Ana María mató a Pilar tras 10 años de palizas: ¿es o no es violencia de género?

Un cuchillo de sierra directo al corazón terminó con la vida de esta zaragozana de 57 años mientras su pareja, de 53, borracha, lo anunciaba a sus vecinos de madrugada.

“Llamad al 112, que la he matado”.
Eso es lo que Ana María, una vallisoletana de 53 años y en evidente estado de embriaguez, les dijo a los vecinos de su bloque, en el 8 del Pasaje de San Bernat (Barcelona). Eran las 2:45 de la mañana del Domingo de Resurrección, cuando Ana María tocó a todos los timbres de su rellano. Quería avisar a sus vecinos de que había asesinado a Pilar, su pareja desde hacía una década.
Se trata de un suceso inusual: mujer que mata a su mujer. No estaban casadas pero eran pareja sentimental desde hacía una década. En España, se considera violencia de género aquella que se ejerce por los hombres contra las mujeres que hayan sido sus cónyugues o hayan estado unidos por relación afectiva. Si es una mujer la que agrede a un hombre en estas mismas circunstancias, se considera ‘Violencia en el ámbito familiar’. ¿Qué pasa entonces cuando se trata de parejas del mismo sexo?

UNA MUERTE QUE SE VEÍA VENIR

“A nadie le ha extrañado que acaben así. Llevaban 10 años de peleas”, cuenta Toni, el vecino que encontró el cadáver de Pilar. “Yo estaba durmiendo con mi mujer. Poco antes de las 3 de la madrugada me despertó mi hermana para decirme que la vecina borracha había venido a avisar de que había matado a su novia. Salí de la cama tan deprisa que al principio me olvidé hasta de ponerme las zapatillas”.
Cuando salió al rellano se encontró a Ana María, su vecina más conflictiva, tirada en el suelo. “Llevaba una tajada tremenda. Apenas podía mantenerse en pie”. Mientras otros vecinos del bloque avisaban a los Mossos, Toni entraba en la casa de Ana María. Allí le esperaba el cuerpo agonizante de Pilar, la pareja sentimental de Ana María, una cocinera aragonesa muy menuda de 57 años. “Me la encontré en el comedor, arrodillada a los pies del sofá. Tenía la frente en el suelo y los brazos hacia atrás, en una posición muy antinatural”, recuerda Toni.
“No había charco de sangre ni signos de violencia. Le levanté la cabeza y le pregunté qué le pasaba. Ella aún estaba viva y emitió un ronquido. El ronquido típico de las personas que se están muriendo”, apunta Toni. Para entonces, la presunta asesina ya había logrado subir las escaleras y sentarse junto a ellos. Ella interpretó el ronquido de su pareja sentimental de otra forma: “Ronca porque está durmiendo”, logró balbucear a Toni, casi sin poder articular palabra. “¿Pero entonces qué le pasa?”, preguntó él. “Pues que la he apuñalado”, contestó Ana María.
Toni miró al suelo y vio un cuchillo de sierra con una mancha roja. Incorporó el cuerpo moribundo de Pilar en el sofá y le levantó la camiseta: “A la altura del corazón tenía una rajita de no más de un centímetro. Era sólo una puñalada y no muy grande. Debió de ser un golpe muy seco”, interpreta el vecino, que de inmediato dejó el cuerpo de Pilar junto al de su presunta asesina y salió del inmueble a buscar ayuda. Por las escaleras se cruzó con los Mossos d’Esquadra, que no pudieron hacer más que certificar la muerte de Pilar y detener a Ana María.

LA EXTRAÑA PAREJA

“Eran una pareja muy extraña y muy conflictiva”, coinciden todos los residentes de este edificio del barrio del Raval de Barcelona. Corpulenta Ana María, muy menuda Pilar. Vallisoletana la primera y sin oficio conocido. Percibía una paga del Estado. Pilar era de Zaragoza y trabajaba esporádicamente de cocinera. Ambas tenían un grave problema con el alcohol. Todos en el barrio sabían que Ana pegaba a su pareja.
Serafín, el vecino que avisó a los Mossos d’Esquadra, lamenta el largo historial de peleas, escándalos y denuncias que protagonizaban sus vecinas del 2º-1º. “Cada semana teníamos que avisar a la Policía por los escándalos que montaban. Se insultaban, se gritaban, se amenazaban de muerte, se tiraban los muebles… y todo por la noche. No nos dejaban descansar. A mí una vez me intentó pegar con el extintor” relata Serafín.
La afición a la bebida de Ana María y Pilar llegó a extremos tan preocupantes que incluso intentaron montar una destilería ilegal en su casa. “Una vez las vi bajando un barril por las escaleras. Les pregunté qué era aquello y me dijeron que estaban haciendo vino en casa”, cuenta Manuela, vecina del 1º de este bloque de protección oficial.
Las interminables borracheras de la pareja acababan siempre a golpes. “Ana María era mucho más corpulenta y le pegaba a Pilar, que siempre iba marcada”, cuenta Toni, el vecino que encontró a Pilar agonizando. Tampoco era la primera vez que Ana María agarraba un cuchillo en plena borrachera: “Una vez salí al patio y estaban las dos en el balcón. Ana le había puesto a Pilar un cuchillo en el cuello. Aquella vez también vinieron los Mossos”, asegura Manuela.

LES RENOVARON EL CONTRATO

“Habíamos hablado con ADIGSA, propietarios de los pisos públicos, para que las echasen. Que les buscasen un centro de rehabilitación o algo así. Los contratos de alquiler se renuevan cada diez años y ellas tenían muchas denuncias en contra. Pero resulta que hace diez meses las volvieron a renovar, sin tener en cuenta las quejas de los vecinos” señala Serafín.
La mañana del crimen ya habían tenido jarana. A las diez de la mañana salió Ana María a la calle, llamando a la Policía a gritos. Pero los vecinos no volvieron a escuchar jaleo durante todo el día. Tampoco por la noche. “Mira, hoy vamos a dormir”, recuerda haber dicho Manuela ante la ausencia de golpes y gritos. Pero nada más lejos de la realidad. No había ruido porque Ana María había matado a Pilar. “Yo creo que la mató, luego se fue a beber y nos avisó cuando volvió”, dice otra vecina. Pero el caso se encuentra bajo secreto judicial, por lo que no ha trascendido la hora en la que a Pilar la hirieron mortalmente.

¿VIOLENCIA DE GÉNERO?

Durante 10 años Ana María maltrató a Pilar. Una década de agresiones a la vista de todos, aunque nada pudo hacerse al no mediar denuncia alguna. Diez años que terminaron de golpe, con un cuchillo en su corazón, como un recordatorio macabro más de la violencia intragénero para asistir las reclamaciones de la comunidad LGTB, que considera que “la violencia doméstica o intragénero entre parejas de gays y lesbianas no puede seguir considerándose una violencia doméstica invisible y de segunda categoría”.
“Exigimos las mismas medidas y recursos que actualmente son ofrecidos a las mujeres víctimas de violencia de género, ni más ni menos. […] Es necesaria una ley que incluya las mismas medidas de protección y los mismos recursos que las administraciones ponen a disposición de las mujeres víctimas de sus parejas hombres (la actual Ley de Violencia de Género)”, argumenta Paco Ramírez, presidente de COLEGAS, en el comunicado que ha enviado la asociación LGTBI. “¿Cuántas más muertes debe haber en el seno de las parejas LGTBI para que se haga algo? ¿Cuántas más quieren los políticos para ponerse a legislar y protegernos?”, prosigue Ramírez.
En la actualidad, la violencia en el seno de las parejas gays y lesbianas se gestiona como violencia doméstica y no como violencia de género. Una diferencia sustancial, pues la ley de violencia de género (Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género) hace referencia a la violencia física o piscológica que sufre la mujer en el seno de la pareja por parte del varón. En cambio, la ley que articula la violencia doméstica (Ley 27/2003, de 31 de julio, reguladora de la Orden de protección de las víctimas de la violencia doméstica) se refiere a la violencia sufrida por cualquier integrante del mismo núcleo familiar que el agresor, ya sea el varón que sufre violencia por parte de su cónyuge, excónyuge, padres o hijos o la mujer que sufre violencia por parte de sus padres o sus hijos.
Tales diferencias, argumentan desde los colectivos LGTBI, perjudica a las parejas de gays, lesbianas y transexuales en la medida en que la violencia sufrida no queda registrada, no existe estadística alguna al respecto. Además, cualquier denuncia que presente una mujer por las agresiones físicas o psicológicas de su pareja también mujer no sólo no activa los protocolos de violencia de género sino que ni siquiera se tramita en los juzgados especializados de violencia de género, pues su cauce normal son los juzgados ordinarios. Además, las víctimas de la violencia en el seno de la pareja dentro del colectivo LGTBI no tienen los mismos beneficios que las víctimas amparadas por la Ley de la Violencia de Género.
Según los datos de un estudio de la Universidad Northwestern de Chicago (publicado en septiembre de 2014) entre un 25 y un 75% de las parejas homosexuales son víctimas de violencia doméstica, comparable y superior a los estudios que fijan un 25% de mujeres víctimas de violencia de género por parte de sus parejas masculinas. Datos que se acercan a los primeras cifras obtenidas por la asociación COGAM -Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid-, cuyo primer acercamiento a la violencia intragénero refleja que un 60% de las 900 personas encuestadas asegura conocer a alguien que ha sufrido violencia intragénero, en su mayoría violencia psicológica, mientras que un 30% de los encuestados reconoce incluso haberla ejercido.
La Organización Mundial de la Salud define ‘género’ como los roles que se cumplen, centrándose más en la conducta y las actitudes: “‘Género’ se refiere a las características socialmente construidas de las mujeres y los hombres – tales como normas, roles y relaciones de y entre grupos de mujeres y hombres”. Una definición que debe ayudar a dar visibilidad al problema. “Así podremos contabilizar el fenómeno de forma aproximada y luchar contra él de forma efectiva”, en palabras de Paco Ramírez.