Su diseño cuesta cerca de 5000 pesos, mientras que las que se consiguen en el mercado tienen un precio de entre 50 y 60 mil; ganaron el premio Innovar 2016.
“IBIS: Impresora Braille para la Inclusión Social”: así se llama este trabajo de alumnos de la carrera de Diseño Industrial de la Universidad de Buenos Aires. Y ya desde el nombre que le pusieron definen el enfoque de su proyecto, que busca que sea accesible para cualquier no vidente. Hace unas semanas ganaron el premio Innovar 2016.
La IBIS es una máquina doméstica que marca una hoja (de mayor grosor que la que usa una impresora normal) a través de un punzón para formar los caracteres del alfabeto braille. En la Argentina no se dispone de estas máquinas: las que hay son industriales, importadas de Estados Unidos o Suecia y tienen un precio de entre 50 y 60 mil pesos, por lo cual hasta el servicio de las impresiones es realmente caro.
Julian Brizuela, Joaquín Cortés, Margarita Cortizas, Luciana Burrieza y Romina Paris fueron los alumnos de la materia Tecnología 4 que la diseñaron a partir de la experiencia de un conocido. Uno de los chicos del grupo tiene un amigo no vidente, quien les comentó el problema que hay en la Argentina para imprimir textos en braille. Así que buscaron -y lograron- que su diseño solo costara entre 4 y 5 mil pesos, menos del 10% que las importadas.
“Los no videntes deben tener el mismo derecho de ser alfabetizados y acceder a estas herramientas. Debíamos inventar la impresora más económica del mercado. En un principio buscamos la manera de armar el diseño con elementos reciclados de otros tipos de impresoras, pero no pudimos”, cuenta Joaquín Cortés, uno de los alumnos, a LA NACION. Lo que tiene de innovador IBIS es que es “open source”, por lo cual uno puede acceder a los planos, hacer la mitad de las piezas por cortes láser o impresiones 3D, conseguir las demás en el mercado y armar la impresora en su casa.
El proyecto forma parte de la cultura maker, una movida donde los usuarios hacen sus máquinas comprando productos y descargando planos y programas desde la red. Un ejemplo muy claro de los últimos años son las impresoras 3D. Los estudiantes se basaron en el Proyecto RepRap, una iniciativa de tecnología disruptiva autorreplicable que busca ser desarrollada a bajo costo y permite a personas y comunidades crear o descargar de internet productos y objetos para ser mejorada.
Tanto se fundamentaron en esta iniciativa, que el objetivo de IBIS es compartir su software y diseño de hardware en internet para que cualquier persona de cualquier lugar del mundo pueda acceder libremente a armarla. Esto les generó a los alumnos un debate con sus profesores a la hora del armado del proyecto. Sin embargo, siguieron adelante con la idea hasta recibir la aprobación de los educadores, y finalmente lograron un 10 en la materia. Pero, ¿por qué los jóvenes estaban empeñados con este diseño?
“Buscamos una orientación más social que de mercado. Al estudiar en una universidad pública con dinero de todos, vimos esto como una oportunidad de poder devolverle algo a la sociedad”, relata Cortés. Al final, los mismos profesores que ponían en duda hacer un diseño con una patente libre fueron los que les dieron el apoyo y la recomendación de presentar la impresora al concurso Innovar 2016.
El concurso, a nivel nacional, es organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y busca “estimular la transferencia de conocimiento y tecnología” de alumnos e investigadores a través de proyectos. Es así, que este año, IBIS ganó el premio a la Innovación en la universidad y los alumnos, emocionados por tal distinción, se motivaron para retomar el proyecto y producir una nueva versión.
La primera versión consta en el modelo conceptual, diseñado por cortes láser más piezas estándar que se consiguen en el mercado. Sin embargo, la nueva versión necesita de piezas 3D para trabajar con más prolijidad y precisión, y estará abierta a aportes e ideas de gente de afuera. “Vamos a crear un sitio web para que todos colaboren y aporten mejoras a las ideas. La única condición que ponemos, es que esas ideas sean subidas para ser utilizadas libremente”, le dice a LA NACION Joaquín Cortés. “Queremos vincularnos con alumnos de escuelas técnicas y universidades para que todos se sumen, para que IBIS trascienda y deje de ser nuestra, sino del mundo”, concluye.