150.000 euros al año por convertir la granja en una plantación de marihuana

Los traficantes de droga tientan a los ganaderos holandeses para reutilizar sus establos vacíos.

marihuana-Coffeshop“Le haremos una oferta que no podrá rechazar”, es una de las frases más famosas de la historia reciente del cine. Pertenece a la película El Padrino, de Francis Ford Coppola, y ha sido objeto de todo tipo de paráfrasis dentro y fuera del hampa. La última versión ha llegado por carta al sur de Holanda. Los receptores son los dueños de explotaciones porcinas con establos vacíos. Afectados por el bajo precio de la carne de cerdo, tres cuartas parte de estos ganaderos del sur de Brabante han sido tentados por traficantes de marihuana, según cálculos de los alcaldes de la zona y los inspectores oficiales. Les proponen hacerse cargo de sus pesebres para plantar cannabis a cambio de unas ganancias de hasta 150.000 euros anuales. Si la policía, que teme casos similares en el resto del país, lo descubre, el delincuente desaparece y el dueño carga con la multa y vergüenza social correspondientes.
Esta nueva modalidad de cultivo, liderada por bandas con pasaportes falsos y coches de alta gama con matrícula igualmente fingida, contrasta con los “tradicionales” sembrados urbanos clandestinos: de estos últimos, la policía desbarata unos 6.000 anuales y detiene a cerca de 5.500 sospechosos. De fondo planea la laguna legal que permite consumir hasta 5 gramos de hachís a los socios de los famosos coffeeshops (en Ámsterdam también a turistas), pero persigue plantar marihuana con fines lucrativos.
“Uno de mis clientes busca un espacio para plantar marihuana. Comprendo que pueda usted asustarse y todo esto le resulte nuevo, pero llevamos una década en el sector y lo conocemos a fondo”. Así reza la misiva enviada a un ganadero que mantiene su anonimato, y obra en poder del rotativo NRC Handelsblad, lo mismo que las cifras de ganaderos que han recibido llamadas. Otro de los receptores había puesto su establo en alquiler a través de Marktplaats (equivalente holandés de eBay) y recibió una visita inesperada. Otro más ni siquiera lo había anunciado, y su sorpresa fue mayúscula. Cuando se niegan, las llamadas y citas sin programar se repiten durante un tiempo.
Si caen en la trampa, y luego se arrepienten, arranca el ciclo perverso del narcotráfico con amenazas personales o familiares. En algunos casos, el propio hampón y sus secuaces han desbaratado adrede la cosecha para atar aún más al granjero, que tiene una supuesta deuda con ellos por lo perdido. Y hay otro problema. En cuanto circula la noticia de que un cobertizo esconde marihuana, traficantes rivales pueden robar la cosecha.
Teniendo en cuenta que los bajos precios de la carne de cerdo han causado problemas a ocho de cada 10 dueños de granjas porcinas —hay 5.000 en Holanda— y que un tercio de los de granjas lecheras —son 17.000— tienen dificultades para pagar sus deudas bancarias, de acuerdo con las cifras manejadas por Boerderij.nl (granja, en holandés) la publicación que aglutina el sector ganadero y agrícola, la tentación puede ser grande; de ahí que los Ayuntamientos y las fuerzas del orden se hayan puesto de acuerdo para luchar contra este acoso. En todo Brabante se han organizado sesiones informativas y de apoyo para que los ganaderos sepan cómo reaccionar, y dónde acudir de recibir la pegajosa oferta. Sí está regulada la producción y uso del cannabis con fines medicinales.
En las ciudades, la situación es distinta. Allí, las bandas acondicionan pisos enteros, ya sea en viviendas regulares, o bien en oficinas, utilizando métodos cada vez más ingeniosos para no ser descubiertos. Para empezar, las plantas ya no crecen hasta el techo. Han sido tratadas para conseguir ejemplares más pequeños que dejen unos 100 euros de marihuana cada una. Luego está el largo cableado desplegado para alimentar el alumbrado, los filtros de carbono para evitar olores, cortinas de camuflaje, productos para el control de plagas y el riego por aspersión. Todo ello requiere captar electricidad y agua de la red general sin despertar sospechas. Según la policía, los plantíos pequeños son relativamente fáciles de encontrar. Una casa con las cortinas siempre corridas, incluso en verano, y con un contador de luz y agua por las nubes, acaba por notarse. “Las más grandes y en manos de grupos criminales organizados son más complicados”.
Una vez detenidos, los responsables del cultivo urbano deben detallar ante los tribunales cuántas plantas de marihuana tenían y el beneficio obtenido. La legislación vigente permite la tenencia de hasta 5 por persona, siempre que no crezcan con ayuda técnica. De todos modos, si la policía las encuentra, son destruidas. Con cinco o más plantas, se considera ya una empresa ilegal, y el sujeto en cuestión se expone a una pena de hasta cuatro años de cárcel, y un máximo de 67.000 euros de multa. Para evitar la acumulación de casos de esta índole, el aparato judicial ha optado por juicios rápidos en los que se calcula el número de kilos, y su precio de venta, además de los costes de compra de semillas y recolección final. De todo ello resulta una multa, trabajos sociales, o ambas cosas.