Albertina Piterbarg, argentina que colabora con la UNESCO y se encuentra en la capital ucraniana, relató su experiencia diaria bajo los ataques rusos. Desde la vida cotidiana en medio de la guerra hasta el impacto de la política internacional, describió un escenario en el que la incertidumbre y la resistencia conviven en cada jornada.

Desde Kiev, Albertina Piterbarg, argentina que colabora con UNESCO, describió en la 99.9 cómo se transformó la realidad de la ciudad en los últimos meses: “Desde junio que los ataques sobre Kiev se han recrudecido enormemente. Yo ya empecé a venir aquí en junio y prácticamente, de los 20 días que estuve, 15 dormí en el refugio, porque empezaron los ataques. Hubo muchos bombardeos y recientemente un misil balístico derribó un apartamento en la zona céntrica, además de dañar la sede de la Unión Europea en el centro de la ciudad, algo que antes nadie esperaba”.
Además explicó que la guerra genera una contradicción permanente: “Lo que hay que entender, y es muy difícil de comprender a la distancia, es la esquizofrenia que te produce la guerra de drones y misiles. No tenés soldados entrando en la ciudad, sino que vivís una especie de lotería infernal: un día te puede caer algo en la cabeza, pero mientras tanto la vida continúa. Hoy, por ejemplo, fue el primer día de clases, había mucho tráfico, movimiento, la gente vuelve de vacaciones. Todo transcurre normalmente hasta que suena la alarma y tenés que esconderte”.
Piterbarg remarcó que la vida cotidiana se sostiene porque es la única manera de resistir: “El que no está en el frente no está en el frente, ¿qué vas a hacer? La alternativa sería quedarse encerrado todo el día en tu casa y la economía se caería. Yo vivo en un barrio céntrico, como un Belgrano porteño, y el sábado sonaba la alarma mientras una cuadra de padres hacía cola con sus hijos para entrar a un teatro infantil. Nadie se movía porque todos siguen los ataques por Telegram, donde se van indicando los recorridos de los misiles y drones. Si el aviso dice que va a caer en una zona lejana, la gente ni se inmuta”.
En cuanto a la política internacional, Piterbarg señaló: “Hay quienes consideran que Putin tiene una gran influencia sobre Trump, y es cierto que algunas de sus acciones no son favorables a Ucrania. Pero lo que más miran aquí son las cifras de armamento. En ese aspecto la situación ha mejorado mucho: los Patriots, que interceptan misiles, han hecho una gran diferencia. Es cierto que Trump apunta a su núcleo votante y eso explica muchas de sus contradicciones discursivas, pero al mismo tiempo Estados Unidos está proveyendo armas e inteligencia que Ucrania necesita”.
Sobre el impacto económico y tecnológico, agregó: “Participé de un evento donde se hablaba del desarrollo de drones por startups ucranianas. El problema es que la ayuda norteamericana ha sido muy desigual: a veces hay fondos y la industria avanza, y otras veces los retienen y todo retrocede. Esa inestabilidad genera una especie de histeria, pero con el correr de los meses la situación ha ido evolucionando a favor de Ucrania”.
Finalmente, desde la calle de Kiev, resumió: “Por ahora la situación ha mejorado mínimamente y se percibe un alivio después de la última reunión entre Zelensky y Trump. Aquí todos saben que nada está garantizado, pero que al mismo tiempo no queda otra que seguir adelante, aprender el idioma y vivir la vida, aun con la amenaza constante de los drones”.