Fumando marihuana antes de los 18 años se puede perder hasta 8 puntos de CI

Mucho se especula que la marihuana no es tan dañina como se dice. De hecho, que es menos adictiva que el tabaco/nicotina. Algunos la promocionan, y así avanza el reclamo para que se legalice su consumo libre. Pero no es cierto mucho de lo que dicen sus predicadores. Aquí el material más reciente que se ha publicado sobre la marihuana, para ubicarlo todo en su contexto apropiado. Y lo más preocupante: fumar cannabis antes de los 18 años puede provocar perder hasta 8 puntos de coeficiente intelectual (CI).

marihuanaLos investigadores señalan que los daños se producen porque el cannabis produce cambios en el cerebro en una etapa en la que precisamente está experimentando numerosas transformaciones. La pubertad es un periodo de desarrollo crítico, que se caracteriza por la maduración de las neuronas y los sistemas de neurotransmisión, y por procesos de reorganización que hacen especialmente vulnerable el cerebro adolescente.
La marihuana es la droga ilegal más consumida en todo el mundo y la que más ha crecido en las últimas décadas.
Para ayudar a valorar sus efectos sobre la salud, el investigador Wayne Hall, de la Universidad de Queensland, en Australia, ha realizado una revisión de los resultados de los estudios en torno al consumo de cannabis durante los últimos 20 años, y lo publicó en la revista Addiction.
Para comenzar, un problema: conducir intoxicado por haber fumado marihuana aumenta al doble el riesgo de sufrir un accidente de tráfico.
Sin embargo, Hall reconoce que en “muchos de estos estudios una proporción sustancial de los conductores con cannabis en su sangre también tenían niveles elevados de alcohol, haciendo difícil distinguir entre los efectos de el cannabis y del alcohol en el riesgo de accidente”.
Esto quiere decir que Hall decidió reflejar todos los pro y todas las contras.
Otro ejemplo de los efectos negativos de la marihuana: el impacto sobre las embarazadas. Varios estudios epidemiológicos han informado de una relación directa entre el consumo de cannabis y un peso reducido de los niños en el momento del nacimiento.
Otra vez el vaso medio lleno: él señala que, aunque algunos estudios habían observado esas anomalías, estudios posteriores no han logrado establecer un vínculo sólido entre los 2 hechos.
Él destaca que, en el caso del cannabis, se calcula que el 10% de las personas que lo consumen desarrollan dependencia, porcentaje que se incrementa a 16,5% para quienes empiezan a tomarlo durante la adolescencia.
De todos modos, si los datos resultaran correctos, el cannabis es menos adictivo que otras sustancias de uso frecuente:

  • la nicotina tiene una tasa de adicción del 32%
  • la heroína, del 23%
  • la cocaína, 17%
  • el alcohol, 15%

Otro dato para el vaso medio lleno: a diferencia de la heroina, la cocaína y el alcohol, el cannabis no produce sobredosis mortales.
Pero hay una pregunta central: ¿es indispensable padecer alguna adicción o el ser humano puede ser libre de acciones? No es el tema de la nota sino una reflexión. Volvamos a la marihuana.
Según las conclusiones de Hall, respecto al tratamiento de la adicción, los consumidores de cannabis que buscan ayuda para dejar el hábito muestran menos efectos adversos sociales y para la salud.
De todos modos, en el vaso medio vacío, él agregó que el éxito en el proceso de desintoxicación suele ser similar al de los alcohólicos.
En tanto, Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides, afirma que el principal riesgo del consumo de cannabis, “sobre todo en la adolescencia, son algunos trastornos psiquiátricos y en particular los psicóticos”.
Guzman puntualiza que los efectos de la marihuana dependen de su composición. “La más fuerte, que tiene más THC (el tetrahidrocannabinol es el principal elemento psicoactivo del cannabis), que es más psicótico y tiene menos CBD (cannabidiol), que es antipsicótico, tiene más riesgo”, explica Guzmán.
Hall también se ocupa de la relación entre el consumo de marihuana y el riesgo de sufrir psicosis.
Según su revisión, el uso habitual de cannabis aumenta al doble ese riesgo, especialmente si se tiene familiares con trastornos psicóticos y si se comienza a fumar marihuana durante la adolescencia.
También se ha observado que el uso regular de cannabis durante la adolescencia está relacionado con el doble de posibilidades de sufrir esquizofrenia.
No obstante, Hall reconoce que algunos autores insisten en que no está claro que haya una relación directa causa-efecto.
Esta dificultad para determinar si el uso de cannabis es la causa directa de lo que le sucede a una persona se observa en el caso de algunos estudios de cáncer. Hall menciona trabajos que muestran que hombres que fumaban cannabis tenían un riesgo mayor de sufrir cáncer de próstata.
Sin embargo, quizá por otros factores del estilo de vida que se pueden asociar a este hábito, también se observó que los consumidores de marihuana morían más de sida que de cáncer. El sida es una enfermedad causada por un virus.
Acerca de la relación con el cáncer, Manuel Guzmán afirma que no está bien establecida el motivo por el cual muchas veces cuando se fuma marihuana también se fuma tabaco, y es difícil de identificar qué efectos se deben a cada sustancia.
Además él da cuenta de la hipótesis de que los cannabinoides pueden tener un efecto inhibidor del desarrollo del cáncer que contrarresten el efecto del humo.
Guzman señala la diferencia entre la forma de consumir tabaco y marihuana como explicación para que la relación con el cáncer sea indudable con el primero y no tanto con el segundo.
“Cuando hablamos de un fumador crónico nos referimos a alguien que puede fumar 40 cigarrillos al día y nadie se va a fumar, ni de lejos, esa cantidad de porros”, concluye Guzmán.
Volviendo a Hall, él informó que se ha observado que los adolescentes que toman marihuana tienen peores resultados académicos y tienen más probabilidades de consumir otras drogas ilegales.
Y Hall insistió en que una consecuencia directa del consumo habitual de marihuana durante la adolescencia y la juventud es padecer trastornos cognitivos, aunque no están claros ni los mecanismos que causan estos trastornos ni la posibilidad de que sean reversibles si se deja de tomar la droga.
Ahora, un nuevo trabajo realizado por un grupo internacional de científicos liderado por Madeline Meier, de la Universidad de Duke, ha llegado a la conclusión de que el uso persistente de marihuana durante la adolescencia daña de forma duradera la inteligencia, la memoria y la capacidad de atención.
En concreto, el estudio, que se acaba de publicar en la revista PNAS (Proccedings of the National Academy of Sciences of the United States of America), descubrió que las personas que comenzaron a fumar cannabis antes de los 18 años llegaron a perder, en el caso de los consumidores más empedernidos, hasta 8 puntos de cociente/coeficiente intelectual (CI) cuando se compararon los resultados de sus tests de inteligencia a los 13 y a los 38 años de edad. Además, los autores del artículo señalan que abandonar el consumo no sirvió para revertir la pérdida por completo.
No obstante, consideran que se necesitan más estudios para determinar si esta pérdida de capacidades relacionadas con el cannabis son o no reversibles.
Aunque la pérdida de 8 puntos de cociente intelectual puede no parecer muy grande en una escala en la que 100 es la media, Meier recuerda que “un mayor cociente intelectual está relacionado con una mayor educación e ingresos y con una vida mejor y más sana”.
“Alguien que pierde 8 puntos de cociente intelectual como adolescente se verá en desventaja frente a la gente de su edad en el futuro”, añade.
“El estudio viene a confirmar algunas cuestiones que ya se sospechaban y apoya la idea de que el cerebro en maduración, tanto física como emocional, es mucho más susceptible al cannabis que el de una persona adulta”, explica el ya citado Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides.
“Por eso, desde el punto de vista de la salud pública, aun con las limitaciones que tienen estos estudios, la conclusión más evidente es trabajar para que el inicio en el uso de este tipo de sustancias se alargue los más posible”, afirma Guzmán, quien puntualiza también que esta vulnerabilidad no se circunscribe al cannabis sino que se puede aplicar a otras drogas como el alcohol.
Los investigadores señalan que los daños se producen porque el cannabis produce cambios en el cerebro en una etapa en la que precisamente está experimentando numerosas transformaciones.
La pubertad es un periodo de desarrollo crítico, que se caracteriza por la maduración de las neuronas y los sistemas de neurotransmisión, y por procesos de reorganización que hacen especialmente vulnerable el cerebro adolescente.
Para alcanzar sus conclusiones, los investigadores estudiaron a un grupo de 1.037 individuos de la localidad neozelandesa de Dunedin a lo largo de toda su vida. Les sometieron a pruebas neuropsicológicas en 1985 y 1986 antes de que hubiesen empezado a fumar marihuana y los tests se repitieron entre 2010 y 2012 cuando algunos de ellos ya la consumían de forma persistente. Este grupo estaba formado por alrededor de un 5% de los individuos, entre los que fueron considerados como dependientes de la marihuana (que mantienen el uso pese a problemas familiares, sociales o de salud significativos) o la fumaban más de una vez a la semana antes de cumplir 18 años.
En estos tests, cuando los participantes en el estudio tenían 38 años, se evaluó su memoria, su velocidad para procesar información y su capacidad de razonar. Las personas que fumaron marihuana de forma persistente durante su adolescencia tuvieron resultados significativamente peores en la mayoría de los exámenes. Además, los investigadores entrevistaron a amigos y parientes para conocer su percepción sobre los fumadores. Una mayoría aseguraba que los consumidores de cannabis tenían problemas de memoria y atención.
Este tipo de estudios presentan la limitación de que, entre otras cosas, solo encuentran una asociación entre el uso de cannabis y la disminución del cociente intelectual. Los propios autores reconocen en el artículo que publican en PNAS que, pese a la solidez de sus hallazgos, podría existir una “tercera” variable desconocida que explicase los resultados del estudio.
Ahora, la sociedad contemporánea considera apropiado padecer alguna adicción. O alcohol o tabaco o marihuana o fármacos o cocaína o heroína o pastillas diversas… Hay una suerte de laxitud moral hacia una cuestión que tiene múltiples consecuencias negativas.
Mejor regresar a las estadísticas donde más se contemplan las estadísticas: en USA las muertes por sobredosis de drogas superan las causadas por accidentes de tráfico. El problema se ha agravado en los últimos años, en parte por una razón que ha pillado por sorpresa a los expertos porque no se debe al consumo de sustancias ilegales, sino al abuso de fármacos, en concreto de analgésicos opiáceos. Esto “se ha convertido en una epidemia”, aseguró el director adjunto del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) de los Institutos Nacionales de Salud de USA, el psiquiatra Wilson Compton, en una mesa redonda sobre la adicción en la feria de ciencia europea ESOF2014, en Copenhague (Dinamarca).
Antes de su actual puesto, Compton fue director de la división de Epidemiología del NIDA desde 2002 hasta 2013, donde supervisó el desarrollo de un estudio poblacional longitudinal a gran escala para evaluar el impacto de las nuevas regulaciones del tabaco en USA. Compton fue profesor de Psiquiatría de la Universidad de Washington en Saint Louis, es autor de más de 130 artículos sobre los problemas de abuso de medicamentos en USA.
Compton repasó el estado de conocimiento actual sobre la biología de la adicción, que permite explicar, por ejemplo, por qué los adolescentes se enganchan más fácilmente que los adultos.
Aquí 4 reflexiones suyas:
> “La adicción es una enfermedad del cerebro asociada al desarrollo cerebral, y depende de la genética, pero también del ambiente. El cuidado de los padres puede evitar la adicción en un niño susceptible genéticamente.”
> “Hemos aprendido mucho sobre los efectos de las drogas en el cerebro, sobre los circuitos implicados en la conducta adictiva y sobre las áreas cerebrales que intervienen en la decisión de tomar o no drogas. Sabemos mucho sobre los circuitos de recompensa, sobre la formación de recuerdos y de hábitos. Sabemos que tomar drogas llega a convertirse en un comportamiento automático, algo que hacemos sin pensar. También hemos estudiado los refuerzos negativos, como el estrés y la abstinencia; estos refuerzos son los que conducen a las recaídas.”
> “Nos volvemos adictos entre los 15 y los 25 años. Es muy difícil engancharse de adulto. En el cerebro de los adolescentes no han madurado las conexiones entre el sistema de recompensa cerebral, que nos hace querer más de algo que nos gusta, y el sistema límbico, que regula las emociones. Por eso es mucho más difícil para los adolescentes controlar comportamientos placenteros y caer en la adicción. Y por eso debemos mantenerlos alejados de las drogas todo lo posible.”
> “Fumar tabaco es la principal causa evitable de enfermedad en USA y en muchos países. Así que si ayudan a los fumadores a dejarlo, estupendo. Pero no es tan simple. (…) Lo importante en lo que se refiere a la adicción es que recuperarse es posible. La gente cambia su comportamiento de diversas formas. Hay gente que crece y madura y toma decisiones responsables por su cuenta. Otros necesitan apoyo social. Y otros medicación. Hay formas muy variadas de salir. Lo que tenemos que estudiar es qué funciona para cada uno.”