Actividades humanas que hacen temblar la Tierra

El Proyecto Castor es el ejemplo más reciente de lo que se conoce como “sismicidad inducida”, es decir, los terremotos provocados por actividades humanas.

El polifacético Gene Hackman interpretó en 1978 el papel del malvado Lex Luthor, en la primera entrega cinematográfica moderna del clásico Superman. En la pantalla, el superhéroe protagonizado por Christopher Reeve impide que Luthor destruya California provocando un gran terremoto a base de explosiones nucleares en la falla de San Andrés.
En la realidad, no se puede descartar que una bomba atómica provoque un terremoto, pero existen muchas otras actividades humanas que, desde hace casi un siglo, están alterando la estabilidad del subsuelo. El Proyecto Castor, situado frente a la costa del norte de Castellón y el sur de Tarragona, es el ejemplo más reciente de lo que se conoce desde hace años en el mundo científico como “sismicidad inducida”, es decir, los terremotos provocados o desencadenados por actividades humanas.
En la lista de posibles causas de terremotos inducidos, se encuentran la construcción de grandes embalses, las explotaciones mineras, la extracción de hidrocarburos o de agua, las explotaciones geotérmicas y la inyección de fluidos en el subsuelo (incluidos los depósitos de gas del tipo Castor y la fracturación hidráulica o fracking).
Uno de los episodios de sismicidad inducida más antiguos de los que se tiene constancia fue el provocado en 1932 por la construcción de la presa de Oued Fodd, en Argelia. Tres décadas más tarde, en 1964, la zona próxima al embalse de Koyna en el este de la India registró un terremoto de 6,5 grados de magnitud que causó la muerte de 180 personas y que, según algunos estudios, podría haber sido inducido o desencadenado por la construcción de este embalse.
En España, el embalse de Itoiz (Navarra) es el ejemplo mejor estudiado de episodios de terremotos provocados por la presión que ejerce un gran volumen de agua sobre el subsuelo. En este caso, los análisis previos a la construcción indicaban claramente que existía un riesgo de movimientos sísmicos. Para minimizar este riesgo, los responsables del proyecto diseñaron un proceso de llenado del embalse muy lento y controlado, que se completó en el 2004. No obstante, los sismógrafos de la zona dejaron constancia de diversos terremotos en la región durante el primer llenado del embalse, con una magnitud máxima de 4,6 grados.
La excavación y extracción de materiales del subsuelo es otra de las causas que pueden alterar la estabilidad del terreno, provocando fenómenos de subsidiencia (movimiento descendiente de la superficie) y terremotos de pequeña magnitud.
Un proceso similar se produce en algunos pozos de extracción de gas o petróleo. El caso más cercano de episodios importantes de sismicidad inducida por extracción de hidrocarburos se encuentra en los pozos de gas de Lacq, cerca de Pau (Francia), donde se registraron más de 2.000 terremotos entre 1974 y 1996, con un magnitud máxima de 4,2 grados.
Salvando las distancias, algunos de los estudios realizados sobre el terremoto de Lorca (Murcia, 2011), de 5,1 grados de magnitud, indican que podría haberse desencadenado por la extracción de grandes cantidades de agua en el subsuelo de la zona durante las últimas décadas.
La inyección de fluidos en las capas inferiores de la tierra es el proceso contrario, pero también es una causa bien documentadas de sismicidad inducida. Uno de los primeros casos conocidos es el de Rocky Mountain Arsenal, cerca de Denver, en Estados Unidos. El ejército norteamericano utilizó este recinto por muchos años como arsenal secreto de armas químicas, y en 1961 construyó un almacén de residuos tóxicos a 3.600 metros de profundidad. La presión de los líquidos y, posiblemente, su capacidad de corrosión, alteraron la estructura de las rocas y acabaron provocando unos 700 terremotos con una magnitud máxima de 4,3 grados.
La inyección de gas en el Proyecto Castor, según los indicios conocidos hasta ahora, podría haber provocado una fracturación de la roca hasta desencadenar la activación de la falla de Amposta (o pequeñas fallas próximas). Este proceso sería la causa de los más de 400 terremotos registrados en la zona durante las últimas semanas.

Pagar a los afectados por posibles daños
Uno de los depósitos subterráneos de gas que puede compararse con el Proyecto Castor se encuentra en fase de construcción en Bergermeer, cerca de la ciudad holandesa de Alkmaar. Bergermeer funcionó entre 1971 y 2006 como un de los pozos de extracción de gas más importantes de Holanda. Ahora, una vez agotados los recursos naturales de este hidrocarburo, la empresa TAQA Energy BV ha iniciado el proceso para poner en servicio entre 2014 y 2015 un almacén de gas a 2.500 metros de profundidad.
Las características técnicas del Proyecto Bergemeer son muy similares a las del Castor. La gran diferencia es que, en Holanda, el proyecto de depósito de gas ha llevado a cabo tres estudios públicos independientes sobre el riesgo sísmico de esta actividad, uno de ellos realizado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Los responsables del proyecto holandés mantienen el contenido de estos estudios al alcance de la población y reconocen que existe una pequeña posibilidad de que se produzcan terremotos de baja magnitud como consecuencia de la inyección de gas. De hecho, los informes explican que la zona ya se vio afectada por pequeños movimientos durante la fase de extracción del gas, a causa de la reactivación de algunas de las fallas que se encuentran en el subsuelos de la zona.
Además de informar abiertamente de los estudios y del riesgo, aunque sea pequeño, la empresa tiene escrita en su página de Internet toda una declaración de principios sobre este problema: “en el caso improbable de se produzca algún terremoto a causa de la producción o almacenamiento de gas y algún daño material, la empresa TAQA Energy BV es legalmente responsable y compensará los daños en cuestión”.