Dumb and Dumber I. Llegaron a los sillones del poder de casualidad. Ni idea de nada, eso sí, ambición de las más ramplonas a full. Como turistas llegados a Miami en los 90’, querían llenar las valijas rápido y con lo que hubiere a mano. Preguntaron por las fuentes de recursos habituales: transporte, recolección, y la joya de la corona: excepciones. Nada les funcionó de una y eso que Dumber repite como un mantra: “tenemos derecho, somos la famiglia”.
Había otros que ya pasaban por la dádiva, que ya tenían el engranaje aceitado. Veteranos vendedores de humo en una sociedad en la que es más habitual pasar un sobre que contratar un servicio profesional. Allí, Dumber fue por todo. Ansioso como gordito frente a la chocotorta prometió exclusividades y por ello recibió anticipos en verde. Y no porque se haya vuelto ecologista.
Dumb and Dumber II. Están estos dos ávidos en un mal trance. Han hecho todo mal, percibido por lo no otorgado, prometido lo que nunca van a poder cumplir y ante las puertas de un escándalo que los va a eyectar lejos de los ámbitos del poder. Dumb es terrible: deja huellas por todos lados y, en esta historia menor pero potencialmente intensa, alguien citaba a Bolsonaro interrogado sobre las conductas de su hijo. Respondió el presidente del Brasil: “si mi hijo ha hecho algo indebido deberá hacerse cargo, y si debe pagar por ello deberá pagar como corresponda”. Si Bolsonaro piensa así de su hijo, lo que pensaría de un ex yerno.
Conflictos y angurrias. Desde siempre las cuestiones vinculadas al mercado de publicidad en verano han sido conflictivas. Mar del Plata, durante los ocho malhadados años de Pulti, cedió por caprichos, mala fe y envidia de los actores del gobierno de Cospelito el cetro y la corona a Pinamar y Cariló. No fue el único motivo, también la conducta de operadores del sector es parte del problema. Al cambiar la coyuntura política, retornó la posibilidad de hacer publicidad de manera normal como en cualquier ciudad del mundo, y eso está bien. Pero la parte del conflicto que permanece, es la de los operadores. Hay dos en particular, que creen que a Mar del Plata es sólo para ellos, y si no es para ellos, hacen bardo mal.
Conflictos y angurrias II. Dos empresas de publicidad en vía pública buscaron ser monopólicas en la ciudad. Este verano tiene presencia de dos firmas que son jugadores fuertes en todo el país y que hacen de presumir poder una constante. Una de ellas es Admira / Girola / Vía Cart, cuyo gerente general es Sebastián García, re súper KUKA que ahora cultiva intensa relación con el área del ministro de transportes Guillermo Dietrich. En fin, todo cambia. La otra empresa es más que conocida porque la integran los hijos de José “Pepe” Albistur: Vito Comunicaciones está integrada por Víctor Moya e Ignacio Albistur. Hay lugar para todos pero ellos juegan Monopoly con fichas del juego de la Oca. No les va a ir bien en la administración del hombre del piloto.
Tiempo de definiciones. Los correveidile del hada triste de Morón siguen dando por finiquitado el tiempo del intendente de Mar del Plata. Marran mal. Arroyo salió por todo lo alto en el tema de UBER y el impacto de la reparación masiva en los barrios de calles recién empieza y se va a profundizar; pese a la miserabilidad de seguir postergando los votos para el fideicomiso con el Banco Nación que permita por leasing equipar las delegaciones de Sierra, Puerto y Camet. Luego de la reunión con el presidente el lunes 28, ciertas cuestiones de la política van a tener fuertes definiciones. Como señaló un consultor estrella a este medio en estricto off: “Vidal ya no puede ni poner ni sacar a nadie, Montenegro no mide y Arroyo está parado en el centro de la jugada”.