Advierten que es necesario poner freno a la tendencia anti vacunas

Expertos reunidos en Estados Unidos pidieron luchar contra la desinformación de los padres que se niegan a vacunar a sus hijos.

vacunasYa sea porque temen sus posibles efectos indeseados, porque sostienen que las políticas sanitarias se diseñan a conveniencia de los laboratorios o porque simplemente se niegan a introducir agentes extraños en el cuerpo de sus hijos, un creciente número de padres que recurren a formas de medicina alternativa rechaza en forma categórica la vacunación. Y esta tendencia, que viene cobrando particular fuerza en Estados Unidos y Europa, donde no es obligatorio vacunarse, se ha convertido en un tema de preocupación entre los infectólogos, quienes temen el rebrote de enfermedades que ya estaban controladas como la difteria y el sarampión.
Frente a este panorama, un grupo de expertos reunidos en Washington pidió ayer luchar contra la desinformación en torno a las vacunas y la resistencia de algunos padres a vacunar a sus hijos. Y es que a medida que los grupos anti vacuna ganan terreno en la comunidad, la circulación de ciertos gérmenes que habían logrado erradicarse a fuerza de un alto nivel de la inmunización vuelve a plantearse como una amenaza real.
Aunque en Argentina no llega a constituir una minoría significativa, la negativa de algunos padres a vacunar a sus hijos por motivos filosóficos ha venido creciendo en los últimos años en Estados Unidos y Europa, lo que ha impuesto un fuerte debate en torno a la necesidad de declarar su obligatoriedad. Y es que a la par de esa tendencia han comenzado a resurgir enfermedades controladas con consecuencias fatales.
Tal fue el caso de lo ocurrido en 2014 en Estados Unidos, donde una mujer falleció a causa de sarampión convirtiéndose en la primera víctima fatal de un rebrote de esa enfermedad. El caso coincidió con una campaña contra la vacuna triple viral impulsada por algunas sectores que la asocian a un aumento de cuadros de autismo, una creencia que no tiene fundamento científico y ha sido refutada por numerosos expertos.
Un episodio similar se dio ese mismo año en España, donde la muerte de un niño de seis años a causa de difteria hizo que esta enfermedad volviera a tener consecuencias fatales tras casi tres décadas de estar controlada en ese país.

UN MAL DE PAISES RICOS

“El miedo a las vacunas no es algo reciente, ha ocurrido siempre . En el siglo XVIII los ricos no querían vacunarse contra la viruela por considerar que era una enfermedad de los pobres y hoy en día sigue habiendo muchas personas que hacen campaña contra las vacunas desde un lugar de gran desinformación”, señaló Adolfo García-Sastre, director del Instituto de Salud Global y Patógenos Emergentes en la Escuela Icahn de Medicina del Mount Sinai, uno de los expertos reunidos ayer en Washington para discutir esta problemática.
“Hay que explicar que las vacunas salvan vidas y que si no se vacuna volverá por ejemplo el sarampión, una enfermedad que ya se considera eliminada como problema de salud pública en el continente americano”, advirtió por su parte James Noé, oficial de programas en la Iniciativa Sarampión-Rubéola, para quien es necesario hacer en los países ricos el mismo esfuerzo informativo que en los países pobres para combatir el recelo en la población.
Al analizar el rechazo de ciertas personas a las vacunas, un estudio realizado por la prestigiosa Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres reveló que el problema tiende a concentrarse en las poblaciones más desarrolladas. De hecho Europa, una de las regiones del mundo con los estándares sanitarios más consolidados, resulto ser el lugar donde menos se confía en las vacunas; en contraste con lo observado en Bangladesh, Ghana, Nigeria, Indonesia y Pakistán.
“Los países con altos niveles de educación y un buen acceso a servicios de salud se asocian con menores tasas de sentimiento positivo, lo que apunta a una emergente relación inversa entre los sentimientos que provocan las vacunas y la situación socioeconómica”, concluyen los autores del trabajo hecho en base a 66.000 encuestas. Muchos especialistas creen que en estas regiones ricas se estarían olvidando los terribles efectos de enfermedades como la polio. Esta idea se refuerza con otro dato: los mayores de 65 años son quienes tienen mejor opinión de las vacunas.