, ha sido la reacción del querellante tras perder una batalla legal en la que ha contado con el apoyo de la Comisión para la Igualdad de Irlanda del Norte. Este activista en pro de los derechos de la comunidad LGTBIQ insiste en que su decisión de acudir a una pastelería de cristianos evangélicos no formaba parte de una campaña deliberada, como se ha sugerido desde algunos sectores. El fallo en contra de su reclamación, aduce Lee, “tendrá consecuencias para todo el mundo: cuaquiera tiene el derecho a entrar en un comercio y nadie habría de cuestionarse antes si le van a atender o no según las creencias religiosas (del tendero)”.
En cuanto se divulgó la sentencia del Tribunal Supremo, Daniel McArthur compareció ante su puerta para dar gracias a Dios. El litigio por el “pastel gay” ha ilustrado una colisión entre la libertad de conciencia y la igualdad, y alimentado el debate en la sociedad británica sobre cuál de esos dos derechos debe prevalecer en ese caso.