Autos, testosterona y muertes: el problema de las carreras ilegales en Alemania

Alemania tiene un problema con las carreras de coches ilegales. La cifra de víctimas de estos juegos con miles de euros en apuestas no para de crecer. El fenómeno es especialmente dramático en Berlín.

Alemania tiene un problema con las carreras de coches ilegales. Un problema en ocasiones mortal. El número de víctimas de estos juegos de testosterona, caballos y miles de euros en apuestas no para de crecer. Y son en su mayoría peatones y ciclistas, por completo ajenos a la competición. El repunte de la presión policial y el fuerte endurecimiento de la ley apenas logran contener este fenómeno, especialmente dramático en Berlín.

Michael W. Dieser, un jubilado de 69 años, regresaba tarde a casa el 1 de febrero de 2016. A escasos metros ya de su domicilio, poco antes de la una de la mañana, reemprendió la marcha en su Jeep Wrangler morado cuando el semáforo cambió a verde. Atravesaba el cruce de la Tauentzienstraße con la Nürnberger Straße, en una de las más conocidas zonas comerciales del oeste de Berlín, cuando fue brutalmente embestido. Un Audi A6, tras saltarse un semáforo, se estrelló contra su lateral a 160 kilómetros por hora. El Jeep dio varias vueltas de campana y acabó junto a la acera, a 150 metros del lugar del impacto. Dieser murió allí mismo, mientras trataban de desatraparle los equipos de emergencia.

El suceso copó durante días los titulares de los medios alemanes. No era el primer caso. Pero era un ejemplo de libro del entonces emergente problema de las carreras de coches ilegales. El cóctel mortal se repetía, con todos sus macabros ingredientes: coches de alta gama y trucados, varones jóvenes sin ningún respecto por la ley, apuestas, testosterona y peligrosas carreras improvisadas de madrugada por el centro de alguna gran ciudad.

El caso tocaba una fibra sensible ya en la sociedad alemana. El año anterior en apenas tres meses habían muerto tres personas en accidentes ocasionados por carreras ilegales sólo en la ciudad de Colonia. En marzo fue un cliente de un taxi que fue embestido y en abril y julio, sendos ciclistas atropellados por conductores que perdieron el control de sus coches por circular a alta velocidad. Un chorreo de víctimas, entre muertos y heridos graves, que ha afectado ya también a otras ciudades, como Fráncfort, Ludwigshafen, Hamburgo, Karlsruhe, Hagen y Saarland.

“El que frena, pierde”

Entre enero y octubre de este año la policía alemana había abierto decenas de expedientes por supuestas carreras ilegales. Berlín se lleva la palma, con 166 procesos. Le siguen Colonia, con 58, Hamburgo, con 36, y Múnich, donde se han iniciado 38. Pero los expertos subrayan que el número real es “mucho mayor”, una “cifra oscura” difícil de estimar. Por un lado, porque muchas de estas competiciones se deciden de forma espontánea, en cuestión de segundos, durante un semáforo en rojo. Por otro, porque muchas -las más organizadas- se celebran en las autopistas, donde hay una menor presencia policial.

El prototipo de participante en las carreras ilegales es un varón joven, muchas veces de entre 18 y 25 años, frecuentemente sin empleo y en busca de reconocimiento social (y dinero fácil). A menudo viven aún con sus padres. Muchas veces tienen ascendencia extranjera, principalmente turca. Así los describe el comisario Rainer Fuchs, de la Policía de Colonia, que lleva años trabajando en la unidad especial contra este tipo de delitos. “Esa gente se definen en base a la potencia de sus coches manipulados. Infringen nuestras normas de forma continuada, notoria y consciente”, agrega en declaraciones al diario ‘Welt’.

Los escasos testimonios del otro lado, del de los participantes en estas competiciones ilegales, van en esa misma dirección. “Participar en las carreras significa no cumplir ninguna regla. Donde se puede ir a 50, se intenta ir a más de 200. Los semáforos en rojo son verdes. El que frena, pierde. Así es. En el fondo se trata de una cosa: tener un coche más rápido que el de los demás. En la liga superior también hay mucho dinero en juego”, asegura un excorredor de 29 años y origen extranjero identificado como Maurice en una entrevista con el diario BZ. “Los alemanes construyen los motores, los alemanes tunean los coches. Pero los árabes conducen”, asegura este joven que estima que el 60% de los participantes son de origen árabe.

Él relata también las distintas categorías que hay dentro de estas carreras ilegales. La básica, para vehículos con “al menos 300 caballos”, que se reta en los semáforos. La segunda liga, que se concentra ya en tramos determinados de las ciudades, y la superior, para vehículos con “al menos 500 o 700 caballos y hasta 1.300”, que se cita por las redes sociales en tramos de autopista, normalmente de tres carriles. “A veces aquí se habla de mucho dinero”, dice Maurice, que refiere apuestas “de hasta 15.000 euros”.

“Sólo los idiotas corren en la ciudad. Los que están verdaderamente locos corren en la autopista. Con una excepción. Entre las carreras de semáforo y las de autopista están las competiciones ‘Gumball’. Ahí también hay mucho dinero”, dice el excorredor, que explica que este último tipo de carrera consiste en quedar en un lugar de la ciudad y marcarse una meta. “La ruta da exactamente igual. La decide cada uno. Lo único es llegar el primero a la meta. Quien frena en una semáforo en rojo ya ha perdido. Ahí se habla de 20.000 euros y más”, señala.

Foros, películas y videojuegos

La policía explica que es difícil prevenir las carreras ilegales porque los conductores quedan a través de foros cerrados en internet y de grupos privados en Facebook. Además denuncian que después algunos cuelgan sus hazañas en portales como Youtube o en plataformas como “Race city”, estimulando que otros les den la réplica. Los expertos también critican el efecto que ha tenido ciertos sectores la publicación de videojuegos y películas que banalizan los peligros de las carreras ilegales, como la popular saga estadounidense “Fast & furious”.

La policía también denuncia que muchas veces los participantes en estas competiciones recurren a vehículos de alquiler. En Berlín, señalan por ejemplo, hay varios negocios especializados en vehículos de lujo y de alta cilindrada y con precios más que asequibles. Por 79 euros al día se puede alquilar en la capital alemana un Mercedes-Benz AMG CLA, un deportivo que alcanza los 250 kilómetros por hora.

Las fuerzas de seguridad han recurrido a la mano dura para tratar de frenar las carreras. En Berlín y Colonia se han puesto en marcha sendas unidades policiales especializadas. Bajo el lema “tolerancia cero” han aumentado el número de controles de velocidad en la ciudad, han elevado las multas por infracciones y están multiplicando el número de revisiones de vehículos sospechosos. Por modificaciones no permitidas o no comunicadas en los coches, como cambios en las llantas, en el motor o en el escape, se inmovilizan vehículos y se quitan puntos del carné de conducir. Entre enero y noviembre, sólo en Berlín se han retirado 111 vehículos y 91 permisos de conducir por este motivo.

Estas acciones han sido posibles gracias a la reforma legal del año pasado, que convirtió las carreras ilegales en delitos penales (y no en infracción administrativa), que pueden conllevar hasta dos años de cárcel. Si de esta acción se deriva una muerte, la pena de prisión puede llegar a los diez años.

Además, está pendiente de que se resuelva definitivamente el caso de los dos conductores que mataron al jubilado Dieser en Berlín. Un proceso sin precedentes que podría sentar jurisprudencia. Por provocar el accidente mortal con la carrera ilegal, fueron los primeros condenados en Alemania por homicidio -y no por imprudencia con resultado de muerte- a cadena perpetua y retirada permanente del carné de conducir. Aunque Tribunal Supremo ordenó posteriormente repetir el juicio.