La periodista nigeriana Chika Oduah ofreció, en La Casa Encencida, una conferencia sobre la situación dramática de las mujeres en su país.
Nigeria es un país que en los últimos años se ha situado a la cabeza mundial de la trata de blancas, del secuestro y violación de mujeres y la muerte de estas como consecuencia de la violencia de género. Un crimen circunscrito al ámbito doméstico y que las autoridades no castigan. Y un país en el que hasta el año pasado no fue considerada ilegal la mutilación genital femenina.
En 2014, Nigeria, donde conviven más de 300 grupos etnicos, saltó a los titulares de todo el mundo por el secuestro de 276 niñas en un colegio público en la ciudad de Chibok. Muchas de ellas fueron violadas y obligadas a casarse con milicianos del grupo terrorista Boko Haram; otras consiguieron escapar y un grupo fue rescatado meses después por el Ejército (algunas de ellas ya estaban embarazadas de sus secuestradores). Transcurrido el tiempo, ninguna ha recuperado su vida anterior. «Hubo chicas que decidieron volver con sus captores, alegando que estaban enamoradas de sus maridos. Sufrían el síndrome de Estocolmo; otras, al regresar a sus hogares fueron repudiadas por estar casadas con milicianos de Boko Haram, y esto es algo de lo que no se han hecho eco los medios de comunicación», explica a ABC la periodista nigeriana Chika Oduah, que esta tarde ofrecerá en La Casa Encendida la conferencia «Atrapadas en un mundo de hombres».
Enmarcada dentro del ciclo «Mujeres contra la impunidad», organizado en colaboración con la Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG), la ponencia abordará temas como el patriarcado en Nigeria. «Hablaré de un sistema en el que las mujeres no toman sus propias decisiones. Las tomas por ellas el pastor, el marido, el padre o los gobernantes». A ellos se suma el grupo terrorista islamista Boko Haram, que «es importante recordar actualmente es miembro de Daesh», matiza.
El grupo terrorista más letal
Boko Haram se convirtió el año pasado en el grupo terrorista más letal del mundo -asesinó a más de 3.000 personas-, superando a Daesh. Hace tan solo unos días reivindicaba cinco atentados, uno de ellos fue el incendio de un pueblo con sus habitantes, incluidos niños, dentro. «La historia del grupo es muy larga, pero realmente comienza en 2002, cuando su líder, Mohamed Yusuf, se indignó por la corrupción de un gobierno que robaba el dinero y no se preocupaba del pueblo. Dijo que él iba a ayudar a los pobres y lo hizo: creó miles de pequeños trabajos y eso provocó que ganara mucha popularidad -explica-. Esto llamó la atención de los políticos, y algunos de ellos incluso mostraron su apoyo. El grupo empezó a tener mucho poder y se les fue de las manos. Se convirtieron en milicianos extremadamente violentos». Yusuf luchó contra dos tipos de corrupción: la política y la espiritual, que se estaba infiltrando a través de la adopción de valores y costumbres occidentales. «Esto hizo que adoptaran unas posiciones más radicales» y las autoridades actuaron. «En 2009, el gobierno mató a Yusuf, lo que provocó la declaración de guerra en la que estamos todavía».
-¿Cómo vive actualmente la población el incremento de violencia y asesinatos de Boko Haram?
-Al principio mucha gente les apoyó, incluso en el sentido de que les entregó a sus propios hijos para que los reclutaran porque tenían la sensación de que les estaban ayudando. En el momento en que todo cambió y Boko Haram había destruido el comercio, los negocios, las casas… esas mismas personas comenzaron a luchar contra ellos. Y esto ha provocado que el grupo esté cayendo porque ya no cuenta con ese apoyo.
En contra de los que se pueda pensar, Oduah señala que los miembros de Boko Haram no son pobres, «muchos vienen de otros países y han recibido educación: son ingenieros, médicos…, y reciben ayuda del exterior».
-¿Está el gobierno ayudando a las mujeres que lograron escapar del cautiverio del grupo terrorista o que fueron rescatadas por el Ejército?
-No, porque muchos las consideran esposas de milicianos, y piensan que tras el cautiverio han sido radicalizadas o ya lo eran antes, que simpatizaban con ellos.
En cuanto a señalar al gobierno nigeriano como corresponsable de todos los abusos que sufren las mujeres en el país, Oduah señala que el problema en su país es la existencia en paralelo de dos normativas: «la legal y la cultural. El gobierno prohíbe los matrimonios con mujeres menores de 18 años, pero la tribal o cultural lo permite, y las autoridades muchas veces no intervienen para no enfrentarse con ella». Asegura que estos matrimonios con niñas son apoyados por muchos pues es una manera de «controlar la sexualidad de la mujer. Si van a terner relaciones sexuales mejor que lo hagan dentro del matrimonio».
-Una forma de luchar contra este tipo de abusos es la educación, pero después de los ataques perpetrados contra colegios es de suponer que muchas niñas han dejado de ir a la escuela…
-Es normal que los propios padres no quieran mandar a sus hijas a la escuela. Muchos pueblos cuando despiertan descubren cartas enviadas por Boko Haram llenas de amenazas: vamos a atacar el colegio.
Comprender sus orígenes
Chika Oduah nació en Nigeria pero con apenas dos años la llevaron a Estados Unidos. Allí creció y se educó hasta que decidió volver a casa, con 26 años, para reencontrarse «y entender mis orígenes». Una decisión de la que asegura nunca se ha arrepentido. Gracias a su trabajo como periodista -colabora con numerosos medios internacionales, como la CNN, The Guardian, Al Jazeera, la NBC o la BBC- su voz se ha convertido en una pequeña ventana que da visibilidad a los problemas que sufren las mujeres de su país. Una labor que fue reconocida en 2014 con el premio Trust Women Journalist Award, que concede la Fundación Thomson Reuters.
-Para lograr cualquier mejora para las mujeres es preciso que la revolución se produzca desde dentro, ¿ve a las nigerianas con ganas y fuerza para realizar cambios y enfrentarse a esos abusos?
-Es una situación muy difícil, hay que encontrar un equilibrio muy delicado. No puedes ayudar a aquellas que no quieren o no ven la necesidad de ser ayudadas. Yo he llegado a ver con mis propios ojos el asesinato de una mujer por su marido, y cómo este la enterraba delante de mí, y las autoridades no hicieron nada porque es un tema doméstico para ellos. Cuando llegué a Nigeria un grupo de hombres intentaron educarme explicándome que muchas veces a las mujeres les gusta ser golpeadas porque así corrigen sus errores. Para ellos era una forma de amor. Decían yo no podía entenderlo porque venía de Estados Unidos, y tenía otra cultura. No todos los hombres no son así, por supuesto, pero para que pueda haber un cambio es necesario que hombres y mujeres trabajen juntos.
-En Nigeria no se considera muy seriamente el trabajo profesional de las mujeres. ¿Cómo ha desarrollado usted su labor? ¿Ha sufrido censura o presión de alguna manera al denunciar la situación de las mujeres?
-Eso tiene sus ventajas y sus desventajas. Las desventajas son que no entienden mi trabajo, creen que debería casarme y tener hijos. No entienden que dedique mi tiempo completo a esto. A veces, muchas mujeres, no solo de Nigeria también del resto de África, me reprochan tener una actitud de mujer blanca, occidental y me considera loca porque me dedico a algo que no entieden. Por otra parte, la ventaja es que no creen que vaya hacer nada importante, por lo que me permiten acceder a muchos sitios. No me siento en peligro pero sí percibo un contraste cultural muy fuerte.
-¿Cree que otros países pueden y deben ayudar a mejorar la situación de las mujeres en Nigeria?
-Nigeria es un país al que hay tener en cuenta. Es el que tiene mayor población en África. Lo que pasa allí afecta al resto del mundo. Nigeria es uno de los países con mayor índice de trata de blancas, mujeres que se ven obligadas a dedicarse a la prostitución porque llegan engañadas, en busca de sueños y oportunidades, a España, Italia y Grecia. Confían en hombres que les hacen promesas que no cumplen, y se encuentran atrapadas y no pueden volver a casa por motivos espirituales. Son controladas por creencias como el vudú. Les hacen creer que su alma está retenida y no pueden volver.
-¿Dónde se ve dentro de diez años: en Nigeria, continuando con su carrera como periodista o trabajando para alguna organización internacional?
-Quiero seguir manteniendo mi objetividad y seguir siendo un canal para que las mujeres puedan contar sus experiencias. Gracias a mis palabras, muchas mujeres de Chibok han podido expresarse.
-Después de que le han insistido tanto en su país para que se case, ¿lo hará?
-Por supuesto (se ríe). Lo haré con el chico adecuado. Mi pareja no será mi rey, será una relación entre iguales.