Los restos se están analizando y la semana que viene se sabrá si son los de la niña Emanuela Orlandi, desaparecida hace 35 años.
El lunes por la tarde, cuatro obreros que trabajaban en la reforma de la nunciatura apostólica del Vaticano en Roma (su embajada ante Italia) hallaron un esqueleto casi completo y restos de huesos que podrían pertenecer a un segundo cuerpo. Avisaron a la gendarmería vaticana y la Santa Sede se lo comunicó a la fiscalía italiana.
Las primeras hipótesis señalaron la posibilidad de que perteneciese a Emanuela Orlandi, la niña desaparecida hace 35 años en circunstancias misteriosas y cuyo secuestro salpicó a los servicios secretos, la mafia y al propio Vaticano en uno de los crímenes sin resolver más sonados del país. Las investigaciones avanzan lentamente y hasta la semana que viene no habrá datos concretos. Pero, de momento, fuentes del caso aseguran que los huesos pertenecen a una mujer —probablemente de estatura baja— y que la fiscalía, sin descartar otras hipótesis, trabaja “seriamente” sobre la posibilidad de que correspondan a Orlandi (medía 1,60 metros).
Villa Georgina, el palacio donde fueron hallados los restos, se encuentra en el barrio romano de Parioli, una zona acomodada lejos de los muros de la Santa Sede. Pero al tratarse de una embajada es territorio vaticano inviolable. Además de ser el lugar donde trabajó el único prelado investigado en el caso Orlandi, monseñor Vergari, el edificio, donado por una familia a mediados de los años cuarenta, fue reformado en 1983 en la zona donde se han encontrado los huesos. Fue justo el año en el que desaparecieron Orlandi y Mirella Gregori, otra chica de la misma edad que varios de los protagonistas del suceso —como Ali Agca, el turco que intentó asesinar a Juan Pablo II— relacionaron con el mismo caso.
La semana que viene se conocerán los primeros resultados de los análisis científicos. Sexo, edad y antigüedad de los restos. Pero, de momento, la fiscalía trabaja bajo la hipótesis de homicidio voluntario: la sepultura de los cuerpos y su aparente aspecto reciente sugerirían un intento de ocultamiento de los cadáveres y no un entierro corriente. La policía científica estuvo ayer buscando posibles pistas y objetos que aporten más información sobre el hallazgo. Cuando lleguen los primeros resultados, si se mantienen las coincidencias y el estado de conservación de los restos lo permite, se comparará el ADN de los huesos con el de las desaparecidas.
Pietro, el hermano de Orlandi, estuvo el miércoles en la fiscalía de Roma para ser informado de las pesquisas y posteriormente participó en el programa de máxima audiencia Porta a Porta, donde volvió a denunciar la pasividad del Vaticano en el asunto. “Nunca han hecho las investigaciones oportunas. El hecho más importante es que hace pocos años el magistrado [Giancarlo] Capaldo se reunió en la Santa Sede con alguien para negociar. El Vaticano quería una solución parcial, un acuerdo. Dos días después, el fiscal Giuseppe Pignatone le quitó el caso a Capaldo”. Al otro lado del Tíber, sin embargo, siguen siendo muy escépticos al respecto y han ofrecido toda la colaboración a la fiscalía.
El revuelo alrededor del caso es enorme y las evidencias pocas. La abogada de la familia, Laura Sgro, ha explicado a EL PAÍS que, de momento, “lo único cierto es que los huesos son de una mujer”. “No sabemos si son los de Emanuela. Pero, desde luego, esos restos no deberían estar en las dependencias de una nunciatura de la Santa Sede, ¿no cree? Hay que ser muy cauto y no dar falsas esperanzas a la familia, que ha sufrido mucho estos últimos 35 años. Nos hemos reunido con el fiscal Pignatone y estamos en permanente contacto con ellos. He pedido que nos informen de cada novedad que se produzca”, apunta. Sgro es muy cauta en sus palabras, pero no oculta al teléfono la tremenda importancia del hallazgo.
El caso Orlandi no es la única línea de investigación. De hecho, a la espera de los análisis de ADN, ha empezado a circular otra hipótesis sobre el origen de los huesos. El portero que trabajó a mediados de los años sesenta en el edificio de la nunciatura fue un tipo extraño que mantuvo durante mucho tiempo discusiones con su esposa. Un día la mujer desapareció sin dejar rastro de aquel palacio, que el Vaticano obtuvo en 1949 como donación y convirtió en su embajada en 1959. “Se fue de repente, me ha dejado porque siempre nos peleábamos”, fue lo único que acertó a explicar aquel hombre.