Dice el refrán que “más vale prevenir que lamentar”, y debemos tener en cuenta las importantes señales de riesgo que se acumulan. El índice de indicadores adelantados de la eurozona que publica The Conference Board ya está en territorio recesivo.
Un nuevo mega plan de estímulo del BCE no va a solventar problemas estructurales, entre otras cosas porque parte del problema de ralentización europeo viene de zombificar la economía y perpetuar los desequilibrios disfrazándolos con enormes inyecciones de liquidez y tipos negativos.
La caída del PIB de Alemania debería importarnos mucho. El desplome de Argentina también.
Los datos de Alemania suelen disfrazarse bajo el socorrido argumento de que todo es por culpa de la guerra comercial. No es del todo correcto, ya que los datos mostraban debilidad anteriormente. Pero incluso si lo fuera, nos debe preocupar. Las exportaciones de Alemania a la eurozona caían un 7,2% en junio, prueba de que hay más factores que el socorrido enemigo externo, y que la ralentización de la eurozona es evidente. Alemania no va a solucionar sus problemas con más gasto y copiando a los países deficitarios, sería suicida, y su impacto en la economía europea sería ínfimo. Argentina nos debe preocupar por lo que supone en sí misma, pero también por el posible efecto dominó. El desastre argentino, además, nos debe alertar sobre el inmenso error de pensar que los problemas estructurales se solucionan con gradualismo y fiándolo todo a la política monetaria.
En 10 años, Argentina aumentó su masa monetaria un 1.200% imprimiendo dinero para el pueblo para financiar gasto político creciente. Argentina sufre una cuña fiscal que sigue siendo la más alta de la región y una de las más altas para empresas del mundo, mientras la enorme inflación y depreciación del peso supone una fuerte barrera a la inversión, crecimiento y creación de empleo. Con un gasto público que supera el 45% del PIB, no solo es el más alto de la región, sino el más ineficiente según el Banco Interamericano de Desarrollo. La ineficiencia del gasto público en Argentina alcanza el 7,2% del PIB. Con políticas intervencionistas, el índice de competitividad global del Foro Económico Mundial ubica a Argentina en el puesto 92 sobre 137 países. En mi artículo Cinco razones de a debilidad de la economía argentina, comentaba que “no es fácil cambiar políticas equivocadas sin reconocer el enorme agujero monetario y fiscal creado en la anterior administración, pero si las reformas no son decisivas y claras, la economía argentina continuará siendo frágil y más vulnerable a los ciclos económicos que otras”. A Macri le estalló en la cara una bomba diseñada y activada por la administración anterior, y las tímidas reformas no fueron suficientes para evitar otra crisis. Ahora la moneda se desploma ante el riesgo de volver a la alocada impresión de moneda y políticas intervencionistas, sea cual sea el resultado final.
El gradualismo no solucionaba problemas estructurales y el peso se desplomaba aún más ante el miedo a volver a la locura monetaria y confiscatoria de Kirchner. Los que dicen que en Argentina se han llevado a cabo políticas neoliberales tienen un problema de diagnóstico con los datos y la realidad. Tiene la cuña fiscal y el gasto público más altos de la región y el porcentaje de empleo público sobre privado más alto por provincias. El gobierno de Macri confió en una estimada depreciación del dólar y una alta liquidez global para hacer un cambio gradual ante el agujero recibido, y se encontró con la dura realidad (lean al economista argentino José Luis Espert Pocas correcciones tras las elecciones).
Para España, Argentina es muy importante, con más de 300 empresas instaladas en el país y unas inversiones de casi 6.000 millones de euros. España es el segundo mayor inversor en Argentina del mundo.
La oportunidad para Argentina sería enorme si reconoce el enorme agujero monetario y fiscal que sufre, pero parece improbable. El riesgo de aumentar el intervencionismo es enorme.
¿Existe riesgo de contagio? La palabra es la equivocada. No es “contagio” sino riesgo de caer en los mismos errores. Los mercados emergentes han visto la mayor salida de capitales en junio de los diez meses anteriores, y se enfrentan a enormes vencimientos de deuda soberana en dólares en los próximos años. 1,2 billones de dólares en vencimientos hasta el año 2025 según IIF, emitidos en la época en la que muchos pensaban que el dólar barato y la liquidez abundante iba a ser eterno. ¿Por qué se lanzaron a emitir deuda en dólares en vez de en moneda local? Porque no existe demanda suficiente en moneda doméstica ante la evidencia, que demuestra la historia, de que los países intentarán devaluar su moneda todo lo que puedan ante la llegada de compromisos financieros crecientes.
Por eso es muy arriesgado apostar a que el dólar se deprecie y la liquidez se dispare, sobre todo cuando dicha liquidez está a máximos históricos (73 billones de dólares de oferta monetaria global según Bloomberg) y los tipos a mínimos. Es como esperar que te toque la lotería todos los años tras haber comprado un billete ganador.
Un país como España, con el segundo mayor porcentaje de deuda externa con respecto al total del mundo, alto desempleo, un sector empresarial pequeño y frágil e importantes desequilibrios fiscales y comerciales, no puede ignorar un aumento del riesgo en el país aparentemente más seguro y fuerte, Alemania, y uno de los más volátiles y arriesgados, Argentina. Debemos tomarlo muy en serio, sobre todo cuando los datos internos empeoran a ojos vista:
El índice de entrada de pedidos industriales cayendo un 2,1% anualizado, el índice de cifra de negocios de la industria cayendo un 0,7% interanual en junio de 2019 comparado con un +7,8% en junio de 2018, el consumo de luz industrial cayendo un 7,9% interanual, cinco meses consecutivos con tasas de crecimiento negativa y en más de la mitad de las industrias, la compraventa de viviendas cayendo un 5,2% interanual, y las ventas en el mercado nacional de las grandes empresas a niveles de 2013.
Detrás de todos estos datos negativos en unos y otros países no está la falta de estímulos, sino el exceso. Una economía dopada que ignoró las señales de alarma. La política monetaria de los bancos centrales se convirtió en un incentivo perverso para no hacer reformas de calado. Alemania tiene herramientas para sobrellevar la ralentización, otros -incluida España- no. Pensar que otro enchufe (más) de liquidez y tipos (aún más) bajos lo van a solventar es simplemente engañarse. Es hora de dejar las políticas de demanda y aplicar políticas de oferta, que dejen respirar y fortalecerse al sector privado, que dejen de penalizar fiscalmente la alta productividad para subvencionar la baja productividad y que dejen de aumentar liquidez para financiar elefantes blancos inútiles que no hacen la economía más dinámica, sino más frágil.