Gracia Andrade es una de los miles de venezolanos que están saliendo del país en busca de lo que llaman un “mejor futuro”.
“Ya compramos los pasajes, nos vamos a Estados Unidos con visa de turista y estamos terminando de vender la casa”, le dice Andrade a BBC Mundo (en condición de que su nombre real no aparezca) con algo de nostalgia por dejar el hogar donde creció y heredó de sus padres, quienes, por cierto, emigraron hace un mes.
Andrade -de 37 años de edad, y licenciada en letras- dice que se va por “la situación país”, una expresión usada por muchos venezolanos para resumir el estado de inseguridad, crisis económica y tensión política que vive la nación sudamericana en la actualidad.
“El otro día, que vi cómo mi mejor amiga sufrió para conseguir las medicinas cuando se le enfermó la hija, recordé por qué exactamente es que acá mi futuro es muy incierto”, asegura sobre la escasez de medicamentos que sufre ahora Venezuela.
Andrade y su esposo son parte de un fenómeno creciente y reciente: la diáspora de venezolanos que en un principio fue de las clases medias y altas, y ahora parece estar incluyendo a los estratos más pobres.
Diáspora
Entre 800.000 y 1.500.000 venezolanos viven en el exterior, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, y un informe del sociólogo venezolano Tomás Páez, respectivamente.
“Aunque no hay datos oficiales sobre esto, nosotros hemos encontrado con entrevistas, cuestionarios e informes migratorios internacioneles que casi el 90% salió en los últimos 15 años, con un repunte en los últimos cuatro años y otro repunte en los últimos meses”, dice Páez, quien es doctor en Planificación de la Universidad del Colegio de Londres.
Dos tercios de quienes se fueron, según le cuenta Páez a BBC Mundo, están casados y tienen hijos.
Y de las casi 30 millones de personas que están en Venezuela, un 10% dice realizar trámites actualmente para emigrar, de acuerdo a Datanálisis, una encuestadora con base en Caracas.
La firma asegura que, hace diez años, solo 4% de los venezolanos decía estar haciendo diligencias para irse de un país que, históricamente, fue receptor de inmigrantes.
“Y ahora que ya hay un estilo de primera generación de venezolanos que está en el exterior, la decisión migratoria ha empezado a bajar de estrato social”, le explica a BBC Mundo Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
La “tramitadera”
Cientos de caraqueños madrugan todos los días para tomar un turno y esperar a que abran -entre otras entidades por las que deben pasar- los consulados donde emiten las visas, las universidades donde homologan sus títulos y el ministerio de Relaciones Exteriores, donde apostillan los documentos.
Algunos otros, no obstante, pagan un gestor, alguien que hace los trámites por ellos a cambio de dinero.
Andrea Ramírez -de 20 años, estudiante de enfermería- lleva ocho meses haciendo diligencias, pero en este momento dice estar “como si acabara de empezar”.
Su madre es portuguesa, así que tiene la posibilidad de sacar el pasaporte europeo, que se suele ver con buenos ojos porque permite trabajar y estudiar en cualquier país de la Comunidad Europea.
Pero para sacarlo tiene que, entre otras, tener el acta original de nacimiento de su abuelo, que resulta estar escrita a mano y tener un error de ortografía.
“Solo eso me tomó como tres meses, pero también debo sacar mi acta de nacimiento, la de matrimonio de mis padres, mis antecedentes penales, en fin, todo es un problema, porque acá nada funciona”, le dice a BBC Mundo a la entrada del consulado de Portugal, en Caracas.
Un obstáculo adicional que tienen que sortear los venezolanos que quieren seguir estudios en el exterior es conseguir las divisas que gastarán por fuera, pues en Venezuela rige hace más de una década un control de cambio que les obliga a hacer varios trámites bancarios para comprar dólares.
Últimamente, se han reducido las cantidades de dólares asignadas, por lo que cada cierto tiempo se producen noticias de estudiantes que se quedan sin dinero en el exterior: los dólares que les habían aprobado, denuncian, no llegaron a su cuenta bancaria.
“Decisión emotiva”
El fenómeno de la migración llevó al diplomático de carrera Oscar Hernández a convertirse en un consultor, articulista y conferencista migratorio.
“Hay razones objetivas para irse, sí, pero mi preocupación es que la gente tiene que entender que está tomando una decisión de vida que no puede tomar emotivamente, porque puede caer en situaciones complicadas en el exterior”, le dice a BBC Mundo.
“El proceso migratorio no es fácil desde el punto de vista emocional: cada emigración tiene sus propias complejidades, y lo que ocurre durante el proceso no siempre es tan sencillo como se imaginaron en el momento de tomar la decisión de irse”, dice Hernández, quien dice estar usando la experiencia que obtuvo como embajador para realizar estas consultorías.
“Las complicaciones en los trámites, y ahora la escasez de pasajes, no ha sido un obstáculo para que la gente se vaya, sino al contrario: es un estímulo”, asegura.
León, de Datanálisis, destaca cómo en ciudades como Miami, EE.UU., se han creado redes de venezolanos -como restaurantes, televisoras, servicios de envíos- que no solo prestan servicios a una comunidad en expansión, sino también sirven como fuentes de trabajo y de conexiones a los que llegan.
Pero la complicación, añade Hernández, es cuando la gente se va sin tener “plan migratorio”, sin la conciencia de que en el exterior la gente es distintita culturalmente.
“Me voy como sea”
Jonathan -22 años, sin estudios- trabaja como motorizado, que es como en Venezuela se conocen a los mototaxistas o mensajeros que andan en motocicleta por toda la ciudad.
“Tú sabes que yo apoyo la revolución”, le dice a BBC Mundo sobre el modelo socialista que gobierna a Venezuela hace 15 años.
“Pero ahora la situación está muy jodida, todo está muy caro, y ya trabajar no sirve de nada”, asegura.
Por eso dice que ya tomó la decisión de irse para Bogotá.
– Pero tú sabes que la ciudad es el doble de grande, que allá no vas a poder trabajar como motorizado y que no conoces a nadie, ¿verdad?, le pregunta BBC Mundo.
– Yo no sé, pero yo ya me voy en enero como sea, responde.